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PERFILES DEL NUEVO GOBIERNO

Bono, Dulcinea y la sobrina

Rosa Montero

Ha llegado a ministro de Defensa ostentando un estupendo currículo antibalístico: entre sus actuaciones más célebres como eterno presidente de la Junta de Castilla-La Mancha se cuenta su oposición a la instalación de dos campos de tiro, uno en Chinchilla (Albacete), y otro, por el que libró una larga y dura batalla durante la etapa de Felipe González, en Cabañeros. Ganó Bono y hoy Cabañeros es un parque natural. Hay que reconocer que este hombre gana a menudo. Sin duda esta cualidad porfiada y vencedora es una de las razones por las que ha salido elegido presidente de la Junta seis veces seguidas (en total estuvo 21 años) con mayoría absoluta. Más aún: en las tres últimas elecciones, mientras su partido atravesaba el desierto, él fue aumentando votos cada vez. En el 95 fue el único presidente del PSOE con mayoría absoluta; en el 99 tuvo dos puntos más que en el 95, y en 2003 sacó tres puntos más que en el 99. Es como esos ciclistas a los que los comentaristas deportivos suelen calificar de incombustibles: tipos que pedalean con incomprensible potencia y facilidad mientras los demás van derrengados.

La imagen que vende de sí mismo es la del político profesional, poco dogmático y tolerante. Es un partidario ferviente de la unidad del Estado y un hombre con creencias religiosas
Se diría que a Bono le gusta cultivar este aire campechano de hombre sencillo y de palabra, de trabajador honesto y transparente

Claro que, trabajárselo, el hombre se lo trabaja. Le recuerdo organizando viajes en helicóptero para periodistas por encima de las hoces del río Cabriel, para lograr que el trazado de la autopista Madrid-Valencia respetara el paraje. Participé en uno y eran unos vuelos ensordecedores y pesadísimos; y ahí estaba Bono como un solo hombre (porque a veces parece que es cinco o seis), cantando las maravillas naturales del lugar con tozuda letanía de vendedor de coches. Por cierto, también consiguió sacar su Cabriel adelante.

Salidas verbales

Más que persuasivo es contumaz. Este carácter recio y machacón se le advierte en el físico, en su cabeza cuadrangular y sólida, de bloque pétreo tallado por cantero. Pero luego él adorna esa base berroqueña con su gracejo: Bono es conocido también por sus salidas verbales, porque no parecen arredrarle las consecuencias de sus palabras. Y así, anuncia que va a hacer públicos los nombres de los maltratadores de mujeres, por ejemplo (una medida cuya constitucionalidad se puso en cuestión), o arremete contra la Iglesia vasca por no condenar el "secesionismo ilegal", o asegura que las Fuerzas de Seguridad del Estado deben impedir el referéndum de Ibarretxe. Todas estas declaraciones organizan tormentas y no suelen llevar a ningún lado, pero al menos poseen la cualidad de nombrar lo innombrable.

Este personaje original nació en 1950 en Salobre, Albacete, entró en el Partido Socialista del Interior (PSI), luego convertido en el PSP de Tierno Galván, a los 23 años, y fue uno de los impulsores de la fusión de su partido con el PSOE. Se hizo abogado penalista y trabajó en este oficio unos cuantos años. No demasiados, porque a los 28 ya era diputado y a los 33 presidente de la Junta. Su padre era comerciante y él parece haber heredado esa disposición; es fácil imaginarle como un tendero de barrio arremangado y exuberante, charlando por los codos con los clientes y diciendo frases castizas del tipo de "yo no tengo pelos en la lengua". Se diría que a Bono le gusta cultivar este aire campechano de hombre sencillo y de palabra, de trabajador honesto y transparente. "Si el secretario general es fruto de una componenda entre familias internas del partido, puede estar seguro de que yo no seré ese secretario general", dijo, por ejemplo, durante la campaña en el año 2000 para ocupar la cabeza del PSOE. Y cuando perdió por tan sólo nueve votos frente a Zapatero, también dijo de su rival: "Lo ha hecho bien y cuando se gana hay que reconocerlo. Lo que digo no es una formalidad y el que me conozca lo sabrá".

