Gibraltar: más allá del 4 de agosto
Los actos conmemorativos, el 4 de agosto, del III Centenario de la ocupación de Gibraltar son un asunto exclusivamente británico, que quiere destacar la invasión militar del Peñón en 1704 por la flota anglo-holandesa.
Resulta muy extraño que se conmemore en la Unión Europea, en pleno siglo XXI, la ocupación militar de una parte del territorio de un Estado miembro por otro Estado miembro.
No es comparable la conmemoración de este III Centenario con las recientes celebraciones en Francia relacionadas con episodios de la Segunda Guerra Mundial. Al fin y al cabo, hace ya décadas afortunadamente que esa guerra finalizó, dando lugar al mayor periodo de paz de la historia de Europa. La cuestión de Gibraltar, por el contrario, sigue plenamente abierta.
Nadie puede negar a los gibraltareños el derecho a conmemorar su propia historia. Es evidente que la Historia con mayúsculas está llena de episodios brillantes y de acontecimientos oscuros y no se debe renegar de los segundos ni magnificar los primeros. Todos deben servir para aprender, para mejorar nuestro presente y para proyectar con eficacia el futuro. La actual población de Gibraltar está ligada a ese tercer centenario y por ello es lógico que quiera evocar su pasado en estas fechas.
Sin embargo, cabía esperar un ejercicio de autocontención por parte del Gobierno británico. Sobre todo, porque en las últimas semanas se han producido algunos acontecimientos, muy presentes todavía en la memoria, que han demostrado su clara falta de sensibilidad. Hubiese sido también deseable que el Gobierno británico hubiese tenido algún gesto hacia los ciudadanos de los ayuntamientos vecinos de Gibraltar, descendientes de la primitiva población del Peñón, expulsada u obligada a emigrar tras la ocupación militar de 1704.
La principal víctima de aquel hecho militar fue el Campo de Gibraltar. Como consecuencia de aquella ocupación se produjo un trasiego de poblaciones que dio lugar a la aparición de nuevas ciudades y asentamientos en la zona. Por cierto, resulta sarcástico, cuando no insultante, que algún político de Gibraltar se atreva a decir que lo que ahora se conmemora es "la liberación del peñón del yugo de España". El historiador Antonio Torremocha ha explicado que el Campo de Gibraltar tardó cincuenta años en empezar a recuperarse económicamente de la pérdida de Gibraltar. A principios del siglo XVIII, el puerto de Gibraltar era el punto de salida de las exportaciones de vinos y salazones de la región hacia Sevilla, Málaga, el Norte de África, Italia y Flandes. Esa situación de desventaja económica del Campo de Gibraltar perdura todavía. En la región existe una situación económica asimétrica, debido a los privilegios aduaneros y fiscales de que todavía goza Gibraltar, que no son sostenibles en la Unión Europea.
El Gobierno español prefiere mirar hacia el futuro y por ello quiere trabajar con serenidad para la consecución de un acuerdo global satisfactorio para todas las partes implicadas de una u otra manera en el contencioso (España, Reino Unido, Gibraltar, el Campo de Gibraltar, la Unión Europea). El Gobierno español es consciente de que una estrategia basada en una escalada de reproches o de enfrentamientos no conduciría a ningún sitio. Mucho más útil podría ser el que todas las partes implicadas aprovechásemos una conmemoración histórica para iniciar un proceso de adaptación de los planteamientos sobre Gibraltar, sin menoscabo de la reivindicación de base.
Ninguna de las partes debería escudarse en razones ajenas a su voluntad para dilatar una solución realista que ponga fin al último vestigio colonial en Europa.
El Gobierno español, en el marco de las negociaciones sobre las cuestiones de soberanía, está dispuesto a favorecer que se establezca una intensa y fructífera cooperación entre Gibraltar y el Campo circunvecino de manera que las prestaciones de servicios puedan racionalizarse y ser mutuamente beneficiosas, siempre que el modelo económico de Gibraltar sea perfectamente compatible con las normas de la Unión Europea. El Gobierno es partidario de crear "círculos virtuosos" de cooperación en los que todas las partes implicadas colaboren haciendo concesiones y obteniendo beneficios dinámicos que superen los resultados de un juego de suma cero.
La tarea que tenemos por delante no es un juego. La región Gibraltar-Campo de Gibraltar podría ser una de las regiones más desarrolladas económica y tecnológicamente de la Península, en función de su valiosa renta de situación. Se trata de una región con importantes potencialidades económicas en los sectores de transporte marítimo, comunicaciones o turismo. Hay que conseguir que las infraestructuras existentes en la región puedan ser compartidas, con unas bases justas, para el progreso global de sus habitantes.
La política del Gobierno español hacia Gibraltar quiere tener un rostro humano y un componente importante de contactos personales, de contactos entre sociedades civiles. Es un hecho evidente que una negociación en profundidad sobre soberanía no puede desarrollarse adecuadamente en un ambiente de confrontación, aunque sólo sea porque en ella deben participar los gibraltareños, con la fórmula que se convenga, si se quiere que sirva en la práctica para algo y porque España quiere edificar un futuro compartido de convivencia en el que los gibraltareños se sientan a gusto. Por ello, el Reino Unido no puede ni debe tomar a la población o al Gobierno de Gibraltar como pretexto para no avanzar en la cuestión de fondo.
El Gobierno español defenderá con firmeza sus posiciones cuando le asista la razón y la justicia, pero preferirá el diálogo a cualquier provocación o enfrentamiento estéril. Pienso que inevitablemente el desarrollo económico, el progreso y el futuro político de Gibraltar están vinculados a España. Creo que éste es un sentimiento compartido en la zona de Gibraltar, a ambos lados de la Verja. Creo que éste es un proyecto al que vale la pena dedicar todo el tiempo que sea necesario, un proyecto en el que la búsqueda de lo que nos une predomine sobre la exaltación de lo que nos separa o nos enfrenta.
Con esta conmemoración de un hecho militar del pasado se hace un flaco favor a las relaciones con España. Nosotros queremos actuar, en cambio, para que la próxima conmemoración se haga ya en un marco de encuentro, de colaboración y de superación de un pasado, que debe ser sólo eso, pasado, pero nunca presencia lacerante.
Miguel Ángel Moratinos es ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
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