Metralla
Pedro Voltes (Reus 1926) es historiador, autor reciente de un sorprendente e interesantísimo libro de memorias, Furia y farsa del siglo XX (Flor del Viento), en el que lo único que sobra es el título. El 13 de febrero de 1937, a las diez menos cuarto de la noche, notó que una bomba entraba en su casa. La familia acababa de cenar y él estaba leyendo sentado a la mesa del comedor. Dado que la bomba estalló también en su cerebro ahí siguen alojados algunos restos de metralla.
- Los pisos del Ensanche son ideales para las bombas. Cuando el obús impactó, certero, en los ventanales, el pasillo que unía las dos fachadas de la casa se convirtió en un bruñido canal de bolera. Los bolos aguantamos de pie.
- El hecho de que Fidela, que era de Porrera y lo que su nombre indica, gritara "¡señorita, señorita!" cuando se vio en el suelo y acorralada por el desplazamiento de los muebles, es una prueba inequívoca de que el fascismo no nos hizo perder los modales.
- Como aquella noche yo era un niño de 10 años que leía en el comedor El muchacho moderno, y como este libro era un hermoso libro infantil sobre coches, aviones, máquinas y otras formas de progreso, pienso que aprendí demasiado pronto, y con consecuencias fatales, que la vida progresa hacia la bomba.
- Insisto si por lo que respecta a lo que luego ha sido el desarrollo de mi vida el estallido épico no llegó demasiado pronto, como una narración que adelantando el clímax bloqueara el normal desarrollo de unos hechos que debían haberse producido antes y, en cambio, se produjeron después.
- La bomba cayó en el piso más alto de una finca de la calle de la Industria que llevaba el número 227. Hoy la numeración ha cambiado y en el solar donde se alzaba hay los números 3 y 5. Esto quizá refuerce mi idea del párrafo anterior y se corrobore que, en el terreno simbólico, he vivido descontando.
- Respecto a 'El muchacho moderno', y a su carácter optimista y republicano, qué duda cabe que su lectura arrancada es una prueba de que en muchos momentos de la vida de un hombre se concentra la vida de todos los hombres. La prueba de la superioridad aristotélica de la poesía sobre la historia.
- He observado que en los grandes acontecimientos de la vida, y la bomba lo fue al menos de mi vida, que ya es larga, se produce una desaceleración de los fenómenos, de las microunidades que forman el acontecimiento. Quiero decir que la vida se hace muy, muy lenta. Está escrito en Furia y farsa del siglo XX: "Algo así como si los sentidos le gritaran al turbión de fenómenos que se agolpa ante ellos: 'Poco a poco, vayan entrando despacio".
- Todos somos supervivientes... hasta un cierto momento. Pero la gracia de haber "salvado la vida" no se le da a todos. Los efectos que esta gracia tenga sobre el hombre que la experimenta son inciertos. Una vez oí la historia de un hombre que estuvo a punto de morir en un accidente de coche. Y cómo en el instante de verse ya seguro de haber sobrevivido le asaltó una inmensa pereza. "Oh no, ahora que ya estaba..., tener que morir otra vez", se dijo.
- La certeza de que había muerto y estaba en el cielo cuando volvimos a la casa medio destruida, abrimos la puerta y al levantar la cabeza vi la noche estrellada.
- Una imagen muy exacta de lo que quedó después de que estallara la bomba está en La carga, el famoso cuadro del pintor Ramon Casas. En el cuadro destaca el espacio vacío que se produce después de la dramática arremetida. Era el mismo que había entre los muebles rotos de mi casa, amontonados sobre la calle, y la gente que se había congregado alrededor. Se produjo una distancia de respeto. Un duelo silencioso de solidaridad. La gente se comportaba ante aquellos restos como ante cadáveres. Guardar las distancias es estrecharlas. Es un abrazo, a veces.
- La bomba arrancó del mar. Un niño piensa en una piedra que planea sobre el agua y cruza la ciudad en su larga curva final.
- Entre los 10 y los 15 años este niño Voltes pasó por una bomba, la CNT-FAI y el SEU. Paradójicamente, el exceso de realismo deja bruma en el recuerdo. Paul Léautaud: "El tiempo suele dejar intactas las obras modestas (es decir, de un tono tranquilo) y aniquila las obras vigorosas (es decir, vehementes)".
- Mi madre tardó mucho rato en darse cuenta de que sangraba por una pierna. Lo que le había herido, rozándola, era el culote de un obús. Tenía grabado una cruz de Saboya. En aquel tiempo la bandera italiana llevaba un escudo con la cruz de Saboya. Un crucero de la serie Giovani delle Bande Nere había lanzado el obús. La guerra con italianos es todavía más incomprensible.
- Las bombas de aquella noche mataron a 16 personas. 16 es un capricho que está entre el 15 y el 17.
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