Dana Vollmer, un corazón olímpico
La ganadora de los 200 libres en las eliminatorias de EE UU, de 16 años, nada con un desfibrilador a la vista por problemas cardiacos
Padece taquiarritmias, un defecto que hace que su corazón lata rápida y descoordinadamente. En una persona que lleva una vida normal no supone un problema grave, pero si se trata de un deportista de élite, la cosa se complica. Éste es el caso de Dana Vollmer. A los 16 años se acaba de hacer un sitio en el exigente equipo olímpico de natación de Estados Unidos para acudir a Atenas, un premio para quien consiguió convertirse en 2000, cuando tenía 12 años, en la nadadora más joven en participar en unos trials, el proceso de selección estadounidense para los Juegos.
Para conseguirlo, dejó atrás en la prueba de 200 metros libres de la última edición de los trials, que se han celebrado hasta el pasado día 14 en California, nada menos que a la veterana Lindsay Benko, 10 años mayor que ella, con tres citas olímpicas y con el récord estadounidense de la distancia en su currículo. Vollmer ganó la final con 1m 59,20s, por 1m 59,29s de Benko. Mientras disputaba la final, y como siempre que se lanza a una piscina, a Vollmer le esperaba su salvavidas en la orilla, un desfibrilador. Y es que además de las taquiarritmias, el corazón de la joven nadadora sufre también el síndrome LQT, que hace que en ocasiones el período de descanso entre latido y latido sea más largo de lo normal. La suma de problemas cardíacos le obliga a competir y entrenarse con un desfibrilador -aparato que aplica descargas eléctricas para restablecer el ritmo del corazón- siempre a la vista, por lo que pueda ocurrir.
"En 2003 mi corazón se puso a 250 pulsaciones; tardé cinco minutos en recuperarme"
"Llevo uno portátil cada vez que nado. Mi madre, mi entrenador y hasta mis amigos han aprendido a usarlo. De momento no lo he necesitado nunca", explica Dana, que arrastra su particular peso desde hace un año. Siempre había sabido que su corazón se aceleraba por encima de lo normal, pero no hasta el punto que lo hizo a las puertas de los campeonatos nacionales de primavera de Estados Unidos del año pasado. "Estaba entrenándome cuando mi corazón saltó hasta ponerse en 250 -las pulsaciones máximas para alguien de 15 años rondan los 200-. Tardé cinco minutos en recuperarme", recuerda la joven nadadora. Un cateterismo confirmó que tenía un corazón defectuoso. Dos días después de someterse a una ablación con radiofrecuencia, intervención que permite anular aquella parte del corazón que provoca la arritmia, volvió a las piscinas; nueve días más tarde acabó quinta en 100 metros mariposa en los nacionales.
Pese a los buenos resultados deportivos, la mala suerte parecía continuar. Aquel susto en la piscina le llegó justo cuando acababa de recuperarse de un desgarro del ligamento cruzado anterior de su rodilla derecha, lesión que se hizo mientras jugaba al baloncesto. "Los médicos dijeron que su rodilla no podía estar peor y que tenía dos opciones: quirófano o soportar el dolor", apunta Ron Forrest, su entrenador desde hace cuatro años. Vollmer decidió seguir, pero sólo entrenándose en estilo libre porque era incapaz de dar la patada en mariposa. No sólo logró clasificarse para los Juegos Panamericanos de 2003, sino que allí batió los récords del torneo en 100 metros mariposa, 800 libres y 400 estilos, y logró el oro en estas dos últimas pruebas y en la de 200 libres.
La pasión de Vollmer por la natación no tiene límites, ni siquiera los de su salud. Esta tejana nació y vive junto a sus padres Les y Cathy, y su hermano mayor Nick, en Granbury, un pequeño pueblo de poco más de 50.000 habitantes perteneciente al condado de Hoods. A 45 minutos en coche se encuentra el club de natación de Forth Worth, creado en 1975 y uno de los que integran el órgano que controla este deporte olímpico en Estados Unidos.
Rubia, alta (1,83 metros) y de piel clara, además de buena estudiante -acabó el segundo año del Instituto con sobresaliente-, ofrece la imagen estereotipada de la típica chica americana. Su clasificación para Atenas ha convertido a Vollmer en el ídolo de un pueblo que se enorgullece de ser, según sus habitantes y los reclamos turísticos, la historia viva de Tejas, pero sobre todo el lugar en el que está enterrado el auténtico forajido Jesse James. Granbury, fundado en 1873 por un general del ejército Confederado, Giram B. Granbury, vive estos días pendiente de su nadadora olímpica, del campeonato escolar de béisbol y del festival local de ópera.
Del corazón de Tejas saldrá una de las nadadoras del equipo olímpico de Estados Unidos. De momento, competirá en 200 libres y en 200 relevos, aunque a punto ha estado de inscribir su nombre en la prueba de 100 mariposa; se quedó exactamente a 23 centésimas de segundo. El fallo, según su entrenador, estuvo en el giro. Ése es, precisamente, el talón de aquiles de Vollmer, no su corazón, aunque los doctores ya le han advertido de que podría pararse de repente y en cualquier momento.
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