El médico, el soldado y el diplomático...
La crisis de Darfur, todos lo presentimos, puede llevar a una catástrofe humana. Más aún, amenaza incluso la estabilidad y la seguridad de una región neurálgica del continente africano.
En efecto, Sudán es el mayor país de África, situado en la encrucijada de los mundos árabe y africano. La guerra que se libra en el sur desde hace más de 20 años es, en gran medida, un símbolo del combate entre musulmanes y cristianos. Frente a Arabia Saudí, donde se unen la franja del Sahel y las costas del mar Rojo, Sudán, que limita con nueve países africanos, está en el corazón de las tensiones que agitan este continente. En cuanto a Darfur, región musulmana y esencialmente africana, la crisis que atraviesa hoy añade una dimensión adicional: la de un enfrentamiento posible entre árabes y africanos. La amenaza no apunta sólo a la integridad del país; afecta también al conjunto de una región especialmente inestable. A este respecto, las manifestaciones contra una intervención extranjera que acaban de tener lugar en Jartum constituyen una advertencia. ¿Acaso el propio Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no reconoció, en su resolución 1.556, que "la situación de Sudán supone una amenaza para la paz y la seguridad internacional"?
Muy pronto, Francia midió la gravedad de los desafíos planteados por esta región. No ha esperado para movilizarse. Mi predecesor, Dominique de Villepin, fue el primer representante de una potencia extranjera que acudió, el pasado mes de febrero, a Chad y luego a Sudán para abordar la cuestión de Darfur. Al acudir yo mismo el pasado 27 de julio a El Fasher, quise dar testimonio del apoyo de nuestro país al compromiso lleno de determinación de la Unión Africana.
La urgencia es ante todo de carácter humanitario y nosotros hemos respondido sin vacilar. Desde diciembre de 2003, Francia ha apoyado la acción de las ONG que ya estaban presentes en Darfur y que realizan un trabajo formidable, soy testigo de ello. Hoy, la ayuda global de Europa asciende ya a más 220 millones de euros, es decir, más del doble de la ayuda estadounidense. Frente a más de un millón de desplazados en territorio sudanés y casi 200.000 refugiados en Chad, la prioridad es el acceso de los operadores humanitarios y el transporte de la ayuda a las poblaciones amenazadas. Por eso Francia financia en la actualidad dos aviones de gran carga para transportar a Sudán la ayuda humanitaria y acaba de movilizar a sus fuerzas presentes en el Chad para hacer lo propio al otro lado de la frontera. Por otra parte, yo he insistido ante la Unión Europea para llevar hasta allí sin más dilación helicópteros pesados y asegurar el mismo tipo de transporte.
Este esfuerzo humanitario debe ir acompañado de una ayuda en seguridad. Es la otra prioridad, se trate de la seguridad de los operadores humanitarios, de los observadores del alto el fuego o de las poblaciones amenazadas hoy en los campamentos, así como en el futuro cuando traten de regresar a sus poblados. A este respecto, Francia también se moviliza con sus soldados en el Chad, que realizan a lo largo de la frontera una misión de apoyo a la acción de observación de la Unión Africana. Michèle Alliot-Marie [ministra francesa de Defensa] estuvo allí hace unos días y se ha entrevistado con los militares franceses y los responsables humanitarios.
Pero la urgencia es también, y sobre todo, política. Porque no habrá solución duradera al conflicto de Darfur sin un acuerdo político. Por ello es imperativo -y la resolución del Consejo de Seguridad lo subraya claramente- presionar para que todas las partes, tanto los movimientos rebeldes como las autoridades de Jartum, respeten el alto el fuego negociado el pasado abril en Yamena y participen seriamente en las negociaciones iniciadas el pasado 15 de julio en Addis Abeba por la Unión Africana.
Este proceso político será forzosamente largo y difícil. Las raíces del conflicto que sacude actualmente a Darfur son antiguas. Pero hoy el objetivo es asegurar una salida definitiva a la crisis, con la preocupación de garantizar la estabilidad regional y evitar un enfrentamiento entre el islam y Occidente que algunos desean.
Que nadie se engañe. Ni "discreta", ni "limitada", la diplomacia francesa quiere ser ante todo eficaz frente a estas tres prioridades. Y pretende respetar unos principios indiscutibles:
1. En primer lugar, apoyamos de forma decidida la búsqueda de una solución africana. La comunidad de África en su conjunto, reunida en la Unión Africana, se ha movilizado ante la cuestión de Darfur. Nosotros la apoyamos con determinación, incluida su voluntad de acercarse a los países de la Liga Árabe para definir juntos el camino de un posible acuerdo.
2. Apoyamos el diálogo entre todas las partes en conflicto. La paz en Sudán no se hará sin Sudán, y menos aún contra él. Se hará con todo Sudán, tanto con las autoridades gubernamentales como con los movimientos rebeldes. Hoy hay que avanzar por la vía de la negociación, que sigue siendo la única capaz de conducir a una paz duradera.
3. Al mismo tiempo, insistimos en la necesidad de respetar los compromisos adquiridos. La comunidad internacional se ha movilizado con fuerza en el ámbito político y financiero para ayudar a buscar una solución en Darfur. A cambio, tiene derecho a esperar, por parte de las autoridades sudanesas y de los rebeldes, que den pruebas de responsabilidad y que mantengan la palabra dada. Esto significa, en particular, que el Gobierno sudanés desarme a las milicias, detenga y luego lleve ante la justicia a sus jefes y sus cómplices. Además, esto implica que los movimientos rebeldes respeten el alto el fuego y vuelvan a sentarse en la mesa de negociaciones. Y el deber de todos nosotros es actuar, cada uno a su manera, cada uno en su ámbito, para convencer a ambos bandos de rechazar la política de lo peor.
4. Hemos elegido una acción realista y progresiva. Para el conjunto de la comunidad internacional, dar muestras de responsabilidad es poner en marcha un proceso político que tenga en cuenta la realidad del terreno. Probablemente, a través de una gestión por etapas, podemos esperar vencer las resistencias y disminuir la tensión. Las discusiones mantenidas por el representante especial de Kofi Annan para Sudán, Jan Pronk, y los primeros resultados registrados, concretos y precisos, van en este sentido y deben ser alentados. En las disposiciones previstas por la resolución 1.556 de Naciones Unidas, las sanciones no deben ser un objetivo en sí; son un medio para mantener la presión y obtener contrapartidas frente a gestos concretos que demuestren la voluntad sincera de avanzar por el buen camino. Debemos progresar por la vía de un acuerdo estableciendo un clima de confianza y no agravando las tensiones.
La Unión Africana y, junto a ella, la comunidad internacional, debe poner en marcha un dispositivo de observación apropiado para supervisar la aplicación del alto el fuego. Esto puede implicar un aumento del número de fuerzas previstas sobre el terreno y conducir a una evolución de su misión de protección hacia un papel de mantenimiento de la paz. No debe descartarse ninguna opción, siempre que sea resultado de una elección meditada por parte de los dirigentes africanos.
No seamos ingenuos: los desafíos que nos esperan en Darfur son inmensos. Y lo que está en juego en el corazón de esta región da testimonio, una vez más, de los enfrentamientos que amenazan a nuestro mundo. Para Francia, es una razón añadida para proponer este camino que se aleja tanto de la complacencia como de la intransigencia. Darfur y, más aún, África, necesitan diálogo, que se les escuche y se les preste atención. A nosotros nos corresponde apoyarles en la difícil búsqueda de una solución esencial para la estabilidad de todo un continente.
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