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Tribuna
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La prolongación de Blasco Ibáñez: un error

17 de Septiembre. Compro la prensa y leo que, en una apretada votación, el Tribunal Superior de Justicia da vía libre a la prolongación de Blasco Ibáñez. Supongo que la consellería modificará con rapidez la calificación de BIC que en su día otorgó a El Cabanyal y, de esta forma, Rita Barberá podrá llevar a cabo uno de los proyectos que más dolores de cabeza le han dado y en el que se ha empecinado de forma singular.

Antes que nada quiero reconocer que cuando empezó esta movida (bastante antes de la suspensión cautelar) yo no lo tenía muy claro. Estaba sensibilizado ante la endémica lentitud de esta ciudad en resolver los grandes temas utilizando el consenso y no la crispación. Pensaba que también la calle de la Paz no haría mucha gracia en su día a los desalojados, que en Barcelona iban a prolongar la Diagonal hasta el recinto del entonces futuro Forum etc. Además, me producían una cierta alergia los planteamientos asamblearios de los Salvem aunque siempre reconocí que eran fruto del fracaso de partidos políticos y asociaciones de vecinos. Pero, poco a poco, he ido cambiando de opinión.

Antes de la suspensión cautelar ya propuse en un artículo en EL PAÍS (Órdago para El Cabanyal) que si se empeñaban en la prolongación, por lo menos que ésta fuera peatonal, pues es bien sabido que un espacio peatonal se convierte en lugar de encuentro y no parte el barrio del mismo modo que la barrera del tráfico rodado. Después fui a ver la exposición del plan (todo muy virtual) y comprobé que el componente especulativo era residual pero que la apertura de 50 metros con circulación rodada era una chapuza que tenía elevados costes (los desalojos, los edificios de interés etc.). También era consciente de que Rita hubiera ganado -caso de convocarlo- un referéndum porque el personal ve en seguida revalorizaciones varias.

La cuestión central era -y es- si la dichosa prolongación generaría tantos beneficios para la necesaria regeneración de El Cabanyal como para justificar los costes. Si no hubiera ninguna otra alternativa no dudo que la nueva avenida podría defenderse por los efectos positivos de arrastre. Porque lo de conectar por fin Valencia y el mar es una estupidez supina. Ya se llega por la avenida del Puerto (que ahora la remozarán para los eventos del 2007). Mañana como aquel que dice se llegará por la avenida de Francia y todavía no entiendo por qué no se prolonga la avenida dels Tarongers hasta el Paseo Marítimo, prolongación de costes infinitamente menores.

Si el proyecto es irrelevante desde la perspectiva de la accesibilidad, como instrumento de renovación tampoco es precisamente la panacea: revalorizará las zonas colindantes pero dudo que el contagio se extienda a todo el barrio (y eso sin contar que la Malva-rosa y Natzaret parecen no existir). Las actuaciones públicas de refuerzo -las hechas como la biblioteca o el teatro y las que estén por hacer- tienen sentido aunque no haya prolongación y el espacio (ruinoso) ubicado detrás de la estación, cuya trama es absolutamente distinta a la de las largas calles paralelas de El Cabanyal, da de sí para pensar en una actuación de suficiente escala y mayores efectos de regeneración. O sea, que ni por accesibilidad, ni por regeneración. Y mucho menos, claro está, desde la perspectiva de la conservación de un entorno urbano de indudable valor (pese a las múltiples edificaciones desdichadas, la trama es irrepetible). Y lo de las casas para desplazados es ya una historia conocida (la ZAL como ejemplo) sin contar con que hay gente para la que la expulsión tiene un alto coste personal.

Bueno, entonces... ¿a qué narices viene la cabezonería de Rita? Yo creo que, al final, es un asunto personal, un tour de force, una demostración de que para bemoles los suyos. La ví ufana plantando cara a los manifestantes con ocasión de la inauguración de la Biblioteca de la Reina y su cara decía más que mil discursos. Que Rita tiene legitimidad democrática para tirar adelante la prolongación, sin duda. Sin duda también, las decisiones judiciales -nos gusten o no- están para acatarlas. Pero creo que es la cuarta o quinta vez que escribo que no es bueno confundir legitimidad con bondad. Es decir, un gobierno con mayoría como el de Rita puede equivocarse como cualquiera y la contestación de "haber ganado las elecciones", no es de recibo.

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Quizá la cosa no tenga remedio, quizá para el 2007 tengamos la tan deseada prolongación. Pero pasaremos a los libros y a la historia como ejemplo (y van demasiados) de una estrategia y práctica urbanística equivocada. Señora alcaldesa, medite -si lo tiene a bien- los pros y los contras y no se olvide que rectificar es de sabios.

Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.

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