Esa derrota en la lucha por la secretaría general del PSOE es, precisamente, uno de los grandes reveses, por no decir el único, de su triunfal carrera de político. Dijeron los analistas en su momento que Bono había perdido por hacer una campaña prepotente y soberbia, y es posible que, tras tantos años de éxitos, anduviera demasiado crecido. Debió de ser un golpe grande, pero lo tomó bien: inmediatamente después de conocer su derrota, convocó a los delegados de Castilla-La Mancha y les pidió que apoyaran sin fisuras al nuevo líder, y él mismo se reconvirtió a toda velocidad en un adalid de Zapatero. La adaptabilidad es una de las bazas de José Bono: "Los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía", dijo cuando fue vencido, utilizando una de sus frases favoritas; probablemente es un hombre demasiado vitalista y demasiado satisfecho de sí mismo como para perseverar en duelos largos. Por otra parte, es una estrategia que le funciona muy bien: fue el primer ministro que nombró Zapatero. Desde luego sabe de política.

De hecho, la imagen que vende de sí mismo es la del político profesional, poco dogmático y tolerante. Él dice que defiende "un proyecto radical en lo que atañe a la solidaridad y moderado y transigente en el modo de hacer política". Es un partidario ferviente de la unidad del Estado ("España es una madre, no una madrastra, no un concepto a combatir sino un bien a defender") y un hombre con creencias religiosas: "Soy cristiano y socialista, y no estoy dispuesto a pedir perdón por ello". Feo, católico y sentimental, como un Bradomín entrado en carnes, está casado con la socióloga Ana Rodríguez Mosquera y tiene cuatro hijos, uno de ellos adoptado. También tiene unos cuantos amigos obispos y otro puñado de amigos de derechas, y ante la extrañeza que provocó que invitara a purpurados y peperos a la toma de posesión de su última presidencia, dijo una frase bastante sensata: "A mí lo que me sorprende es que en la boda de la hija de Aznar no hubiera ningún dirigente de la oposición, porque eso me hace preguntarme si acaso el señor Aznar no tiene ningún amigo de izquierdas".

Desmesura

Y con esto hemos llegado al punto más controvertido de Bono: la desmesura de algunos de sus actos. Sus tomas de posesión son, por decirlo de algún modo, peculiares. En la última, la de ministro, soltó un discurso de cincuenta minutos a lo Fidel (hace falta estar encantado con uno mismo para infligir semejante tabarra a la concurrencia), e invitó a sus consabidos obispos y a gente famosa, desde Antonio Gala a Raphael. Esta veta populista le convierte en una especie de folclórica de la política: también resulta fácil imaginarlo emocionado hasta las lágrimas por ese público al que tanto quiere y que tanto le ama. Por no hablar de la dichosa condecoración militar que se dio a sí mismo y que al final rechazó, ante el escándalo montado, nada más llegar a Defensa.

Un mes antes le habían dado la Medalla de Oro de Castilla-La Mancha. El decreto de concesión de esta distinción, firmado por José María Barrera, delfín de Bono y actual presidente de la Junta, es un texto inenarrable, pura hagiografía de santoral: "José Bono nació en Salobre, donde aprendió, según sus propias palabras, a comportarse como si todo el mundo fuese lo que es en realidad: igual. (...) Amigo de sus amigos y de sus adversarios, porque no se le conocen enemigos (...). Nuestra Región, con un líder al frente, emprendió una ardua marcha hacia un esperanzador futuro, abandonando el equipaje de un pasado sombrío (...). Bono, como el caminante de Antonio Machado, hizo camino al andar (...). Bono ha hecho realidad un sueño contando con todos. Con Don Quijote y Sancho. Con el cura y el barbero. Con el ventero y el cabrero. Con Dulcinea y la sobrina". Y así durante un par de folios. Es, en fin, San José Bono, un hombre que quiere hacerlo bien, que no lo hace del todo mal y que, mecachis, se gusta muchísimo a sí mismo.

José Bono, actual ministro de Defensa.
José Bono, actual ministro de Defensa.RAÚL CANCIO

JOSÉ BONO MARTÍNEZ

Actual ministro de Defensa, ha sido presidente de la Junta de Castilla-La Mancha en seis legislaturas consecutivas. Su única derrota: perder la secretaría general del PSOE ante José Luis Rodríguez Zapatero

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