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Emili Teixidor publica en castellano su novela 'Pan negro'

La Cataluña proletaria de la posguerra, con las mujeres y los niños explotados a cambio de la semanada en las fábricas de las cuencas del Ter y el Llobregat; el cambio de esa región rural a un lugar industrial y, más tarde, de servicios; el retrato de una sociedad pobre, resignada a la derrota y abducida por el nacionalcatolicismo ("una sociedad de fumadores pasivos de la intoxicación franquista"); el aprendizaje por parte de un niño, que descubre el mundo en la Plana de Vic, de los mecanismos del odio y la traición.

Ésas son, según el escritor y periodista Emili Teixidor (Roda de Ter, Barcelona, 1934), las cuatro claves que sostienen y alientan Pan negro (Seix Barral), novela que acaba de traducir al castellano y que es uno de los éxitos de la narrativa catalana de los últimos años (la edición de Columna ganó los premios Anglada Camarasa, Lletra d'Or y Joan Crexells al mejor libro de 2003).

Teixidor presentó ayer la versión española (en la que, dijo, le han ayudado a trasvasar el lenguaje rural unos amigos del Bierzo y Ciudad Real, Pere Gimferrer y un grupo de mujeres toledanas) junto al editor, Adolfo García Ortega, y el escritor Fernando Marías, para quien Teixidor ha escrito "la historia sórdida pero llena de ternura de la destrucción de un niño", "una historia seria y grande, que mezcla imágenes violentas y obsesivas y cuentecitos que centellean en la mente", "una novela de las que quedan", y "un libro narrado para hacernos sentir niños otra vez".

Teixidor, que ha combinado los cuentos para jóvenes y niños -suya es la festejada serie de La Formiga Piga- con la literatura para adultos, explicó que la novela trata de relatar una época terrible desde el punto de vista de unos niños que "pese a todo, lograban ser felices, en parte porque vivíamos en un mundo real y en otro oculto: la guerra no existía, era un misterio del que nunca nos hablaban".

Cárcel y dudas

Ese pese a todo es la historia de Andreu, el niño de 11 años que tiene a su padre en la cárcel por rojo y a su madre indestructible cargada con un trabajo que no le permite encargarse de él; su historia de iniciación a la naturaleza, el sexo, las dudas, las mentiras; de guardias civiles corruptos y gandules que les chupan la sangre a los payeses; de tísicos internados en una clínica cercana que enseñan la degeneración del mundo urbano; de mujeres criadas con leche de cabra; de leyendas sobre una mujer desnuda que corre los campos buscando a su compañero fusilado...

"Todo lo que pasó es más terrible que lo que cuenta el libro", dice Teixidor. "Pero quizá por eso ha gustado. Mucha gente puede aportar sus historias a las que se cuentan en la novela. Muchos no comían pan negro, sino mondas de patata, algunas mujeres trabajaban en las fábricas desde los ocho años... Yo traté de no cargar las tintas, porque a la vez los jóvenes éramos felices en aquella época. Los jóvenes tienen la obligación de ser felices".

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