Reagan enseñó que los déficit no importan
HAGAMOS UN POCO de ficción científica. ¿En qué grado de engordamiento estaría el Estado del bienestar alemán si el canciller Schröder hubiera podido utilizar el mismo dinero que Bush en su legislatura? ¿Cuántas promesas electorales podría cumplir Zapatero -corregidas y aumentadas- si Solbes adjudicase a la política económica española el mismo esfuerzo fiscal que el presidente republicano ha aplicado en Estados Unidos a raíz de los atentados del 11-S? ¿Cuántas empresas públicas no privatizaría Raffarin si tuviese otro dinero para equilibrar sus cuentas?
Las cifras son demoledoras. Según los datos de la Oficina del Presupuesto del Congreso de los Diputados, EE UU ha acabado el año fiscal 2004 con un déficit público de 422.000 millones de dólares (la cifra absoluta más alta nunca conocida), un 3,6% de su PIB. El déficit de las cuentas públicas para la próxima década se prevé en 2,29 billones de dólares. Si a esa cifra muchimillonaria anual se le añade el superávit acumulado que dejó Clinton en 2000 (y que Bush se ha tragado) de 537.000 millones de dólares (cerca de un 5% del PIB), estamos hablando de casi nueve puntos del PIB para situar a la economía americana en un crecimiento cercano al 3%, poco antes de las elecciones de noviembre.
Si otro país del mundo hubiera aplicado la política económica de Bush (pasar en tres años de un superávit del 5% a un déficit de casi cuatro puntos), los organismos multilaterales hubieran denunciado su irresponsabilidad
¿Qué otro país del mundo habría aplicado una política tan heterodoxa, sin que el FMI le hubiese caído encima como una apisonadora, generando la alarma de los inversores de todo el planeta? A punto de acabarse la legislatura hegemónica de los neocons, ya se pueden hacer trazos menos gruesos sobre aquello en lo que ha consistido su política económica: primero, incremento espectacular del gasto público en subvenciones empresariales (proteccionismo a sus industrias y agricultores), seguridad (tras los atentados terroristas) y defensa (guerras de Afganistán e Irak); a continuación, reducciones anuales de impuestos a los sectores más ricos de la población y de los gravámenes al capital. Corolario: espectacular incremento del déficit público. ¿Quiénes van a ser los paganos? Lo acaba de decir Greenspan, el presidente de la Reserva Federal: los pensionistas. Con tal desequilibrio de las cuentas públicas, y ante el envejecimiento de la población y la jubilación de la generación del baby boom a partir de 2008, "Estados Unidos puede haber hecho promesas a las futuras generaciones de jubilados que seremos incapaces de cumplir".
Es decir, se pagarán las deudas de las guerras y las subvenciones empresariales, pero el contrato con los pensionistas seguramente no será efectivo. Es lo que el premio Príncipe de Asturias Paul Krugman ha denominado una política económica "de clase". Ya lo dijo hace unos meses el más descarado de los neocons, el vicepresidente Dick Cheney (ex presidente de Halliburton, el grupo empresarial más contratado por la Administración de Bush para solucionar la intendencia de la posguerra iraquí): "Reagan demostró que los déficit no importan".
La macroeconomía en Estados Unidos no va mal, pero el reparto del crecimiento no puede ser más negativo: la legislatura acabará con un millón de parados más que cuando empezó; el número de pobres lleva creciendo tres años seguidos y alcanza al 12,5% de la población (casi 36 millones de personas); el número de personas sin asistencia sanitaria de ningún tipo es del 15,3% de la población (43,9 millones de ciudadanos), y la distribución de la renta tiene perfiles latinoamericanos.
Es por ello por lo que 10 de los premios Nobel de Economía vivos de nacionalidad estadounidense (Stiglitz, Samuelson, Solow, Arrow, North, Klein, Akerlof, Sharpe, McFadden y Kahneman) han hecho pública una carta abierta en la que piden directamente el voto para el demócrata John Kerry. Es en política económica, dicen, donde más diferencias hay entre la sociedad de propietarios que predica George W. Bush y la sociedad de red seguridad de Kerry. Michael Moore ya no está solo.
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