El enigma de la furgoneta de la muerte
El dueño asegura que le sustrajeron las llaves ocho meses antes de denunciar su robo
La furgoneta Renault Kangoo aparcada el 11-M junto a la estación de ferrocarril de Alcalá de Henares tras transportar las mochilas bomba utilizadas en los trenes de la muerte guarda aún una incógnita para la policía: cómo llegó a manos de los terroristas. El propietario, un ebanista jubilado, J. G., denunció el 28 de febrero de 2004 que se la habían robado ese mismo día en el distrito madrileño de Tetuán. Los agentes supieron de su denuncia nada más empezar a investigar la furgoneta, vinculada al mayor atentado de la historia española. La inspección del vehículo les brindó un dato sorprendente: no sólo no presentaba ningún signo de que hubiera sido forzada su cerradura ni su llave de contacto, sino que ambas requerían una llave de Renault con un sistema electrónico de seguridad. Los agentes consultaron con la empresa para ver si se había realizado algún duplicado de la llave original. La respuesta fue negativa. Nadie había solicitado un duplicado de la llave codificada. Su duplicación en el mercado negro, si no imposible, es muy compleja, según fuentes policiales. Ante tal enigma, los agentes volvieron a la carga sobre el ebanista jubilado. Le pidieron explicaciones sobre cómo los terroristas pudieron hacerse con una llave codificada original de su vehículo. Su respuesta arrojó aún más brumas y sospechas. Sólo entonces (no en su denuncia previa), recordó que hacía unos ocho meses se había dejado la llave puesta en la puerta trasera de la furgoneta mientras cargaba frente a su casa y se la habían robado. Que los terroristas robaran a plazos la furgoneta, un día la llave, y ocho meses después el vehículo, no convence a los investigadores. Pero aclarar la duda con pruebas no resulta tarea fácil. Este diario intentó recabar la versión del propietario de la furgoneta, pero su familia informó de que se había ausentado de Madrid y que no había forma de contactar con él. Días después del atentado, el propietario de la furgoneta declaró a este diario: "Yo pienso que no estoy enmierdado, pero la policía piensa otra cosa. La policía piensa que no le digo todo lo que sé".
El propietario se lamentó de que los investigadores creían que no les decía todo
Entretanto, el sumario judicial del 11-M dispone de toda una colección de fotos de la furgoneta tomadas durante las inspecciones de la Policía Científica y los Tedax (Técnicos en Desacti-vación de Explosivos). Muestran la pista clave de la furgoneta que llevó a los investigadores a la convicción de la autoría islamista de la matanza: una cinta de casete que recogía la sura III del Corán. Relata el combate del islam contra sus adversarios (cristianos y judíos) e infieles.
Esta pista se convirtió en explosiva una vez que se hallaron otros rastros que ocultaba la furgoneta: una bolsa de plástico en cuyo interior había detonadores y resto de Goma 2 Eco idénticos a los utilizados en las bombas. El CNI, en una nota del 15 de marzo, consideró que la furgoneta "por sí misma" constituía "toda una reivindicación del atentado". El entonces ministro del Interior, Ángel Acebes, sin embargo, aún horas después de su hallazgo, siguió manteniendo que la pista prioritaria seguía siendo ETA. La furgoneta, además, según recogen las fotografías, contenía bufandas similares a las que ocultaban el rostro de los terroristas que fueron vistos descender del vehículo minutos antes de la matanza.
Los explosivos y los detonadores hallados en la furgoneta, dada su especificidad antigrisú y su oxidación, permitieron a los Tedax comunicar a los servicios de información que el origen del material tenía que estar en una mina de Asturias. Esto centró y aceleró notablemente la investigación.
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