La Intifada de los presos palestinos
Centenares de prisioneros en cárceles israelíes mantienen desde hace 15 días una huelga de hambre contra los malos tratos
"Tengo dos hijos en prisión. Uno, sentenciado a cuatro años, y otro, a 28 años, estoy aquí en solidaridad con ellos y con los 8.000 prisioneros palestinos". Raudah Odeh es una de las muchas madres palestinas que estos días se manifiestan y se suman a la huelga de hambre en solidaridad con los presos palestinos en cárceles israelíes. Odeh, de Jerusalén Este, habla con la seguridad que da la experiencia de cinco años en prisión. Tiene 56 años. Los últimos 30 meses los ha vivido pendiente de dos de sus hijos, detenidos cuando tenían 17 y 23 años. Junto a ella, medio centenar más de mujeres y 70 hombres se reúnen en la tienda erigida junto a la sede de Cruz Roja Internacional en Jerusalén Este, que se ha convertido en punto de encuentro de los palestinos de la Ciudad Santa.
La Cruz Roja ha advertido de que no se puede alimentar por la fuerza a los presos
El 15 de agosto, 1.500 presos palestinos "de seguridad" iniciaban una huelga de hambre en tres prisiones israelíes, que después se extendió a todos los recintos carcelarios, para protestar por las condiciones de detención a las que son sometidos. El detonante de la protesta ha sido la llegada al cargo del jefe de prisiones de Israel, Yaacov Granot. A lo largo del último año, Granot ha intensificado su particular lucha contra los "prisioneros de seguridad", que para Israel son "terroristas" juzgados según la legislación criminal.
Los datos del Servicio de Prisiones israelí reflejan que estos presos que "atentan contra la seguridad del Estado" son unos 3.800, aunque el Comité Internacional de la Cruz Roja tiene censados a 7.606. Pero para las organizaciones de defensa de los derechos humanos y la Autoridad Palestina son "prisioneros de guerra" a los que se debe aplicar la IV Convención de Ginebra.
La huelga de hambre "a muerte" tiene por objeto lograr que el Servicio de Prisiones israelí satisfaga 57 demandas. Entre ellas, recuperar el uso de los teléfonos públicos en las cárceles, que Granot suprimió hace un año, al igual que los móviles, por considerar que los presos "de seguridad" los empleaban para organizar ataques contra civiles israelíes. Granot también ordenó instalar mamparas de cristal -opacas y que impiden ver el rostro de los seres queridos- que separan a reos de familiares. Entre las peticiones también se exige el fin de los cacheos cuando están desnudos y de los malos tratos. Se pide el cese del uso de gases lacrimógenos en las celdas, de la intimidación con armas y de la imposición arbitraria de multas por supuestas infracciones.
Addameer, una asociación de derechos humanos palestina, denuncia las dificultades que existen para las visitas familiares. Este hecho ha empujado mayoritariamente a los presos a unirse a la huelga (los datos apuntan a que los 8.000 prisioneros palestinos han participado en un momento u otro en el ayuno). "En muy pocas ocasiones se consiguen permisos de visita y cuando se hace sólo afecta a la familia en primer grado: padres, mujer, hijas y hermanas. Los hermanos e hijos que tienen edades comprendidas entre los 16 y los 60 años no pueden visitar a sus familiares", denuncia Yehan Jarrar, portavoz de la asociación.
Este ayuno voluntario ha molestado a las autoridades israelíes, que, rápidamente, confiscaron cigarrillos -que aplacan el hambre-, líquidos -salvo el agua- o sales -indispensables para sobrellevar una huelga de hambre prolongada-. "En lo que a mí respecta, pueden hacer huelga por un día, una semana, un mes o incluso morirse", señaló el ministro israelí de seguridad interior, Tsaji Hanegbi.
Para Tyr, de 35 años, con un hermano y dos primos en prisión, se trata de una lucha por la patria, donde todos deben involucrarse. "Sólo tomamos leche y agua y dormimos en los lugares que nos ha cedido la Cruz Roja. Algunos duermen en casa porque tienen que hacer frente a responsabilidades familiares y a sus trabajos", dice. Para quebrar la voluntad de los huelguistas, los primeros días se cocinaron viandas frente a las celdas. Hubo incluso amenazas de alimentarlos por la fuerza, pero la Cruz Roja advirtió que "no se puede alimentar por la fuerza a los palestinos en huelga de hambre", señaló el portavoz de la organización en Jerusalén, Simon Shorno.
De momento son 2.600 palestinos los que permanecen en huelga, según el Club de Prisioneros Palestino, aunque el Servicio de Prisiones israelí señala que, tras 17 días de ayuno, son 1.500 prisioneros los que ayunan, tras el abandono de otros 600, en una acción que la población palestina describe como "resistencia contra la ocupación". Odeh lo resume así: "Sabemos que nuestros hijos en prisión son héroes, creen en su patria, en su lucha y serán los ganadores".
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