La imposibilidad de crecer hacia el sur determinó el futuro de la Corona de Aragón

El XVIII Congreso de la Corona de Aragón concluyó ayer en Valencia con varias conferencias centradas en el proceso de conformación del Reino de Valencia, y en el efecto que, a largo plazo, tuvo el pacto con Castilla conocido como Sentencia Arbitral de Torrellas en la viabilidad de la propia Corona.

En la conferencia titulada Les terres meridionals del País Valencià després de l'annexió : la població i l'organització del territori, la historiadora del Consell Superior de Investigacions Científiques de Barcelona, Maria Teresa Ferrer, se refirió a la importancia que la delimitación meridional del Reino de Valencia acabó teniendo para la suerte de toda la Corona. Ferrer explicó que la reconquista hacia el sur de los reinos cristianos durante los siglos XIII y XIV, no respondió solamente a la voluntad de extender sus dominios, sino también a la conciencia de que era la forma de garantizar su propia viabilidad. El frenazo que sufrieron las pretensiones aragonesas con la ocupación del Reino de Murcia por parte de Castilla, fue similar, señaló, a la que padeció Navarra debido a la extensión de la Corona de Aragón.

La Corona "no podía competir en tamaño, peso demográfico, ni capacidad económica con Castilla, salvo en los momentos en los que ésta se encontraba inmersa en una guerra civil, lo cual ocurría muy a menudo", indicó Ferrer.

La conquista de Murcia

Una circunstancia que se registró precisamente con la sublevación sarracena de 1264, que llevó a Castilla a pedir ayuda a Jaume I, en un momento en el que ambos reinos estaban unidos por vínculos familiares. "Jaume I conquistó verdaderamente Murcia, que hasta ese momento los castellanos sólo dominaban nominalmente, manteniendo guarniciones" en algunas plazas, explica Ferrer. Una vez acabada la ocupación, que conllevó el primer repoblamiento importante de la zona por elementos cristianos, principalmente catalanes, Jaume I se retiró sin exigir nada a cambio. "Y sus sucesores, en cierta forma, siempre consideraron injusto aquella entrega gratuita después del esfuerzo económico y humano que había hecho la Corona", según la historiadora.

Una nueva guerra civil en Castilla, en la que Aragón participó activamente de parte de un aspirante al trono, dio la oportunidad de retomar la cuestión murciana, dentro de lo que fue la guerra de 1296 a 1304. Ferrer asegura que en esta ocupación tuvieron menos importancia las batallas que el juego de la diplomacia. El "largo y sangriento" conflicto finalizó con la Sentencia Arbitral de Torrellas, que devolvía Murcia a los castellanos y anexionaba definitivamente al Reino de Valencia, y por tanto a la Corona, las comarcas meridionales al norte del río Segura. La repoblación castellana en Murcia acabó diluyendo la identidad catalana, que, señala Ferrer, puede reconocerse todavía en el panocho, dialecto de la zona, y en numerosos apellidos.