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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Teoría del mal

J. Ernesto Ayala-Dip

Quien haya leído la narrativa de José Carlos Somoza sabe que en sus novelas de suspense y policíacas no bastan la expectativa ni el manierismo en el dibujo de la intriga. Generan sus historias ese placer impagable del desarrollo argumental cifrado en los intersticios, en los relatos secundarios, en la parodia contenida. En líneas generales, el autor de La caverna de las ideas no traiciona la poética del género policiaco, pero le insufla un interés que trasciende sus expectativas habituales. Uno lee sus novelas no tanto para saber cómo terminan sino para disfrutar con su transcurso. Esto es una manera de defender un género que en nuestro país pocas veces se atreve nadie a buscarle otros costados más sugerentes. Pero además hay en la narrativa de José Carlos Somoza una maestría en el arte de acomodar una escritura a unas leyes tan infranqueables como la que suele exigir el género de misterio. Y justamente en esa maestría, es decir, en ese difícil arte de transitar por lo transitado con la sensación de la singularidad y la brillantez, estriba gran parte del atractivo mayor de su literatura. Algo parecido se podría decir de sus personajes, un filón de psicología inagotable. Inagotables en sus caracteres y en esa pátina de claros-oscuros con que suelen estar muchos de ellos construidos.

LA CAJA DE MARFIL

José Carlos Somoza

Areté. Barcelona, 2004

239 páginas. 21 euros

En La caja de marfil se cumplen algunas de las características apuntadas. Tal vez no estén todas soldadas con la precisión y la solidez, sobre todo en su diseño argumental, de otros títulos anteriores. Pero la marca de la casa está. Una especie de asesino a sueldo en horas bajas es contratado para averiguar el paradero de la hija de un antiguo jefe suyo. Quirós se llama nuestro improvisado detective. Quirós es la apuesta que hace Somoza al ideario de la maldad, aunque a nadie se le escapará que esa maldad suya es un juego de niños al lado de la de sus siniestras víctimas. Hay también en la novela que comento una incursión a ciertas reflexiones metaliterarias. Y una cosa que se agradece mucho, sobre todo tratándose de una novela escrita en España, hay poca sociología o retahíla de opinión disimulada bajo el aspecto tópico de detectives sacados de la literatura negra americana. La caja de marfil es una novela bien construida y, sobre todo, una novela negra con una exigencia literaria, vuelvo a insistir en la cuestión, muy por encima de la media general que se publica por estos lares. Por ejemplo, quien escribe esto es un admirador de una joyita titulada La ventana pintada, del mismo Somoza. Pues bien, en un momento de la novela que se comenta hay una historia, porque la chica que desaparece escribe relatos, que trata de una fiesta donde todas las mujeres que asisten son delgadas y los hombres son gordos. Parece una idea tonta, pero no lo es. Sólo hay que visualizarla un instante para extraer de ella cuotas de curiosa intranquilidad. Por momentos, La caja de marfil atesora las inquietantes pinceladas de La ventana pintada. Y ese espesor humano y moral que tienen que tener los buenos personajes novelescos que se precien.

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