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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Irán, rumbo de colisión

Irán se encamina rápidamente a un enfrentamiento con el Consejo de Seguridad a propósito de su programa nuclear, definido por Teherán como civil pero sobre el que existe toda clase de evidencias que apuntan al arma atómica. El tono del diálogo iraní con Europa, mediadora en este terreno entre EE UU y el régimen islámico, se ha degradado enormemente en las últimas semanas. Para empeorar las cosas, Teherán acaba de anunciar que sus misiles más evolucionados están ya en condiciones de alcanzar cualquier lugar de Israel.

Londres, Berlín y París negociaron con Irán el otoño pasado que, a cambio de evitar verse ante el Consejo de Seguridad, el régimen de los ayatolás renunciaba al enriquecimiento de uranio y descubría los entresijos de su programa atómico secreto, revelado por informaciones de grupos opositores y las investigaciones de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. El pacto es ahora papel mojado, después de reiteradas críticas de la agencia de la ONU a su incumplimiento y obstrucciones a sus inspectores. Teherán -desde febrero de este año en manos de los ultraconservadores- ha reanudado el ensamblaje de centrifugadoras capaces de enriquecer uranio para uso armamentista. La construcción de centrifugadoras no es ilegal según el Tratado de No Proliferación Nuclear, del que Irán forma parte, pero sí su uso militar.

El presidente Bush no es ajeno a este desentendimiento alarmante con su negativa a considerar siquiera la posibilidad de conversaciones bilaterales directas sobre el tema. La posibilidad de un enfrentamiento es más acusada después de que el espionaje estadounidense haya concluido, según recientes informes clasificados, que los esfuerzos diplomáticos de EE UU para detener los programas armamentistas de Irán y Corea del Norte han servido para bien poco.

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Disuadir a Irán será cada vez más difícil a medida que vaya avanzando en sus designios. Urge, por tanto, que Washington, sea quien fuere el próximo presidente, dé al régimen de los clérigos opciones concretas y aceptables para que renuncie de forma permanente y verificable a la tecnología atómica bélica. Las repercusiones de un Irán nuclear en un marco geopolítico como el de Oriente Próximo son difícilmente exagerables. Una de ellas, evidente, es que Israel, que ya bombardeó en 1981 el reactor de Osirak, no va a esperar a que Teherán tenga la bomba para volver a intentarlo.

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