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VIOLENCIA EN IRAK

Un líder espiritual discreto y pragmático

A principios de agosto, el gran ayatolá Alí al Sistani, que apenas había salido de su feudo de Nayaf desde hacía años, viajó a Londres para someterse a un tratamiento médico. De forma casi simultánea, estallaron los combates entre milicianos del clérigo radical Múqtada al Sáder y las tropas de EE UU. Después de tres semanas de asedio, el regreso de Al Sistani a Nayaf se había convertido en la última alternativa para salir de la crisis. La expectativa estaba a la altura de su influencia entre los chiíes. Ya en mayo, cuando la insurrección se había extendido a todo el sur, su intervención fue clave para lograr un alto el fuego entre las tropas de EE UU y los milicianos.

Alí al Sistani, nacido hace 74 años en la ciudad iraní de Mashad, es el primer maryá, o guía espiritual, de la comunidad chií en Irak. Sucedió en ese cargo a Mohamed Sadeq al Sáder, el padre de Múqtada al Sáder, asesinado por Sadam en 1999. Es uno de los cinco grandes ayatolás, y como tal está acreditado para interpretar los textos religiosos y guiar a los fieles.

Al Sistani representa una corriente conservadora moderada dentro del chiísmo. Llama a la instauración de una república islámica en Irak, pero rechaza el modelo iraní de Estado teocrático al defender la separación de lo religioso y lo político. Siempre ha mantenido un perfil bajo, especialmente durante el régimen de Sadam Husein. Estuvo entonces mucho tiempo bajo arresto domiciliario, pero evitó atacar abiertamente al Gobierno, una actitud que le valió las críticas de los jóvenes radicales.

No tomar las armas

Ante la invasión de Irak, Al Sistani ha adoptado una postura moderada y pragmática. No condenó la ocupación y evitó hacer pronunciamientos políticos, instando a los chiíes a no tomar las armas. Apenas ha aparecido en público. Recibió a miembros del Consejo de Gobierno nombrado por EE UU y a representantes de la ONU, pero siempre se ha negado a entrevistarse con Paul Bremer, el ex jefe de la autoridad de ocupación.

Desde el otoño, sin embargo, Al Sistani se ha hecho cada vez más crítico con la política norteamericana en Irak. Rechazó en un primer tiempo el traspaso de poder a un Gobierno provisional designado por EE UU: "Queremos elecciones libres, no nombramientos". Finalmente aceptó al nuevo Ejecutivo a regañadientes, tras forzar a Washington a aceptar la celebración de elecciones en 2005.

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