Rumbo a lo desconocido
Anteriormente a éste, Isabel Soler había dado a la imprenta un libro de todo punto excelente, El nudo y la esfera (Acantilado, 2003), en el que acometía un asunto fascinante: el modo en que cambió el conocimiento de la realidad a partir de los viajes de los navegantes portugueses de los siglos XV y XVI, hombres de cultura occidental que se adentraron en espacios nuevos a través del peligro y la aventura y que se vieron obligados a entender otros modos de vida y otras geografías con el consiguiente impacto en su mentalidad y en su sociedad. El viaje como cambio de una concepción del mundo.
Los mares náufragos parte de la recopilación de naufragios hecha por Gomes de Brito en el siglo XVIII (el libro reproduce cuatro de ellos, traducidos por la autora) durante los viajes que los navegantes portugueses dedicados al comercio hicieron por la llamada Carreira de Índia, esto es, la ruta de Portugal a las posesiones de Goa y Cochim y viceversa; un viaje larguísimo, a veces de año y medio si la adversidad de las condiciones les hacía recalar en puerto, que comienza después del año de 1486 en que Bertomeu Dias dobló el cabo de Buena Esperanza y abrió el camino a la India. Y si la ruta era difícil y dura, más dura se hizo a partir de finales del XVI y principios del XVII, cuando ingleses y holandeses piratearon las naves portuguesas mientras entraban en competencia con las naves portuguesas las naciones que los protegían y alentaban: los piratas no sólo robaban mercancía sino también los documentos de navegación que a los portugueses les había costado tanto establecer.
LOS MARES NÁUFRAGOS
Isabel Soler
Acantilado. Barcelona, 2004
288 páginas. 16 páginas
El de naufragios es un género literario que tuvo un gran éxito en Portugal porque, en primer lugar, eran sucesos que afectaban a la nación entera y además porque eran relatos de verdad que se enfrentaban a las crónicas oficiales de hazañas patrias en el mar. También son historias que por sí mismas denuncian la avaricia, la ineptitud, la corrupción y la mala administración del mayor negocio de la nación debido a la codicia de comerciantes y funcionarios que no dudaban en sobrecargar un barco para doblar sus beneficios. Y, por último, se convierten en un manual de supervivencia para tanta gente obligada por su destino y el de su país a embarcarse en esta terrible singladura. Isabel Soler va analizando en un trabajo impecable y absorbente el desarrollo de la empresa que ocupó a una nación entera durante tres siglos, no sólo referido a los avatares de los navegantes sino también a la sociedad que los despide y los espera. y que recibe la noticia del desastre como algo propio cuando éste se consuma. Porque no sólo son relatos escalofriantes en cuanto al dolor y el desamparo sino que también tienen un punto moralizante en la medida en que dan cuenta del heroísmo ante la adversidad. Es excelente el análisis que hace respecto a la apelación a Dios que se produce, en circunstancias tan extremas, no sólo por las creencias religiosas sino como defensa ante la nada (ésta es una visión dramática de enorme importancia). El náufrago elabora una conclusión cristiana de su infortunio porque lo atribuye al sentido del pecado y de la culpa. "Sin la esperanza de Dios, la soledad física sería también existencial". En esta esperanza desesperada aparece también el contrapunto del Mal, pues no hay otro modo de aplicar el horror de lo que se está viviendo. Se aferran a Dios, pero constatan la existencia del Mal.
Pero no sólo el mar se tra-
ga a los hombres; también la tierra a la que arriban los supervivientes es un enemigo implacable. "El náufrago, que cuando empieza a rugir la tempestad se siente inmerso en lo ingobernable, cuando consigue llegar a tierra, se ve entregado a lo desconocido. Inicia ahí su errancia y extravío, y asimismo inicia su metamorfosis absorbido por el espacio que lo transforma y que paulatinamente lo va desprendiendo de sus elementos identificatorios. Su vagabundeo sin límite y el esfuerzo por sobrevivir harán que los náufragos entren en un proceso de pérdida de la identidad que los irá acercando al salvajismo hasta que ni siquiera sean capaces de reconocerse a sí mismos". Este paso de la civilización al estado salvaje como degradación de todo un concepto de vida es estremecedor porque atenta a sus raíces mismas. Así es como, paso a paso, va desmembrando Isabel Soler los contenidos profundos de aquellas crónicas que se vendían en hojas sueltas por todo el país hasta que Gomes de Brito decidió recopilarlas. El lector del libro de Gomes de Brito es un lector dieciochesco al que estas historias le ofrecen, como dice la autora, un relato de género, pero en su época fueron documentos de un impacto social extraordinario pues la nación entera dependía del comercio de la Carreira de Índia y siempre había parientes o conocidos embarcados en la aventura.
Pero la fuerza del drama sigue ofreciendo lectura para lectores de cualquier época. Siendo ésta nuestra la de la inseguridad, resulta inquietantemente actual cuando la autora reflexiona acerca del náufrago. "Su única arma es la lucha hasta el fin por la vida en un mundo que no le pertenece. El náufrago demuestra que en el mundo no hay serenidad y que todo es movimiento, y el desamparo, la angustia y la soledad serán los sentimientos que este mundo le inspira, y serán también la escuela en la que aprenderá su propia vulnerabilidad". Un libro insólito, distinto, apasionante; unas narraciones conmovedoras e impresionantes; y, por parte de Isabel Soler, una lección de lectura del mundo entre tanto texto publicado que sólo se lee a sí mismo.
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