Provocador Sharon
París ha considerado una afrenta, y exigido una explicación, el reciente llamamiento de Ariel Sharon a los judíos franceses para que emigren a Israel en vista del antisemitismo creciente en el país galo. La crisis diplomática, que ambas partes intentan desdramatizar, se ha visto ampliada en Francia por un rechazo unánime de las declaraciones del primer ministro israelí, en el que coinciden todo el espectro político y las propias organizaciones que representan a los judíos franceses. El Gobierno considera que una eventual visita de Sharon, para la que no hay fecha, no sería oportuna en estas circunstancias.
Es cierto que en Francia han aumentado los incidentes racistas en general y antisemitas en particular, pero también lo es -y Sharon así lo reconoce- que desde Chirac para abajo los poderes públicos se emplean a fondo para controlar un fenómeno que empaña su imagen de país de acogida. Francia no sólo cuenta con la mayor población judía de Europa, más de medio millón, sino también con la más numerosa de credo musulmán, diez veces superior. Conocida la proverbial astucia de Sharon, cabe pensar que su alegato oportunista ha sido cuidadosamente calculado.
Más que en la vertiente tradicional del antisemitismo, el mensaje de Sharon, formulado ante dirigentes judíos de EE UU, debe ser visto en el marco de las difíciles relaciones entre Israel y Francia, azuzadas por una crítica situación en Oriente Próximo en la que París no escatima sus censuras hacia el Gobierno israelí y su gran valedor estadounidense. Con sus provocadoras declaraciones, el líder israelí señala a París como el poder europeo inamistoso y proárabe entrometido en un conflicto que vive momentos cruciales -anticipando la evacuación judía de Gaza- y cuyo desenlace concierne, en opinión de Sharon, exclusivamente a su propio país y a Washington. Y de paso reclama de la comunidad judía de Francia un compromiso más eficaz con las tesis israelíes. La trasposición a suelo francés del enfrentamiento palestino-israelí está en el origen de muchos incidentes antisemitas. Jóvenes musulmanes, con frecuencia desclasados y radicalizados, ventilan su ira con vandálicos ataques a cementerios o sinagogas.
La emigración a Israel reclamada por Sharon es, en este contexto, básicamente un recurso retórico, aunque sea cierta la necesidad de población del Estado judío para contrarrestar la galopante demografía palestina. Los datos israelíes muestran que durante 2002 y 2003 se reasentaron en el país alrededor de 2.000 judíos franceses cada año. Es una cifra superior a la habitual, pero los expertos consideran que no expresa una tendencia. Una parte importante vuelve, y en todo caso es difícil creer que la vida sea más complicada en los suburbios de París que en las colonias de Cisjordania donde se asientan muchos recién llegados.
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