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Reportaje:

México busca primer ministro

Políticos y académicos piden una profunda reforma del Estado para hacer el país más gobernable

Juan Jesús Aznárez

El presidencialismo mexicano se inspiró en la Convención Constitucional de Filadelfia (1787), fue imperial durante los siete decenios de hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y desfallece al no haber sido concebido ni para la pluralidad, ni para la cooperación entre poderes. La gobernabilidad de México pasa por la reforma del Estado, imposible hasta ahora porque Gobierno y partidos discrepan o riñen, y el electoralismo es endémico. Miembros del Gobierno y de la oposición, académicos y politólogos piden correcciones constitucionales para construir mayorías parlamentarias, la incorporación de la figura del primer ministro y acabar con el presidencialismo, menguante desde hace años.

El primer ministro -cuyo principal trabajo sería negociar con la oposición-, la reelección de diputados y senadores, la consecución de fórmulas que garanticen la equidad electoral y mayorías duraderas en las dos cámaras y acaben con los cacicazgos y el referendo son algunas de las propuestas en manos de las comisiones encargadas de la reforma del Estado. Fox heredó y no pudo abatir instituciones obsoletas o inoperantes. México aún funciona con numerosas normas del siglo pasado, la justicia sigue penetrada por la corrupción y el federalismo de los 31 Estados y del Distrito Federal demanda un nuevo pacto de facultades, funciones y derechos y deberes tributarios.

"Nuestro sistema político no fue diseñado para la diversidad y el debate y, sobre todo, para la construcción de mayorías estables", admitió el secretario (ministro) de Gobernación, Santiago Creel, durante un foro sobre gobernabilidad organizado por el Congreso y la Universidad Autónoma de México (UNAM). Durante los cuatro primeros años de la presidencia de Vicente Fox, vencedor del PRI en las generales del año 2000, los cambios estructurales han sido escasos. El viejo corporativismo es todavía dañino y saca pecho en la calles y en los despachos, los operadores, poco eficaces, y las reformas fiscal, judicial o energética, la democratización de los sindicatos y la construcción, en suma, de un verdadero Estado de derecho, asignaturas pendientes.

El senador del PRI Enrique Jackson emitió un certero diagnóstico sobre la realidad nacional: "En el país prevalece la retórica, la impericia, la irresponsabilidad, el escándalo y la mezquindad". Esos vicios son abundantes en su partido, y también en el gubernamental y conservador Partido Acción Nacional (PAN) y en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), izquierda, las principales fuerzas parlamentarias, ninguna con mayoría absoluta. Los promotores de una modificación del modelo, entre los que destaca el veterano político Porfirio Muñoz Ledo, apremian su aprobación para que el presidente elegido en las generales del año 2006, que sería una suerte de jefe de Estado con un primer ministro volcado en el diálogo político, disponga de herramientas que faciliten los consensos económicos o sociales, arduos con los esquemas vigentes. Fox ganó la presidencia con el 42% de los votos, y es previsible, según los sondeos, que su sucesor lo haga con el 40%.

Los reglamentos aprobados en los años 1977 y 1996 ordenaron electoralmente la emergente pluralidad mexicana, pese a las frecuentes trampas observadas todavía en comicios estatales y municipales. Pero los retos fundamentales no se encuentran, según el ex presidente del Instituto Federal Electoral (IFE), José Woldenberg, en ese campo, sino en la gobernabilidad sostenible. La pluralidad que ahora puede expresarse debe fructificar en una doble dimensión: "que sea capaz de forjar las mayorías que requiere el funcionamiento del poder legislativo, y que sea capaz de atender los inmensos problemas del país". El principal es reducir la pobreza, que aqueja al 50% de los 104 millones de mexicanos.

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