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VISTO / OÍDO
Columna
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El hambre de otro

Leo acerca del entusiasmo por la conferencia mundial contra la pobreza; no me creo nada. Puede que en algunos sectores de Occidente, del mundo comilón, se hayan tenido advertencias de que el terrorismo es la guerra del hambriento contra el ahíto y que la respuesta del misil no gana ni en Irak ni en Palestina. Una mirada bastante eficaz a esa zona la reflejaba la boda de oro macizo del hijo del sultán de Brunei. Este giro continuo del devenir histórico es centrípeto: los bienes se acumulan en el centro de la circunferencia y el hambre se extiende hacia el borde. Supongo que si este plan cumpliera alguno de sus objetivos para dentro de 15 años, en el año 16 todo volvería al centro donde están las armas; las armas se inventan y multiplican para la posesión absoluta de bienes, y las que están disparando ahora en Oriente con pretextos religiosos -suníes, chiíes, judíos: que engaña pueblos- serán obsoletas y habrá otras que maten más deprisa y mejor. No está excluida la guerra atómica, que al final hasta las víctimas -siguen muriendo japoneses de aquel efecto- lo agradecen a sus verdugos y se suman a ellos: a cambio de la riqueza. Supongo que también se sabe que estas atroces estampas de los degollados por los salvajes apenas conmueven a los centrípetos: "No se negocia con el enemigo, el chantaje es siempre repudiable, la nación está por encima del crimen". No les debe importar mucho puesto que el movimiento tiene que continuar.

El hambre del otro despierta la caridad y el miedo: la caridad debe ayudarle a no tomar lo nuestro. En un momento, algunas cristianas Damas de Ropero descubrían que a la mujer pobre no se la ayuda con una pensión, sino dándola trabajo. Regalaron máquinas de coser: al poco tiempo, compraban a mitad de precio las ropas que hacían las desgraciadas y sus hijas. Se encuentra documentación en los folletines de los "socialistas utópicos". Que eran menos utópicos que los "científicos": éstos fueron cercados, aherrojados, echados por las armas al mundo del hambre, y los utópicos organizan conferencias donde se habla del viejo 0,7% y unos impuestos nuevos. Ah, sobre los movimientos de capital o sobre el comercio de armas, y reduciendo los que cobramos a los inmigrantes cuando envían dinero a sus tierras. (No, no me lo voy a creer).

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