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Reportaje:

Adiós a El Cabanyal

Los vecinos cuyas casas serán derribadas para prolongar la avenida de Blasco Ibáñez anuncian que resistirán

"Concha, ja has fet la maleta? Que ve la avinguda!", le dijo ayer el huevero a Concha Inglada, de 64 años, nacida en El Cabanyal, viuda, pensionista. "Pensé que era broma, pero cuando me lo dijo la de la farmacia me dije que esta tía, la alcaldesa, ha conseguido tirarnos, dejarnos en la calle", explica. Durante cinco años tuvo colgado en su casa de la calle de La Barraca un cartel en el que se leía: "Rita, no me tires mi casita", está en la plataforma Salvem El Cabanyal, y ha participado en sentadas, caceroladas y manifestaciones contra el plan de prolongación de la avenida de Blasco Ibáñez, ahora bendecido por los tribunales. "¿Para qué? ¡Tantas pancartas en las calles! ¿Cómo puede un tribunal darles la razón? ¿Por qué nos tienen que tirar? Éste era un barrio precioso, hemos vivido durante décadas como una familia. Desde que descubrieron el mar, que ha estado aquí siempre, no nos han dejado construir nada ni mejorar nada. Han dejado que esto se caiga, que venga gente que lo destroce. Todo para sus intereses", afirma esta mujer. A Concha le sube el azúcar cuando piensa que le quedará "coger el carrito de mercadona y poner en él la tele y una manta".

Rita Barberá eludió ayer pronunciarse sobre el fallo del TSJ que ampara su plan

A su encendida crítica se suman en un momento, en la misma acera en la que cuando cae el sol se juntan los de toda la vida para contarse sus cosas mientras hacen ganchillo o juegan la partida, Inma -su abuela ya nació en la casa en la que vive-, Vicente, José Antonio, Adela, su marido. "Fíjate quién es esta Rita, ella, que pasaba aquí la semana santa cuando era pequeña, que no ha hecho caso ni a doña Lola, la mujer de Vicente Boluda, que es propietaria de una casa que está en la esquina, ocupada, hecha un desastre y que también tirarán", cuenta Inma. Y Adela añade: "Mira, mira esa finca rosa, hoy [ayer para el lector] ha firmado los papeles de la compra un chico jovencito para él y su novia. ¡Dime tú!".

Por las cuatro manzanas más afectadas, desde la calle de La Barraca hasta el mar incluyendo la calle de La Reina, corría ayer la impotencia. "¿Será verdad eso?", preguntaba Luisa en un quiosco.

A Asunción Lliso, de 67 años, que sólo la Guerra Civil separó de El Cabanyal y nunca más se ha movido de él, se le caían las lágrimas. Ella y su marido, José Antonio Gato, de 72 años, viven de una pensión de 433 euros. "He tenido depresión desde que empezó esto, se me cayó el pelo, duermo mal. ¿A dónde vamos a ir? ¿Qué piso voy a pagar yo?". Su marido recuerda que un dicho valenciano recoge el valor de su barrio: "Cuatro cosas tiene Valencia: los jardines, el Micalet, La Lonja y El Cabanyal". E insiste en que "Rita lo ha manipulado todo, incluso ha conseguido que se ignore el valor histórico del edificio de plaza de Los hombres de la Mar, inaugurado por Alfonso XIII hace más de 100 años, y que fue incluso hospital de guerra. A nosotros nos sacará la Guardia Civil, porque aunque muera, no me voy a ir de aquí, de mi casa, no. Eso será el adiós a El Cabanyal, la muerte de un barrio".

Salvem El Cabanyal prepara su recurso ante el Tribunal Supremo, la última oportunidad de revertir la situación, que cursará en cuanto le sea comunicado el detalle del amparo legal que el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) ha dado al plan del Ayuntamiento de Valencia. Pavimar, otra de las asociaciones, inició ayer por la tarde los encuentros entre vecinos. Joan Mansanet, secretario del Bloc, lamentó "que el TSJ respalde la voluntad de destruir El Cabanyal". Victoria González, concejala de EU, manifestó seguir "sin entender como se puede consentir que se destruya patrimonio protegido para especular". Rita Barberá, alcaldesa de Valencia, rechazó ayer pronunciarse.

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