El desalojo de una casa 'okupa' causa protestas con quema de contenedores y daños a bancos en Sants
Dos activistas se cuelgan durante dos horas en lo alto del edificio del arquitecto Gaudí
En plena madrugada del miércoles, agentes del Cuerpo Nacional de Policía desalojaban a una decena de jóvenes okupas de la destartalada fábrica Hamsa, situada en el barrio de Sants, en Barcelona. Esta acción desencadenó una oleada de protestas durante todo el día que acabaron, ya entrada la noche, con la quema de contenedores y la rotura de cristales de todas las entidades bancarias que se encontraban en el recorrido de la manifestación que recorrió el barrio de Sants. La policía no hizo acto de presencia en ningún momento durante estas acciones violentas. La policía detuvo o a una persona acusada de incendio. Dos guardias urbanos, dos transeúntes y un periodista resultaron heridos.
Por la mañana, una treintena de okupas tomaron la Pedrera. Los jóvenes permanecieron menos de una hora encerrados en el edificio modernista y dos de ellos se colgaron con cuerdas en lo alto de la fachada. La policía desalojó a los okupas a mediodía ante la expectación de los turistas. Hasta las cuatro de la tarde permanecieron colgados los dos activistas, mientras un centenar de okupas les apoyaba desde el paseo de Gràcia cortando el tráfico.
Tras unas horas de descanso, a las siete de la tarde varios centenares de okupas, 300 según la Guardia Urbana, se reunieron en la plaza de Sants. Una hora más tarde, empezaron la marcha por distintas calles del distrito. Fue al final de esta manifestación cuando un grupo de unos 50 encapuchados inició su particular protesta y a su paso dejó un reguero de hogueras y entidades bancarias con los cristales destrozados.La pancarta que abría la manifestación rezaba: "Resistiendo al desalojo. La Hamsa contra las mafias inmobiliarias". También clamaron consignas contra la policía. Las que más se oyeron fueron: "El tripartit desallotja per la nit" y "la paz del Fórum, nuestra guerra". Algunos de los manifestantes realizaron pintadas en las entidades bancarias que encontraban a su paso.
"Ha caído uno de los símbolos de la ocupación en Barcelona", afirmaba un simpatizante del colectivo okupa.
A primera hora de la mañana de ayer, cuando las máquinas excavadoras ya habían entrado en la fábrica Hamsa, el grupo inició la protesta por el desalojo de este edificio, centro de asambleas y talleres del colectivo. Pero ya se esperaba: una decisión judicial de 29 de marzo pasado autorizaba el desalojo de la antigua fábrica siempre que se produjera antes del final del verano.
Tras manifestarse por diversas calles céntricas de Barcelona, más de un centenar de okupas subieron por el paseo de Gràcia en dirección al emblemático edificio del arquitecto Antoni Gaudí. Minutos antes algunos de ellos se habían introducido en la Pedrera camuflados entre los turistas.
Un segundo grupo intentó acceder al inmueble, "aunque agentes de la policía cargaron contra ellos y se lo impidieron", según un portavoz del colectivo, hecho que fue negado por la policía. Una treintena de jóvenes se encadenaron en el vestíbulo y en el segundo piso, y desde la azotea se descolgaron dos activistas. Algunos de los manifestantes llevaban una careta con la imagen del alcalde de Barcelona, Joan Clos.
Un grupo de japoneses tomaban fotos atónitos ante un par de jóvenes que descolgaron una pancarta desde lo alto del edificio con el lema: "El único patrimonio de la humanidad es la cultura popular". Otra pancarta rezaba: "Desde el 29 de marzo hemos resistido al desalojo".
"¿Qué hacen?", preguntaba sorprendida una turista francesa que no pudo acceder al edificio. "Hemos realizado una ocupación simbólica de la Pedrera por el desalojo de la Hamsa. Es la primera de diversas acciones de protesta que tenemos previsto realizar", advirtió un portavoz. "Cada vez que nos desalojen, ocuparemos calles y edificios", añadió otro.
Un centenar de okupas rodeó la Pedrera clamando consignas contra la policía mientras las Unidades de Intervención Policial (UIP) se situaban en la puerta lateral del edificio. A las 13.47 se oyeron unos gritos: "¡Están entrando!". La policía empezó entonces a sacar de uno en uno, incluso a rastras, a algunos de los jóvenes que permanecían sentados dentro.
No hubo detenciones, pero sí identificaciones. Un portavoz del colectivo denunció que una veintena de okupas habían sufrido contusiones. Desde los balcones observaban el desalojo unas 10 personas que trabajan en el edificio de Gaudí. Los últimos en dejar la Pedrera, poco antes de las cuatro de la tarde, fueron los dos jóvenes que se colgaron de la fachada. Lo hicieron por su propio pie. Poco después se restableció el tráfico en la zona.
Contra el desalojo
Els Verds-Esquerra acusó al alcalde Joan Clos de estar "más preocupado por desalojar a los jóvenes que recuperan espacios abandonados que por afrontar la especulación urbanística". El grupo municipal del PP expresó su apoyo al desalojo.
La asociación Avalot de las juventudes del sindicato UGT de Cataluña y la Federación de Asociaciones de Vecinos y Vecinas de Barcelona (FAVB) mostraron también su desacuerdo con el desalojo de la Hamsa.
La FAVB subrayó que "la Hamsa ha sido un espacio emblemático del movimiento okupa y del compromiso de este movimiento con las problemáticas sociales de Barcelona". La asociación vecinal también criticó que se aprovechara agosto para realizar el desalojo, "en un claro intento de evitar la reacción social".
El Ayuntamiento de Barcelona se limitó a decir que se había cumplido una orden judicial motivada por una petición privada. Está previsto que en el terreno donde se ubica la fábrica Hamsa se construyan 36 viviendas, un aparcamiento con capacidad para 300 vehículos y una plaza pública.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.