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Una travesía de montaña más allá de la noche

La XXV Matagalls-Montserrat celebró el centenario de la primera peregrinación

Botas de montaña, mallas y gafas de sol lucían en Coll Formic (macizo del Montseny) muchas de las 2.406 personas que, con la sola ayuda de sus piernas o armadas de bastones, el sábado por la tarde se disponían a recorrer a pie el camino de 83 kilómetros que separa el monte Matagalls del monasterio de Montserrat. Todo ello en menos de 24 horas y con una noche de por medio. "Cuando lo haces sufres tanto que te dices a ti mismo que no volverás nunca más, pero siempre acabas volviendo", decía Toni Noguer, uno de los participantes. Y bien sabía de lo que hablaba pues, con sus 58 años, ha participado ya en 22 ediciones de la ya tradicional travesía Matagalls-Montserrat, prueba no competitiva que cumplía este año su vigesimoquinta edición.

La travesía de este año coincidió con el centenario de la primera excursión. En 1904 el sacerdote Jaume Oliveras cubrió a pie y en menos de 24 horas el trecho que separa la cima del monte Matagalls de la plaza del santuario de Montserrat. Entonces dijo: "Ir a Montserrat a pie no es nada especial, pero hacerlo desde el Montseny y en tan sólo un día es un récord que no sé si la juventud actual sería capaz de igualar". Arnau y Joan, dos amigos de 15 años, bien le hubieran demostrado que sí. "Queríamos hacer algo así desde hacía tiempo", decían sin amedrentarse. Equipados con luces frontales, calcetines de recambio, tiritas para las ampollas, abrigo para el frío de la noche, alimentos y bebidas, lo más duro de la prueba fue para ellos convencer a sus madres de que les dejaran participar.

Manuel Real Pérez -que ya fue el primero el año pasado- resultó el más rápido, completando el recorrido en 10 horas y 40 minutos y llegando a las 4.10 horas de la madrugada. Al grueso de caminantes, a paso más moderado, les costó llegar unas 14 horas. La mayoría de quienes desistieron lo hicieron en Sant Llorenç Savall (a 45 kilómetros), ecuador del camino al que los participantes llegaron entre la 1.00 y las 3.00 de la madrugada. Para quien llegó al Montseny durante el día, lo más duro fueron los tres últimos kilómetros del recorrido: las cuestas sin sombras de Montserrat. Luego, la alegría de la llegada y -como decía Ricard Bessols, de 64 años- "de saber que el cuerpo sigue funcionando".

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