Aquí no hay quórum
Cosechas de juventud perdidas, la indigencia, la prostitución y la descomposición social alejaron la esperanza del barrio del Raval y su firme voluntad de recuperarla se ha convertido en más peligrosa que su desesperación, pues es ahora una vulgar farsa, el mismo plató cinematográfico que la había convertido en una Sodoma, pero con los figurantes cambiados y en donde el autoritarismo de la ficción sigue engañando. Parafraseando al pensador Roberto Unger, si hemos aceptado que un barrio se hace y se imagina (como una imperfecta analogía dickensiana), también podemos creer que se puede "rehacer y reimaginar" como utopía, como una isla creada artificialmente en la que los villanos se han desinfectado y mitificado.
La estetización de aquellas vidas contrasta con la realidad de su marginación
Lo denunció Joaquin Jordà en De Nens. Cuesta creer que su filme no se haya distribuido fuera de Barcelona, y que no haya traspasado el género de la ficción de caballerías -Jordà es un Quijote, el primer antiglobalización, que lucha contra los gigantes con grúas en los brazos-, pero quienes hemos tenido la suerte de ver su película compartimos su perspectiva lúcida y demoledora sobre cómo la acusación de pedofilia lanzada contra un ciudadano y tomada como bandera por los medios de comunicación fue la espoleta utilizada por la clase política para actuar contra un céntrico y popular barrio, el barrio chino, como si fuera un agujero infernal de malditos, para finalmente aplicar sus planes urbanísticos de diseño. Añadir que el libro de Arcadi Espada, Raval. Del amor a los niños, que está en la base de esta cinta, se revela como un examen crítico de la gravísima banalidad del sistema judicial cuando los medios de comunicación, por boca de periodistas incapaces de exhumar la verdad, han dictado su sentencia.
Pero volvamos a los figurantes, base de esta contradicción fundamental. Porque ni la mayor red de pederastia descubierta en Europa existió, ni siete años más tarde el barrio del Raval aporta el consuelo a esa gran mentira, como pretende la exposición Quórum, que se comporta como una pantalla donde se proyectan un ballet de fábulas sociales y dudosas sombras de codificación racial de clase marginada. La Capella ha reunido una serie de propuestas en torno a la diversidad del barrio barcelonés que intentan plasmar en una serie de documentos e instalaciones el nuevo modo jerárquico de relación social del barrio, que no parece ser conflictivo sino armónico. Se trata de una vieja idea nostálgica de la feliz perfección del orden comunitario y moral aunque mire al futuro y en algunos casos esté armada con medios y tecnología avanzada.
Entre los nueve proyectos seleccionados por Rosa Pera, comentaremos los de Iban del Campo y Elena Martín, que han realizado un vídeo de 30 minutos, Gasman con la bombona a cuestas en el que se relata la vida de un butanero, Mohamed Ramzan, que vive de las propinas, como muchos de sus compatriotas. El argentino Emiliano Mora presenta la videoinstalación Relaciones binarias en la que se puede seguir el relato de parejas de origen diverso que explican sus historias de amor y las dificultades que han pasado para adaptarse a una nueva cultura. ¿Qué es el amor?, se preguntan el medio centenar de personas entrevistadas. "Cada caso es un mundo", explica Mora, "pero no hay duda de que el amor es un factor importante para conseguir la integración" (¿el amor a la vida?, ¿el amor a los niños?).
En su proyecto Enlloc. A Jordi Portabella, el artista cubano Juan Pablo Ballester aborda también el tema de la integración, esta vez de la comunidad andaluza en Cataluña; se trata de una serie de fotografías digitales que muestran imágenes de jóvenes en espacios de ocio, y un cartel en donde aparece un mosso d'esquadra y una joven abrazados. Consuelo Bautista aporta una serie de fotografías en blanco y negro (La foto parlante) de escenas cotidianas en la calle del Hospital que documentan la diversidad de las gentes que la pueblan. La estetización de aquellas vidas tan diversas que habitan sus pequeños mundos contrasta con la realidad de su marginación, pero ése no parece ser el objetivo de la fotógrafa de origen colombiano, que ha preferido crear un escenario mental en el que el visitante pueda oír, gracias a un sensor de sonido que se activa cuando se acerca a mirarlas, el sonido ambiente grabado al tiempo que se hacían las fotos. Otro autor colombiano, Raimond Chaves, que trabaja en un periódico callejero, y el paquistaní David Mughal, director del diario El Mirador de los Inmigrantes, que se publica en catalán y urdu, han trasladado la redacción a La Capella desde donde piden la participación ciudadana y preparan un proyecto de semanario dirigido a las mujeres.
Mientras Vahida Ramujkic y Laia Sadurní proponen una excursión por los tejados del barrio, el uruguayo Yamandú Canosa ha creado un mural colectivo en el que los niños pueden dibujar sus fantasías sobre el mundo en el que viven y un skyline imaginario donde sobresalen las siluetas de los distintos paisajes que los inmigrantes han escogido de países como Pakistán, Perú, Rusia, India, Venezuela, Filipinas o Marruecos. El proyecto Habitus, de Ramón Parramón y Gaspar Maza, reproduce a escala natural la planta de tres pisos de una casa del barrio con unos monitores donde aparecen los rostros de algunos vecinos del barrio que explican sus problemas con la vivienda.
En este marco conceptual, el visitante ya no percibe al inmigrante como al extraño anónimo; el "ámbito de la inabarcable alteridad" es representado en un barrio artificial a escala íntima donde caben todos, incluidos los que han huido de las represiones rurales de sus países para caer en otra represión, la del mercado. La idea de la exposición es noble, pero funciona en el marco de una "utopía" pervertida que ha pactado con los mecanismos sociales que supuestamente debía controlar. Aquí no hay quórum.
Quórum. La Capella. Hospital, 56. Barcelona. Hasta el 26 de septiembre.
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