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VISTO / OÍDO
Columna
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¡Yo no he sido!

Harto de Acebes, ahíto de Zaplana, abrí la radio y salió Radio María, que propaga la fe, enfrascada en dos campañas. Una, habitual, la recaudación de fondos para ellos, curas y monjas. Es una red mundial, hay radiosmaría en todas partes. La otra campaña es para movilizar a los creyentes: recogida de firmas, salidas a la calle cuando sea preciso, actuaciones: contra el aborto, las "células madre", el matrimonio homosexual. O sea, contra el Gobierno. No se libra uno de Acebes, de Zaplana: o sea, del Aznar recurrente ("que vuelve a ocurrir o a aparecer, especialmente después de un intervalo", Academia) o por personas o instituciones interpuestas. El tema gana fuerza: salta de pronto (ayer, aquí, carta al director de la presidenta de la Federación Española de Asociaciones Pro Vida), crecerá y es parte de la lucha de la extrema derecha del PP / Opus contra el gobierno al que creen rojo. La revancha, de la que acusan ellos al PSOE, es una proyección más de su propio ego, una alteración maníaca que les sale por todos los poros. Cambiaré de emisora, no de soniquete.

Cuando me levanté, Acebes seguía allí. Lo repasaba la eterna y temible Televisión Española. El analista que tienen destacado en la comisión investigadora explicaba las heroicas diez horas del ministro, y elogiaba su capacidad de hablar sin cometer un error, por mantener su discurso bien preparado y firme, y aseguraba y repetía que el PP ya respira tranquilo. Los asomos de fragmentación, las tendencias, las discusiones internas, vuelven a soldarse: Acebes le ha salvado. No siendo del PP, no me restaura; saber que el ministro del Interior antes del desastre de Atocha, y durante mucho después con el gobierno en funciones, nos pregunta a los demás: "¿Quién ha sido?", porque él no lo sabe, me hace marciano: de escamas erizadas por el terror. Él es ¡un español! y declara con beneplácito, y vuelve a insistir, con el colega Zaplana (su pareja de marzo) que hay que seguir buscando por ETA: que nos falta el autor intelectual. No, él no es el marciano, puesto que le aplauden. Y sólo se me ocurre gritar que yo no fui. Quizá sometido a lo que se llama "hábil interrogatorio", confesaría que yo soy el mal moro, el mal vasco, y que maté a Calvo Sotelo. (Dormido al fin, vi a Acebes como percebe: se sabe que en las traslaciones oníricas los juegos de palabras, en forma de censura, trabajan mucho).

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