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Reportaje:

En el aula del volcán

318 jóvenes de la Ruta Quetzal estudian prevención de desastres en el Popocatépetl mexicano

Bernardo Marín

La vulcanología es una actividad apasionante, pero su estudio sobre el terreno permite conjugar además la ciencia con la aventura. Los expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA han tenido ocasión de comprobarlo este verano sobre el terreno, en las aulas universitarias primero y en varios volcanes mexicanos después.

Los 318 jóvenes de más de 40 países distintos que integran esta expedición cultural y científica, dirigida desde hace 19 años por el periodista y aventurero Miguel de la Quadra Salcedo, arrancaron el curso el pasado 19 de junio con varias conferencias en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). En sus aulas, los jóvenes, de entre 15 y 17 años, estudiaron la importancia que estas bocas de fuego han tenido para las civilizaciones que han habitado el país y que, en palabras del profesor de Geofísica, Servando de la Cruz, "han vivido de sus volcanes y han perecido por ellos".

En el último siglo han entrado en erupción más de 1.500 volcanes en todo el mundo

Los volcanes son fascinantes, pero también peligrosos. En los últimos cien años han hecho erupción 1.511 en todo el mundo y han matado a más de un millón de personas a lo largo de la historia. Para estudiar la mitigación de sus efectos, la segunda parada de la expedición fue en el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).

Los volcanes siempre avisan y los expedicionarios aprendieron en las instalaciones de Cenapred a interpretar los síntomas que anuncian su despertar. Por ejemplo, la inyección del magma en el edificio provoca su deformación, lo que produce sismos y cambios en la composición de los gases. Si existe instrumentación adecuada, las erupciones pueden detectarse con años de antelación, a 10 horas es posible preverlas con errores de minutos.

La teoría dio paso después a la exploración sobre el terreno. Los jóvenes tuvieron ocasión de visitar las ruinas de San Juan Parangaricutiro, arrasado por la lava del Paricutín en 1944, 14 meses después del nacimiento del volcán. Tras una marcha de siete horas por el malpaís que rodea el cono, coronaron su cima a 2.800 metros y sintieron el calor que emana de la tierra, en forma de fumarolas, medio siglo después de su muerte oficial.

Una semana después los jóvenes se enfrentaron a un reto de mayor calibre. En un gesto sin precedentes, Cenapred abrió para ellos la zona de exclusión de 12 kilómetros que rodea al Popocatépetl, de 5.452 metros, y activo en la actualidad. Durante dos días los muchachos realizaron prácticas de instrumentación, sismología, geodesia, geología y materiales volcánicos o riesgo volcánico. Algunos como Aurelio o Noemí, de Bolivia, se encontraban a 4.000 metros como en casa. Otros, como Sofía Esono, de Guinea Ecuatorial, se sentían en un ambiente extraño, pero todos completaron el curso y recibieron el diploma acreditativo.

La experiencia del curso despertó la vocación de algunos expedicionarios. Según Ramón Ortiz, profesor del CSIC, y Ángeles Llinares, de la Consejería de Educación de Canarias, que instruyeron a los jóvenes, los que se decidan por estudiar esta materia tendrán mucha labor que hacer en Canarias. De hecho, apunta Ortiz, el Teide está entre los 16 volcanes más peligrosos del planeta. No porque amenace una catástrofe inminente -su última erupción explosiva se produjo hace 2000 años-, sino por la vulnerabilidad de las zonas sobre las que se alza.

Los jóvenes expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA, en las faldas del Popocatépetl.
Los jóvenes expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA, en las faldas del Popocatépetl.JOSÉ LUIS CUESTA

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Sobre la firma

Bernardo Marín
En EL PAÍS desde 1997, es jefe de boletines en el equipo de Estrategia Digital. Antes fue integrante de la Unidad de Edición, redactor jefe de Tecnología, director de Retina, subdirector de las ediciones impresa y digital, y responsable y fundador de la redacción de México. Es profesor de la Escuela de EL PAÍS y autor de 'La tiranía del clic'.

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