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52º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

'Omagh', un espejo utilizado como carga de profundidad a la conciencia

Peter Travis reconstruye con demoledora lucidez el brutal atentado del IRA Auténtico de 1998

Ángel S. Harguindey

El festival culminó ayer su séptima jornada con una nueva prueba de resistencia para quienes siguen por obligación y oficio la programación de la sección oficial. Tres largometrajes en un día son, como en el amor, multitud, o en el mejor de los casos una cierta perversión. Afortunadamente para el cinéfilo próximo a la tercera edad, uno de los filmes programados era una joya, otro era más que correcto y el tercero, una confusa tontería surcoreana.

Omagh, una producción británico-irlandesa dirigida por Peter Travis, devolvió al cine una de sus muchas cualidades: la de conmover la conciencia del espectador. El arranque del filme de ficción documental es la recreación del asesinato colectivo que el 15 de agosto de 1998 provocó la explosión de un coche bomba en la pequeña localidad de Irlanda del Norte, reivindicado por un grupo disidente del IRA Provisional autodenominado IRA Auténtico, y en el que murieron 29 personas (15 mujeres, 9 niños y 5 hombres, dato que ilustra la elección del lugar del coche bomba, la calle principal del pueblo a las 15.10 de un sábado) y 250 heridos.

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La tensa narración de los preparativos del coche bomba, su colocación en la calle principal a las 14.30, la visión de las gentes que la recorren en el comienzo de un soleado fin de semana, la llegada de un autobús escolar con niños españoles que habían acudido de excursión, en fin, el escenario de la barbarie que también contemplan los terroristas, hasta la brutal explosión de los 250 kilos de dinamita, forma parte de los primeros 15 o 20 minutos del filme. Peter Travis y Paul Greengrass, coproductor y coguionista, dedican más tiempo e igual talento a la reconstrucción de los meses posteriores al atentado. Lo que Omagh busca y, a mi juicio, encuentra es la manera de adentrarse en las reacciones de los distintos estamentos de la sociedad, desde el individuo y su entorno más próximo, la familia, hasta los medios de comunicación, o los distintos cuerpos de seguridad y los políticos, los que forman y conforman en parte lo que llamamos Estado.

Este documento audiovisual debería ser declarado de visión obligatoria para todos aquellos entre cuyas responsabilidades figuran las de preservar la convivencia ciudadana y, por tanto, la de reducir o anular con la aplicación de las leyes los actos que atentan contra ella.

En los meses siguientes al asesinato colectivo fueron surgiendo las declaraciones formales de condena, las promesas solidarias, los encuentros de las asociaciones de familiares de las víctimas con el poder establecido, las denuncias de pasividad en el esclarecimiento de los hechos, la manipulación informativa, las soterradas pugnas entre los distintos cuerpos de seguridad y antiterroristas que se ocultan unos a otros datos de la investigación, la aparición de extraños confidentes con declaraciones explosivas e indemostrables hasta llegar, en fin, a ese último y casi metafísico argumento de "las razones de Estado". Un encadenamiento de situaciones, alegatos y explicaciones que se repiten con constancia en todas las sociedades democráticas y que, por lo visto, lo mismo valen para justificar lo que en su día se llamó "las cloacas del Estado" que para las guerras ilegales, los salvajes atentados en las estaciones ferroviarias de cercanías e, incluso, en el precipitado e irreal reconocimiento de los restos mortales de 30 servidores del tan citado Estado.

Omagh denuncia todo eso y mucho más, y para ello utiliza el talento y la sensibilidad de un grupo de profesionales del cine, desde su realizador, Peter Travis, a unos actores como Gerard McSorley, Michéle Forbes, Stuart Graham o Peter Balance, con la indispensable producción de Paul Greengrass, productor también de la espléndida Bloody Sunday. "Omagh es el suceso a partir del cual todo el mundo supo que el conflicto de Irlanda del Norte debía terminar", explica.

El certamen exhibió, también a concurso, el largometraje El cielito, una coproducción argentino-francesa con dirección de María Victoria Menis. Un filme sencillo y sincero sobre una tierna historia de amor entre un joven marginal y un niño de un año, en un duro contexto geográfico y social. Menis nos habla de la desolación y el desamparo, de la violencia familiar, de la desesperanza de un tiempo y un país.

Por último, El bosque de las arañas, del surcoreano Song Il-Gon, es un refrito de thriller, realismo mágico y cine gore, con la peculiaridad de que el espectador alcanza por la profusión de flash-backs imaginarios, reales o mágicos, la misma confusión mental que sufre el protagonista.

La actriz Michéle Forbes, entre Stanley McCombe, a la izquierda, y Michael Gallagher, ayer en San Sebastián.
La actriz Michéle Forbes, entre Stanley McCombe, a la izquierda, y Michael Gallagher, ayer en San Sebastián.JESÚS URIARTE
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