El COI expulsará a Slavkov
Preocupación y temor en la cúpula olímpica por si el escándalo del miembro búlgaro no es el único
Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), llegó el miércoles a Atenas aparentemente encantado de que los Juegos griegos puedan celebrarse al final sin mayores problemas tras los múltiples retrasos en la organización, pero su sonrisa era sólo de cara a la galería. Lo de menos es ya la tensión por la seguridad, si hay otro apagón de luz o demasiadas ovejas pastando al lado mismo de la mayoría de las instalaciones, recién terminadas. El médico belga está muy preocupado por el nuevo escándalo destapado por un programa de la BBC que empaña por enésima vez la credibilidad del organismo que quería dirigir con su higiene de cirujano. Hoy empieza la comisión ejecutiva del COI, que continuará mañana, y que tenía el dopaje, con la enorme cascada de casos producidos últimamente, como tema principal. Pero todo ha quedado oscurecido con la corrupción que no cesa. El grupo de élite del COI empezará a tratar el espinoso asunto, pero difícilmente tomará decisiones rápidas, según altas fuentes internas. Querría tapar lo antes posible el nuevo escándalo olímpico, pero no parece probable que vaya a precipitarse, porque incluso teme alguna trampa, y que existan más historias paralelas. Lo que sí parece seguro, de momento, es que Ivan Slavkov, el miembro búlgaro más manchado en el caso, será expulsado.
Los acontecimientos, sin embargo, se precipitaron ya bastante anoche cuando la comisión ejecutiva cambió todo su orden del primer día de reuniones hoy, para tratar el tema mañana y tarde, casi de forma monográfica. Va a escuchar, al menos, el primer informe de la comisión de ética, aunque no sea completo. Ante un problema tan delicado, las primeras intenciones eran que ni siquiera se tomara una decisión final en la 116ª Sesión, que se celebrará de martes a jueves ya con todos los miembros. El COI incluso podría esperar a la nueva reunión del plenario al final de los Juegos. Pero tampoco parece probable tanta dilación si puede depurar responsabilidades mucho antes. Sólo la cautela lo evitaría.
El programa de televisión, por ejemplo, no emitió gran parte del trabajo, del que sí se conoce que unos 30 miembros también son tachados de corruptibles. Pero podría no ser todo. Habría más entrevistados. Cabe recordar que antes de las durísimas quejas de Estados Unidos sobre la honorabilidad de los miembros del COI con motivo del anterior escándalo de Salt Lake City, las mayores críticas, con libros incluidos, fueron británicas.
Lo que sí ha trascendido ya desde las más altas instancias es que la comisión de ética, con las informaciones iniciales que obran en su poder, recomendará la expulsión de Slavkov. Es la opinión del senegalés Keba M'Baye, su presidente, uno de los miembros más veteranos y respetados del COI, ex presidente de la Corte Internacional de Justicia de La Haya y que hablará hoy ante la comisión ejecutiva en la que estuvo muchos años.
La mayor preocupación actual en el COI es la imagen que se ha vuelto a perder tras haberla recuperado, al menos en parte, después del anterior escándalo de Salt Lake City. La corrupción en forma de becas, viajes y regalos se saldó entonces con seis miembros expulsados y cuatro dimitidos, que en caso de no haberlo hecho así hubieran sido echados también. Uno de ellos, el keniano Charles Mukora, es también uno de los dos acusados en la última denuncia, que afecta a la elección de Sydney, en 1993, en Montecarlo, para los Juegos de 2000. El otro, el general ugandés Francis Nyangweso, quedó muy salpicado y se salvó de milagro, con una amonestación vergonzante. Su camino ahora podría ser también la puerta si existieran pruebas concluyentes, como ha publicado el periódico The Australian, de que recibió dinero del egipcio Mahmud el Faranawani, uno de los intermediarios que han pululado y pululan por los entresijos más sórdidos del proceloso paisaje olímpico, para votar a favor de la candidatura australiana. Porque cabe recordar que Sydney ganó aquellos Juegos a Pekín por un solo voto.
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