_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La muerte

Rosa Montero

La estupenda película de Amenábar ha reavivado el interés por la eutanasia. Cuando todavía vivía Sampedro ya escribí en apoyo de sus reivindicaciones, que me parecían y me parecen de una sensatez y una pureza moral fuera de toda duda. Sin duda hay que legalizar la eutanasia con garantías y rigor para evitar que se convierta en un matadero, pero el debate sobre esas garantías, que es el verdaderamente necesario, aún no ha comenzado, porque el tema despierta todo tipo de terrores y tabúes. En una sociedad en la que ni siquiera somos capaces de hablar claramente de la muerte, ¿cómo vamos a afrontar con serenidad la idea del fin voluntario?

El Comité de Médicos Europeos acaba de publicar un documento oponiéndose a la eutanasia incluso en el caso de que "sea legal o esté despenalizada". Para justificarse, los del Comité se llenan la boca hablando de ética. A mí, en cambio, me parece no sólo poco ético, sino verdaderamente despiadado e inconcebible que un enfermo terminal, en pleno uso de razón, tenga que soportar contra su voluntad una horrenda, deteriorante y angustiosa agonía, porque su médico no quiera buscarse complicaciones morales o más bien mentales: sin duda les es mucho más cómodo negarse.

La Organización Mundial de la Salud ha sacado un informe en el que denuncia que, en Europa, los enfermos terminales sufren de forma innecesaria porque no se les proporcionan los cuidados más elementales. Cuando se hizo el estudio, más del 25% de los enfermos terminales de cáncer de los hospitales llevaban 24 horas sin tomar un calmante. Y, cuanto más viejo es el paciente, menos se le ayuda. Una persona de 85 años recibe un 20% menos de atenciones que una de sesenta. Visualicen por un momento este tremendo y silencioso horror: todos esos ancianos agonizando en el sufrimiento y el abandono, en un dolor inútil que podría evitarse con un analgésico. Pero esta pesadilla y este abuso no parece herir el extraño sentido ético del Comité de Médicos. Y es que hay muchos doctores que no quieren saber nada del difícil umbral de la agonía y que se desentienden de sus pacientes terminales. Supongo que la evidencia del triunfo de la muerte les impide seguir sintiéndose grandes brujos sanadores y prepotentes dioses.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_