Oh là là, el 'glamour' de las ministras
Las ocho ministras del actual Gobierno tienen glamour. Lo han demostrado en una estupenda foto de Vogue. Felicidades. Mejor para ellas, sus parejas y sus amistades. Lo extraño es que hayan considerado que era necesario que el resto de los españoles nos enteráramos de ello, como si a los ciudadanos de este país nos importara que los ministros (y las ministras) sean glamurosos. La prueba de que no es así está en Pedro Solbes.
Saber que las ministras son capaces de posar llenas de elegancia y de encanto es tan interesante como saber si tocan el piano o el clarinete o son unas hachas cosiendo a máquina. Seguro que es algo estupendo para ellas y sus familiares, pero da exactamente igual a la hora de ocupar un puesto público y de requerir nuestra confianza: a la mayoría de los ciudadanos nos da lo mismo que las ministras sepan cantar o que desafinen como una orca. Y desde luego no necesitamos para nada oírlas en coro.
La cosa no tiene mayor importancia y desde luego sería un disparate que llegara al Congreso. Lo único interesante sería saber por qué lo han hecho, y eso no es objeto de una pregunta parlamentaria sino de una charla personal. ¿Por que han aceptado posar y someterse juntas a una pesada sesión de estilismo, siendo como son mujeres de caracteres e historias personales muy diferentes?
¿Acaso creyeron que por el hecho de ser ministras, mandar y ejercer el poder alguien iba a pensar que no son muy femeninas o muy atractivas y que era necesario "contrarrestar" esa imagen de eficiente y novedoso Gobierno paritario con otra de clásica seducción? ¿Es posible que esas ocho estupendas mujeres tengan complejo?
Esperemos que exista otra explicación todavía más tonta. Por ejemplo, una relacionada con asesores de imagen empeñados en demostrar las enormes ventajas políticas que puede reportar entre el electorado español la modernidad, el desparpajo y el aspecto cool and fashion del nuevo Gobierno socialista.
Los ministros deberían informar a sus colegas femeninas que es precisamente el ejercicio del poder lo que, para bien o para mal, suele proporcionar a los seres humanos un atractivo añadido. Sin necesidad de pieles ni de chaise longue.
Por eso no se han juntado los ocho ministros para posar en seductoras poses de galán de cine ni tan siquiera, aprovechando los Juegos Olímpicos, encestando canastas imaginarias, colocando un potente smash tenístico o con el mono de cuero y el casco de la moto en la mano.
Y si pese a todo las ministras consideran necesario seguir ilustrándonos periódicamente y en grupo con esa agradable faceta artística, quizás sería interesante que dejen de utilizar como telón de fondo el porche de la Moncloa. Allí se supone que trabajan ellas mismas y que cada semana despliegan seguramente mucho menos glamour. Algo que, a la mayoría, no nos preocupa ni lo más mínimo.
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