"Amenábar cree más en mí que yo misma"
En el jardín de un lujoso hotel madrileño, Belén Rueda fuma sin parar unos pitillos muy delgados mientras promociona su primera película.
Y lo primero que dice es: "No hay vida sin muerte".
Pregunta. Eso decía el gallego Ramón Sampedro para que le dejaran morir en paz. Y por cierto la película tiene un curioso final feliz: muere el bueno.
Respuesta. ¡Claro, porque él quería! ¡Libertad! Pero hay varios factores más en ese final: Ramón consigue lo que quiere, pero sabe que no es el final obligado de todos los que están como él. ¡Hay otras elecciones que pueden ser igual de felices!
P. Pero eutanasia ¿sí o no?
R. Es un debate muy delicado y muy complicado, porque si en la intimidad no se habla de la muerte, más difícil aún es hablar en público y establecer reglas o leyes que sirvan para todos. Somos dueños de nuestra vida y de nuestra muerte, pero también Sampedro, en su lucidez, dijo que algunas enfermedades pueden llevarte a tomar decisiones precipitadas, que la depresión puede no dejarte ver con claridad... Creo que debería haber una eutanasia bien regulada, con apoyo de psicólogos, familiares y gente que está en esa misma o parecida situación. Cuando los enfermos intentan explicar a alguien sano su situación, siempre aparece la compasión. Pero si hablan de igual a igual ellos no tienen que explicar ciertas cosas, comparten el dolor, el abandono, el amor...
P. ¿La película marcará un antes y un después para usted?
R. No lo sé, de momento me sobrepasa. La he visto ya tres veces y no soy capaz de verme como espectadora. Me fijo mucho en los fallos, pienso que alguna escena debí hacerla diferente...
P. Pero el salto a la pantalla grande habrá sido un cambio...
R. ¡Claro, sobre todo porque tienes dos meses y no dos minutos para estudiarte el guión! No me lo creía... ¡Y ese silencio en el rodaje! Acabé de rodar, al día siguiente tuve que ir a grabar la serie de la tele, ya serrana perdida, y me encontré con cuatro guiones de golpe, ¡y encima el Bonilla y el Resines estaban más burros que nunca!
P. ¿Qué le dijeron?
R. Que estaba un poco pedorra, un poco intensa. Y era verdad. Me duró un mes. Les echaba unas broncas sin sentido a mis hijos de la serie...
P. ¿La tele estresa?
R. Sí, la verdad es que esos meses emitíamos casi en directo, acabamos un poco achicharrados. Y eso, como método, no es muy bueno...
P. ¿De niña quería ser actriz?
R. Arquitecta. Estudié dos años pero lo dejé. Antes de eso, como era muy tímida, y esto lo dicen todos pero yo realmente lo era, hice un curso de arte dramático en Alicante, y pensé: "Esto no es lo mío".
P. ¿Y por qué dejó la carrera?
R. Me fui a vivir a Italia.
P. Ya.
R. Me casé.
P. ¿Contra un italiano?
R. ¡Él contra mí! Pero hablo italiano fluido.
P. La cama, gran escuela.
R. Sí, gran comunicación.
P. ¿Y después?
R. Iba y venía, iba y venía, y al final me volví. Puse una escuela de ballet, tenía formación de ballet clásico y español. Y luego empecé en la tele.
P. ¿Culo inquieto?
R. ¡Nos ha jorobao!
P. ¿Y cómo empezó?
P. Con José Luis Moreno, en VIP. Duré cuatro meses.
P. ¡Vaya debut!
R. Moreno es único y ha ido evolucionando: lo que hacía sin querer ahora lo hace a conciencia. Es muy especial, pero no es mi estilo.
P. ¿Y el italiano?
R. ¿El profesor o el idioma?
P. El profesor.
R. Se quedó. Entonces empecé con Emilio Aragón. Y luego con Coronado: Periodistas. Dicen que no se parecía nada a la realidad ¡pero nadie se la perdía!
P. Así que lo suyo es triunfar en prime time.
R. No, pero por suerte sólo quedan los triunfos. Aunque la verdad es que Globomedia se curra bastante las series.
P. Eh, eh, eso suena a publicidad.
R. Bueno, Dani, mi ex marido, es socio de Globo y...
P. ¿La pensión?
R. ¡Por lo que pueda pasar!
P. Así que había algo de enchufe.
R. Bueno, elegía lo que me gustaba, y como la comedia es mi asignatura pendiente, procuraba ir donde hubiera maestros... Al principio no sabía de interpretación, pero luego me lo curré mucho con Luisa Martín, la Juani de Médico de familia, y empecé a orientarme. Antes de Periodistas me ofrecieron una serie fuera de Globo, pero estaba embarazada, la niña nació mal y ya no pude hacerla.
P. ¿Mal?
R. Se murió al año, nació con una cardiopatía muy grave.
P. Tiene más hijos, ¿no?
R. Sí, dos niñas, de 10 y 5. Ella habría estado en medio.
P. Debió ser muy duro.
R. Lo peor que me ha pasado. La muerte de un hijo se supera, pero no se olvida.
P. ¿Qué cree que vio en usted Alejandro Amenábar?
R. El papel tiene una gran carga emocional, y según ha dicho, él quería darle mucha intensidad y naturalidad, así que supongo que es eso lo que le gustó de mí, la naturalidad.
Alejandro cree en mí más que yo misma y se lo agradezco mucho.
La suerte con el cine es que tienes más tiempo para desarrollar bien tu papel. Fueron tres meses de ensayos y dos de rodaje... Y ahora me parece que desaparecí.
P. Igual a su ex se lo pareció también...
R. Sí, la película ha sido muy importante para mí. (Risas) Y no sólo a nivel personal. (Risas). Sampedro desprende una paz...
P. ¿Y usted cómo va de paz?
R. Ya llegará...
La naturalidad flaca
Nacida en Alicante hace 39 años, Belén Rueda se ha convertido en una de las actrices más populares del país gracias a la fiebre de las series de televisión (Médico de familia, Periodistas, Los Serrano...). Ahora ha dado el gran salto al cine de la mano de Alejandro Amenábar y junto a Javier Bardem en Mar adentro, la terrible y maravillosa historia del tetrapléjico Ramón Sampedro, que se estrena el próximo viernes. Rueda ha dado a su papel ese plus de naturalidad que quizá le viene del carácter: es simpática, expansiva y directa, y se quita importancia con una ironía que no esconde un punto melancólico. Atractiva y muy alta, extremadamente flaca, Rueda sorprende por lo claro que habla.
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