Mobiliario sexual
HAY QUE VER lo que ha evolucionado el estilismo de las revistas de pornografía. No sólo por los pelos y pelambreras de los actores, sino por los muebles donde se reclinan para ejecutar su trabajo. Al hojear una revista pornográfica, lo primero que haces es observar a los actores. Te fijas en la precisión de esa mano curvada, ese dedo estirado, esa lengua apuntando hacia arriba. Los ojos suplicantes o traviesos. Pero, una vez visto esto y visto aquello, es el momento de fijarse en más cosas. Y es cuando te das cuenta de que en esa fotografía hay una voluntad estética. Alguien ha colocado el jarrón con las flores y ha colgado las cortinas. No se puede comparar el mobiliario y decoración de una revista porno de los años setenta con una revista porno de las de ahora. Ha sido apasionante seguir esos paisajes de fondo, porque los actores, como los directores generales de las empresas, han ido siendo sustituidos.
Los setenta.
Las casas que salen en las revistas porno de los setenta son muy funcionales. Las camas tienen un estilo sobrio, diría que ligeramente sueco. Los edredones -pieza que no falta en las fotos que consulto- y las cortinas tienen tonos naranjas, rojos o marrones. Esos tonos que tan de moda vuelven a estar ahora. Todo muy pop y muy lisérgico. Las camisas de ellos hacen juego con el tono de las cortinas. Pero a veces, en la foto central de una revista de los setenta tienes la grandiosa fortuna de ver una biblioteca. Ha sido el lugar de la casa elegido para la sesión. Me refiero a una biblioteca con libros de verdad, que, después de haber procedido a lo que sea, puedes mirar con una lupa. Al ver las caras, ingenuas, sonrientes, dolientes, de los artistas no tienes ninguna duda: ellos, antes de esta cópula, han leído alguno de estos libros. Y tú también. Este hombre, Ron Jeremy, tal vez ha hojeado este volumen de Sartre que se encuentra en el tercer estante. Ron Jeremy estaría encantado de conocer a una mujer que tiene tanto en común con él. Eso es lo que piensas al ver la biblioteca. Y este chico con la boca llena, este otro tan atareado, ese de más allá con una cara grave, son lectores de Sartre como yo. Son intelectuales.
Las mujeres llevan el pelo tipo Gelu. Algo hippies. Y ellos, para qué nos vamos a engañar, parecen militantes del Pore. Bueno, creo que se parecen al Josep Piqué de aquellos tiempos.
Los ochenta.
Perdonen por haber escrito "los ochenta". Eso habrá conseguido que les venga a la cabeza una canción que a mí me parecía preciosa, La chica de ayer, que por culpa de la serie de televisión se ha convertido en la más odiada del mundo.
La decoración del porno de los ochenta es más del estilo Muebles la Fábrica. Hay más pretensión, un aumento del poder adquisitivo y menos biblioteca. El dueño de Private, una de las empresas más importantes del ramo, es sueco. Eso nos permite trazar un paralelismo entre la evolución de Ikea y la del porno. Siempre a nivel decorativo.
De esta época arranca una costumbre nefasta, descorazonadora y desexcitante: que los actores copulen y hagan sus pino-puente-paloma en playas tropicales. Es terrorífico. Dejad el cocotero en paz. Si quiero ver cocos, iré a viajes Josan, no me interesan los paisajes, y la idea de un cuerpo empanado de arena me aterroriza. La arena se mete por todas partes. (Todas). Basta de aguas transparentes y límpidas. Mueran los ochenta a nivel porno.
Los noventa.
Aumenta mucho la calidad de la imagen. El decorado, por una razón que no acabo de comprender del todo, se convierte en más tecno. Más Vinçon y más Habitat. Todo ha mejorado tanto que no sabes si estos copuladores profesionales están en una casa, en una discoteca o en un show room. Eso es un problema porque la espectadora tipo quiere que la casa en la que este hombre, el gran Toni Ribas, demuestra su arte, se parezca a la suya. No quiero una gran mansión, ni un castillo. Quiero mi casa o un hotel poco pretencioso. No quiero una chimenea en los traseros de los actores. Sufro. Quiero pensar que son como yo.
El siglo XXI.
Sólo puedo decir que, a nivel corporal, vuelve la depilación menos salvaje y las marcas de bañador. Pero, por desgracia, hay una plaga nueva, comparable a las playas de los ochenta, pero en terrible. Como ya sabrán, en los sex shops, las películas están distribuidas por géneros. Interraciales, fetichismo, bondage, masoquismo... En el estante de rarezas exóticas, pronto van a tener que poner las películas de actores sin piercings ni tatuajes.
Nota
. Para la redacción de este artículo no se han maltratado animales y se ha consultado la biblioteca, videoteca y dvdeteca especializadas de Quim Monzó.
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