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BIOLOGÍA | La proteína como agente infeccioso

La creación de un prión artificial causa revuelo en la comunidad científica

Una proteína puede ser un agente tan infeccioso como un virus o una bacteria, a pesar de no tener genes. El principal defensor de esta revolucionaria idea es Stanley Prusiner, que propuso hace ya casi dos décadas que unas proteínas mal plegadas a las que llamó priones son las únicas causantes de enfermedades del tipo de la encefalopatía espongiforme bovina -EEB, el mal de las vacas locas y la enfermedad de Creutzfeldt- Jakob en humanos-. Pero nadie había conseguido demostrar de forma definitiva esta teoría. Ahora podría haberlo hecho un equipo liderado por el propio Prusiner, que ha generado una encefalopatía en ratones sanos tras infectarles con un prión artificial, sintetizado en el laboratorio. El trabajo, publicado en Science en agosto, ha generado polémica por sus implicaciones y porque no todos lo consideran concluyente.

Según Prusiner, premio Nobel de Medicina en 1997 por el descubrimiento de los priones, las encefalopatías espongiformes y enfermedades similares se producen cuando una proteína llamada PrP, presente en todos los organismos sanos, adquiere una conformación errónea, convirtiéndose así en un prión. Éste se propaga induciendo de alguna forma a las copias sanas de PrP a plegarse mal también. Los investigadores logran reproducir el proceso en animales sanos inyectándoles tejido cerebral de animales enfermos, pero eso no se considera una prueba definitiva de la teoría de Prusiner: ¿Cómo estar seguros de que se inoculan sólo priones, y no un nuevo tipo de virus? La opción de aislar el prión en el tejido enfermo para inocularlo separadamente no es posible, porque los priones se amalgaman formando fibras insolubles e imposibles de cristalizar.

La hipótesis de que una simple proteína puede ser un agente infeccioso necesita pruebas muy sólidas, y el propio Prusiner había sugerido hace tiempo cómo obtenerla: sintetizar un prión artificialmente e infectar con él un organismo sano. Pero, a pesar de que se sabía ya cómo hacer que la proteína PrP adquiera su configuración de prión, a la hora de infectar animales el experimento fallaba. Y la polémica sobre si los priones son la única causa de las EEB crecía.

Lo que han hecho ahora Prusiner, Giuseppe Legname y otros, de la Universidad de California, ha sido "forzar el sistema", explica María Gasset, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, experta en priones. Los investigadores emplearon ratones transgénicos que producen 16 veces más cantidad de la proteína PrP, que es la que puede convertirse en prión. Eso les hace especialmente susceptibles de desarrollar la enfermedad. Es más, los animales producen sólo el fragmento de la proteína que se sabe que tiene mayor tendencia a plegarse mal. Fue ese fragmento el que se utilizó como agente infeccioso, tras sintetizarlo con técnicas biotecnológicas e inducirlo a plegarse incorrectamente. Es decir, el experimento consistió en inyectar el fragmento más infectivo de la proteína PrP sintetizado artificialmente en ratones muy susceptibles de desarrollar la enfermedad, pero totalmente sanos en el momento de la inyección. Si enfermaban, la causa debía estar en el fragmento de proteína inyectado.

Al cabo de unos años no sólo los primeros ratones inoculados habían enfermado, sino también otros a los que se inyectó tejido enfermo de los primeros. Para los autores esto demuestra que los priones son los únicos culpables de la enfermedad. Pero no todos están de acuerdo.

El resultado, presentado en mayo pasado en París en una reunión científica, ha creado bastante revuelo, explica Gasset. Uno de los puntos débiles, según algunos, es que los primeros ratones inoculados tardaron más de un año -entre 380 y 660 días- en mostrar los primeros síntomas; de hecho, los investigadores estaban a punto de concluir el experimento dándolo por fallido. Otros críticos indican que tal vez los ratones transgénicos con exceso de PrP desarrollen la enfermedad por sí, solos, sin necesidad de inyectarles nada. John Collinge, del University College de Londres, alega que eso ocurrió en ratones con los que él trabajaba y que producían 10 veces más PrP de lo normal. Otros críticos sugieren incluso que los resultados son simplemente fruto de la contaminación. "Es un trabajo muy importante, porque empiezas con un sistema in vitro y acabas reproduciendo lo que ocurre en la naturaleza. Pero en el campo de los priones la solidez se alcanza cuando los resultados se repitan en varios laboratorios", dice Gasset

Prusiner responde a las críticas diciendo que de haber contaminación también se habrían infectado los ratones de control. La lentitud con que aparecen los primeros síntomas se debería además a que la infección con un prión sintético es simplemenente poco eficiente: la primera inoculación tal vez contenía pocos priones. Eso explicaría que nadie hasta ahora haya logrado infectar ratones normales con priones puros naturales. Según Legname, el equipo investiga ya cómo acortar el periodo de latencia.

También se discuten las implicaciones del trabajo. De confirmarse sería la primera vez que se demostrara la infectividad de una proteína sola. ¿Significa eso que proteínas producidas por ingeniería genética, un proceso de lo más habitual actualmente, podrían convertirse en agentes infecciosos? Las consecuencias sanitarias serían imprevisibles. Los comentarios en las revistas científicas, no obstante, indican que el debate no tiene visos de cerrarse pronto.

Los priones sanos (izquierda) cambian de forma y se apilan en fibras que producen los síntomas de la encefalopatía espongiforme.
Los priones sanos (izquierda) cambian de forma y se apilan en fibras que producen los síntomas de la encefalopatía espongiforme.G. LEGNAME / SCIENCE

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