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El aumento de la tensión entre Argel y Rabat aleja aún más una solución para el Sáhara

Argelia advierte de que todo intento de modificar el Plan Baker "está condenado al fracaso"

La tensión, por ahora diplomática, sube a diario entre Marruecos y Argelia desde principios del verano. Ambas capitales se cruzan, en la ONU y en otros foros, acusaciones mutuas sobre el Sáhara occidental y otros desacuerdos. La creciente polémica dificulta aún más la búsqueda de una solución al conflicto en la que está empeñada la diplomacia española. Dentro de un mes, el Consejo de Seguridad de la ONU deberá, de nuevo, pronunciarse sobre el Sáhara, y el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, confía en que acepte retocar el plan de James Baker para el Sáhara que Rabat rechaza.

El último golpe diplomático lo asestó, el 24 de septiembre, Rabat entregando al Consejo de Seguridad de la ONU un memorándum en el que denuncia "la implicación directa" de Argelia en el Sáhara y la "tutela" que ejerce sobre el Frente Polisario.

Ese mismo día Omar Hilale, embajador marroquí acreditado en Naciones Unidas, en Ginebra, manifestaba sus "fuertes reservas" ante la ayuda humanitaria brindada a los saharauis por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados. Esa ayuda "prolonga", según él, "el drama" de esa población.

"El memorándum no aporta ningún elemento nuevo", replicó ayer el titular argelino de Exteriores, Abdelaziz Beljadem, quien recordó que el Plan Baker fue aprobado por unanimidad por el Consejo de Seguridad, pese a lo cual Marruecos lo rechaza porque prevé un referéndum de autodeterminación tras un periodo de cuatro o cinco años de autonomía.

"Todo intento de modificar o alejarse del Plan Baker está condenado al fracaso", añadió Beljadem en una alusión a España cuyo ministro Moratinos se esfuerza porque el Consejo de Seguridad amplíe, a finales de octubre, el margen de maniobra de Álvaro de Soto, nuevo emisario de la ONU para el Sáhara. Tras la visita a Argel, en julio, del presidente José Luis Rodríguez Zapatero, la diplomacia argelina ya dejó claro que no aceptaba "consejos de países amigos".

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Días antes de la entrega del memorándum marroquí, los discursos pronunciados ante la Asamblea General de la ONU por el rey Mohamed VI y el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika, mostraron que, más que nunca, ambos mandatarios se sitúan en las antípodas. El Sáhara Occidental sólo es "la lupa que engrandece la enemistad que caracteriza las relaciones" entre Rabat y Argel, afirmó ayer el diario de Casablanca Le Matin du Sahara.

La dimisión del norteamericano James Baker, como emisario para el Sáhara del secretario general de la ONU, Kofi Annan, fue el detonante del recrudecimiento de la tensión bilateral. El ministro de Exteriores marroquí, Mohamed Benaissa, atribuyó esa renuncia a la "tenacidad" de la diplomacia de Marruecos. "Baker dimitió a causa de la actitud de Marruecos", se lamentó ayer Beljadem.

Paralelamente al duelo diplomático, la efervescencia crece estos días en la antigua colonia española, según el Polisario. Los presos saharauis de la Cárcel Negra de El Aaiún logran sacar de la prisión comunicados denunciando "juicios arbitrarios" de independentistas, mientras que desde Dajla o Asmara comités prosaharauis exigen que se aclare la suerte de los militantes desaparecidos.

A finales de julio Mohamed VI hizo, sin embargo, un gesto de distensión al suprimir el visado, impuesto en 1994, para los argelinos que viajen a Marruecos, pero Buteflika no le correspondió. Mantuvo cerrada la frontera terrestre para, señala un diplomático acreditado en Rabat, "evitar esa inyección de divisas que hubiese supuesto para Marruecos el desembarco anual de dos millones de argelinos ávidos de comprar mercancías inexistentes" en su país.

La firmeza argelina frente a Rabat quedó patente cuando, pese a las promesas que le había hecho por teléfono a Moratinos, Abdelaziz Beljadem no viajó, en agosto, a Arcila (Marruecos) donde iba a participar en reuniones informales con sus homólogos español y marroquí.

Aunque la actitud de los Gobiernos francés y español rebaja la presión en la ONU sobre Marruecos, Rabat ha cosechado hace 10 días un grave revés diplomático que atribuye a oscuras maniobras argelinas.

Suráfrica, la primera potencia económica africana, estableció relaciones diplomáticas con la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), una entidad creada por el Polisario. Marruecos llamó inmediatamente a consultas a su embajador en Pretoria.

Previamente el presidente surafricano, Thabo Mbeki, intentó organizar en agosto una reunión secreta, en Pretoria, entre responsables del Polisario y marroquíes. Estos últimos desestimaron el ofrecimiento.

Mbeki envió entonces una misiva a Mohamed VI anunciándole que iba a reconocer a la RASD. Tras establecer un paralelismo entre palestinos y saharauis, el presidente le escribió: "Debe admitir, majestad, que [su actitud] constituye un intento no disimulado de denegar el derecho de autodeterminación que la ONU está obligada (...) a defender".

"Es un motivo de gran vergüenza para todos nosotros que la cuestión de la autodeterminación del pueblo del Sáhara no haya sido resuelta", afirmó poco después Mbeki en la inauguración del Parlamento Panafricano.

Aunque sus críticas se centran en Argelia, la prensa oficialista marroquí ha dado, sorprendentemente, algún que otro zarpazo a Benaissa, un ministro nombrado por el rey, por el "desaguisado" surafricano. Ha adoptado, señalaba el diario Aujourd'hui La Maroc, "una actitud pasiva más que lamentable".

El presidente Buteflika (izquierda) y el rey Mohamed VI, en 1999.

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El presidente Buteflika (izquierda) y el rey Mohamed VI, en 1999. ESSASSOCIATED PR

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