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Reportaje:

"¿Cómo iba a arrastrarlo sobre los cuerpos?"

Una madre de la escuela de Beslán cuenta cómo tuvo que abandonar a su hijo Borís, malherido en el gimnasio, para poder salvar a su hija Irina y a su sobrina Anna

Nadezhda Tsalóyeva fue al colegio el 1 de septiembre con sus dos hijas -Vera, de 12 años, e Irina, de ocho- y con su hijo, Borís, de 14. Además, llevaba a su sobrina Anna, de 10. Todos estudiaban en la escuela Número Uno, donde ella misma había estudiado y adonde regresó como profesora de Historia, continuando así la tradición familiar, comenzada por su tatarabuelo, que creó una auténtica "dinastía de maestros". La habitación donde Nadezhda recibió a EL PAÍS es la de Borís y Vera, donde a veces también dormía Irina y la familia se reunía a ver la tele.

A la izquierda, la camita de Vera, con su foto; encima están apilados sus cuadernos, juguetes, muñecas, collares y pendientes. De la pared cuelgan dos vestidos de baile. Al fondo, la cama de Borís, un fanático del fútbol. En la pared, cuatro carteles, entre ellos, uno de Luis Figo y otro del Barça. Encima de la cama, su foto, videojuegos, cuadernos con fotos de jugadores, su atuendo de baile, sus lápices de colores. "Las cosas permanecerán así hasta el 13 de octubre, cuando se cumplan 40 días. Entonces cada adulto se llevará algo de recuerdo".

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Borís y Vera -que asistían a un curso de danza-, debían bailar ese día fatídico. "En nuestra escuela solemos organizar una fiesta para los de primer grado; los salientes les hacen regalos a los pequeñines, y mis hijos debían bailar para ellos", cuenta Nadezhda. Recuerda que Vera no tenía ganas de ir al colegio. "Mami, ¡cómo no quiero bailar hoy!", exclamó, lo que le pareció muy extraño, pues no perdía oportunidad de ponerse hermosos vestidos y lucirse.

Cuando irrumpieron los terroristas, Nadezhda estaba con sus alumnos. Unos niños corrieron hacia las calderas, para esconderse, pero un secuestrador los vio y los siguió con su Kaláshnikov. "Corrí y me le adelanté para que no fuera a disparar. 'Yo los sacaré de allí, pero, por favor, ¡no dispares!' Entré en la sala y los hice salir. No sé qué pensarían esos alumnos, quizá creerían que yo era una cómplice, pero tenía mucho miedo de que los matara a todos. Cuando hube salido con los niños, el canalla lanzó una ráfaga por todo el recinto", rememora Nadezhda.

Ya en el gimnasio comenzó a buscar a los suyos, y al poco tiempo había reunido a sus hijas y a su sobrina. No quería que Borís se les uniera, porque donde ellas estaban había varias bombas grandes, y su hijo correría menos peligro con sus compañeros. Pero cuando él la vio no hizo caso de las señas que le hacía para que permaneciera donde estaba. "Se lo mostraré en un esquema que he hecho". Nadezhda se vuelve hacia la cama de Borís y dice: "Hijito, te tomaré un cuaderno, ¿bueno?".

"Cuando ocurrió la explosión, las esquirlas mataron de inmediato a mi Vera y dejaron mal herido a Borís. Irina se salvó porque estaba detrás de una señora muy gorda. A mí me sangraba la cabeza, el brazo derecho estaba herido y no oía nada. Vera yacía sin vida; me acerqué a Borís, lo comencé a tocar y le encontré dos orificios en el cuerpo. En esto los terroristas ordenaron a los que habíamos sobrevivido que saliéramos. Traté de tomar en brazos a Borís, pero no pude. Pensé en arrastrarlo, pero ¿cómo iba a hacerlo sobre los cuerpos sangrantes de mis alumnos? Pedí ayuda, nadie reaccionó. Entonces apoyé a Borís contra la pared y le dije: 'Ahora vuelvo a por ti. Saco a Irina y a Anna y regreso'. No podía responderme, pero todavía estaba con vida. Cuando hube dejado a las niñas en el comedor, quise volver al gimnasio, pero un terrorista me cerró el paso; insistí y traté de pasar, pero me dio un culatazo por la espalda".

Encontró a Borís y a Vera dos días más tarde, en la morgue. No le mostraron los cuerpos -más tarde había estallado un incendio en el gimnasio-, pero reconoció los restos de sus vestimentas. Un forense trató de tranquilizarla: "Su hijo ya estaba muerto cuando las llamas envolvieron el gimnasio". Y antenoche Borís se le apareció en sueños: "No llores, mamá, no sentí dolor, nada me duele".

Varias decenas de personas se concentraron ayer ante la Embajada de Rusia en Madrid bajo el lema "Chechenia, demos una oportunidad a la paz". Los manifestantes expresaron su solidaridad con las víctimas de Beslán y criticaron la política del presidente Putin.

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