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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Colas

Veo impresionado las colas para solicitar una de las casas baratas que promueve la fantasmagórica Emvisesa. Y me pregunto si hemos alcanzado eso que se ha venido en llamar civilización. Señor, ¿no se ha dicho hasta en subjuntivo que el tiempo no es un factor determinante en la selección de beneficiarios? Señor, ¿qué necesidad hay de quedarse a la intemperie toda una noche, aun con clima agradable, a las puertas de la patronal pública de la vivienda?

Nos gusta hacer colas. O montar un circo, tanto da. A lo peor es que forma parte de nuestra cultura, de nuestra idiosincrasia. Aunque a mí me huele también a herencia franquista. Colas para solicitar trabajo, colas para ocupar una vivienda. Y es que a la tropa hay que mantenerla siempre con una necesidad, para así conseguir su dependencia.

Las colas siempre han gustado a las dictaduras. Colas de desconocidos entre sí. Colas frías que nada tengan que ver con la cultura mediterránea, donde el diálogo salta como una chispa que desea prenderse desde la casi inconsciencia colectiva. Los totalitarios siempre se han deleitado en una suerte de hedonismo consistente en ver cómo padecen -cada uno en su propia individualidad difuminada- los hombres. Las colas de súbditos son propicias para esta experimentación sensual porque sirve a los poderosos para recrearse en su poder. Es decir, en la heterodeterminación, en la capacidad de decidir sobre la voluntad de los demás.

Por eso, a mí no me gustan las colas. No porque sea un insolidario, ni porque me pongan de los nervios, sino por puro simbolismo. Parecemos cabras domesticadas esperando a que nos den nuestra parca ración de hierbas del día, la consumamos y nos quedemos tan contentos. Más allá de la molestia intrínseca que conlleva el esperar, sobre todo para los géminis más genuinos, hacer cola es una especie de sometimiento.

Las colas, pues, representan una enajenación de la condición humana. Por ello, detesto profundamente ver cómo los solicitantes esperan, en paralelo a plena SE-30 , en El Corral de los Olmos y a casi cuarenta grados, su turno para rellenar una solicitud, un trámite para el que tiene de plazo ¡hasta mediados de septiembre!

Y encima se ríen y se recrean en su imbecilidad y en su diáfano sometimiento al poder, el mismo que les ha negado, desde tiempo ha, la casa barata por la que ahora se mueren, haciendo cola, en una acera.

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