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Reportaje:

Frenesí librecambista en Rabat

Marruecos negocia acuerdos de libre comercio con diez países

Considerada timorata a la hora de emprender reformas políticas, la monarquía marroquí va a someter, en cambio, a su país a un electrochoque comercial sin parangón y de consecuencias imprevisibles. Las autoridades marroquíes tienen prisas, desde el año pasado, por cerrar acuerdos de libre comercio con todo aquel que se preste, y en el primer semestre ya los ha concluido o se dispone a hacerlo con 10 países, incluido Estados Unidos.

"El tratado con EE UU va a acelerar la puesta en marcha de las reformas económicas pendientes", según Taieb Fassi-Fihri

En 1996 fue la Unión Europea la que animó a Marruecos a que fuese el segundo país de la orilla sur del Mediterráneo, después de Túnez, en firmar con ella un acuerdo de asociación de comercio que lleva aparejadas ayudas financieras. En virtud de ese tratado los aranceles, excepto para productos agrícolas, habrán desaparecido en 2010.

Ocho años después Rabat acabó en primavera de negociar tratados de la misma índole con Turquía, los países con los que conforma el llamado Acuerdo de Agadir (Egipto, Túnez y Jordania) y, sobre todo, con EE UU. El siguiente objetivo es Rumania y Mercosur, integrado por Brasil, Argentina, Uruguay y Paraguay, con el que la negociación debería de estar terminada en marzo de 2005.

Para Washington y Rabat lo acordado tiene, ante todo, un alcance político. Sus intercambios son escasos comparados con los que Marruecos mantiene con la UE, que absorbe el grueso de su comercio. En el 2003 EE UU importó productos marroquíes por valor de 385,2 millones de dólares y exportó por 80 millones más.

El negociador marroquí, Taieb Fassi-Fihri, ministro adjunto de Exteriores, interpreta el tratado como un espaldarazo a la política económica emprendida por Rabat. El acuerdo "ha sido posible porque ustedes han confiado en nosotros y en las reformas que hemos emprendido", afirmó, en marzo, en Washington.

"El libre comercio va a consolidar algunas de las reformas llevadas a cabo y a acelerar la puesta en marcha de las que están pendientes como la de la justicia, la modernización de la administración, etcétera", asegura Fassi-Fihri en una conversación con este periódico. Una reciente encuesta de la Cámara de Comercio Norteamericana en Casablanca recalcaba que había otros muchos retos pendientes como recortar la corrupción, rebajar el coste de la energía o mejorar las infraestructuras.

"Los acuerdos y lo que implican van a suscitar", prosigue el ministro adjunto, "un ambiente más propicio para los negocios y atraer inversión para exportar desde Marruecos a los países con los que hemos instaurado el libre comercio".

Falta hace. Si se exceptúan las privatizaciones de empresas públicas, la inversión extranjera escasea. En el primer semestre cayó un 76,4% con relación al año anterior. Íñigo Moré, editor del Boletín Magreb Negocios, cree que el tratado puede dar un impulso a la inversión extranjera si se abre la frontera entre Marruecos y Argelia. "Es la mejor oportunidad de negocio cerca de España desde que entramos en la UE", asegura.

El riesgo de acelerar el éxodo rural

Si el acuerdo es ventajoso para el textil y, en general, la industria marroquí, puede amenazar a medio plazo a la agricultura. "Es un riesgo, pero es un riesgo medido y controlable", reconoce el ministro adjunto de Exteriores Fassi-Fihri.

"Los productos agrícolas estadounidenses llenarán el mercado, lo que podría traducirse en un deterioro de la situación social para la población rural marroquí", advertía, en enero, un informe de la subcomisión para el Magreb del Parlamento Europeo.

"En Marruecos hay entre dos y tres millones de personas que trabajan en la agricultura y que se están desplazando a la ciudad, lo que está haciendo empeorar la ya de por sí tensa situación en el área metropolitana", añadía el informe.

Mientras el 81% de la producción agrícola marroquí quedará exenta de aranceles en EE UU a partir del 1 de enero, fecha de entrada en vigor del acuerdo, el campo de Marruecos ha logrado, en cambio, un largo periodo transitorio.

Durante 25 años Rabat podrá mantener los aranceles para las importaciones de trigo y carne de EE UU, mientras que para los productos agroalimentarios el periodo será de una década.

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