En mitad de la razón
Dentro de su ya dilatada obra, fruto de uno de los más significativos proyectos poéticos contemporáneos, estos dos nuevos libros de Juan Carlos Suñén (Madrid, 1956) forman parte de Tres mujeres, una trilogía cuyo tercer título, La habitación amarilla, está en proceso de escritura. Dos nuevas resoluciones textuales que hacen de la memoria un modo emocional de interpretación crítica. Surge así una escritura en constante progresión, que narra el mundo, su movimiento y su tensión constantes. Un yo poético que es espejo del ser y reflejo del estar, pues en su imagen coinciden rasgos y señales: "Llegar medianamente entero al último / realce de la última / letra de cada página es difícil. Lo fácil / es no leer esa curva: // lo lento de lo que viene / atándose a lo que no". Hay un esfuerzo épico por establecer un sentido a ese formar parte del mundo, al relato de una poética narrada de la constitución de un sujeto.
EL VIAJE DE TODOS
Juan Carlos Suñén
Dilema. Madrid, 2004
69 páginas. 6,50 euros
LA MISMA MITAD
Juan Carlos Suñén
DVD. Barcelona, 2004
50 páginas. 8 euros
El viaje de todos es un viaje hurtado al deseo del amor, a sus urgencias; un tiempo fuera del tiempo que, ni utilitario ni sometido a rendimiento, nace de ese principio romántico que en su interior esconde vida, materialidad y mundo: "Pero yo caigo lejos de los asibles, entre / los girasoles de la realidad". Por eso la memoria del sueño y la infancia, de la absoluta disponibilidad temporal. El acontecimiento es la separación, su desesperada esperanza. Desde ahí, en su articulación narrativa, nace la constitución de un sujeto que, al volverse sobre sí mismo, conforma su manera de ser y de estar.
Frente a la arrogancia, el va
cío de lo perdido; la apertura del no-estar frente a la falsificación de un lenguaje que da todo por esclarecido: "Lo probado / no importa, sé que pongo / esta uña en tu miedo y lo justo / es el calor de entonces". Un viaje que despliega sus huellas, su escritura, y en ese movimiento se constituye la propia historia del yo poético, con lo que este viaje se muestra también, como la búsqueda de un lenguaje que es, a la vez, una forma de sentido: "No te convertiré en evocación, idea". El yo vacío frente a un mundo abierto que, al fondo, sólo topa con el olvido de la muerte: "Si se cumpliera su cielo / encontraría una vida / entre la muerte y morir". Tanto como que el futuro es posible.
La fuerza de La misma mitad está en sus reliquias del mundo, en la geografía de sus espacios, en los signos de humanidad que aparecen debajo de la conciencia y que el poema formula. Y en su mirada política, en la traza de una tensión narrativa que expresa el fin a que tiende su movimiento: "La poesía es humana como la guerra". Lo que Suñén llama "momentos de duración de una vida" son puntos de sensibilidad, un umbral de conciencia y una manera de mirar que hacen el mundo presente. No hay ninguna retórica convencional ni confortable, acaso un compromiso moral no previsto: "No he olvidado / cómo copió sus ojos a lo que viene mañana / bajo la gran burka del delta". Cada fragmento es un punto de percepción, un núcleo de sensibilidad que pone a prueba las dos mitades que conforman la razón que nos define, "entre una tierra y un cielo / que son la misma mitad". El yo del poema muestra el dónde de la mirada y el modo de percibir el espacio de la existencia, eso que nos hace consistentes en el tiempo. Este libro es también una vuelta al mundo de los nombres, concretos y localizables, pero sin embargo el territorio del poema es indefinido, es exactamente el aquí y el ahora, un presente continuo, un umbral de tiempo: "La vida no es eterna, pero sí la mirada. / No hay una línea negra entre el azul y el verde, / pero hay un camino". La memoria es una modalidad posible de un exilio que requiere una consagración de pertenencia, y es la figura de Ovidio quien oficia de guía narrativo y permite dar nombre y figura a la existencia, al sentido dramáticamente acumulativo que articula el libro. Un camino largo en el que, sin prisa, llegar a "ser la misma mitad".
En ambos libros el lenguaje se convierte en un ir sin mediaciones de una palabra a una imagen. Un lenguaje en el que las cosas están en su intensidad corpórea y material, un habla en la que el mundo se despliega en escritura que reconoce sus signos, y cada palabra le es propia a cada cosa. De ahí su poder invocativo y adversativamente argumentativo, un modo de enunciación que desempeña un papel fundamental en la construcción de unos textos que buscan un vínculo implicativo, su apertura a un flujo y a una multiplicidad solidaria, una suerte de pérdida de sí que pueda desplazar el énfasis hacia las palabras, y del mundo al lenguaje, "rogándole a la escritura que me devuelva a la tierra". Lo que ambos libros enuncian es el espacio habitado de la vida, las señales de un camino que, una vez y otra, es "una larga elegía de pájaros celestes".
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