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Columna
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El centro

Ruiz-Gallardón apunta al centro. El juego de palabras no pretende definir una estrategia de posicionamiento político, sino el manifiesto interés que muestra el alcalde de Madrid por meterle mano al corazón de la capital. Cómo será lo que tiene en la cabeza don Alberto que ha definido públicamente su Plan de Revitalización del Centro Urbano como el proyecto más importante que el Ayuntamiento presentará en esta legislatura. Un lugar de honor que creíamos hasta ahora reservado para la remodelación de la M-30, proyecto osado donde los haya y cuya complejidad extrema les aconseja ahora un replanteamiento de plazos y la fijación de otros objetivos de lucimiento más inmediatos. Conste que lo que pretenden hacer en el centro tampoco podrán ejecutarlo de la noche a la mañana, pero ese plan permite, al menos, apuntar maneras antes de que acabe la legislatura. Con mayor o menor acierto, todos los gobiernos municipales que en Madrid han sido trataron de hacer alguna cosa por dignificar el manifiestamente mejorable escaparate de la capital. Barranco, por ejemplo, remodeló la Puerta del Sol; Manzano peatonalizó la plaza de Oriente, reformó la Gran Vía y, en los últimos años, empleó incluso fondos europeos para pavimentar con granito el centro histórico. Operaciones de maquillaje distintas a la que se pretende ahora emprender, ya que, a diferencia de los alcaldes anteriores, Ruiz-Gallardón no sólo quiere cambiar el paisaje, sino también el paisanaje. Su plan está pensado para darle a los distritos del centro un uso residencial atractivo para parejas jóvenes, algo de lo que carece en la actualidad. Tal y como están, y salvo algunas zonas puntuales, los barrios céntricos no ofrecen condiciones para montar una vida. La ausencia de dotaciones, de espacios verdes y el ambiente que se respira en muchas de sus calles ahuyenta a quienes tratan de crear un hogar estable y condiciona al centro a una población compuesta por gente mayor, residentes eventuales y marginados.

Para obrar semejante transformación, el Ayuntamiento se propone rehabilitar nada menos que 40.000 viviendas, destinar otras 6.000 a régimen de alquiler y esponjar las zonas más cutres abriendo espacios que las hagan habitables. Esto, que dicho así parece cosa fácil, requiere la aplicación de cirugía urbana y, allí donde entra el bisturí hay que hacer sangre. Según la concejal de Urbanismo, Pilar Martínez, están dispuestos a expropiar y a demoler manzanas enteras si fuera necesario. Para demostrarlo y de paso poner a prueba la eficacia del instrumental quirúrgico, han escogido ya un par de edificios de Lavapiés donde se dan las circunstancias tipo que justifican la intervención. Son dos inmuebles en estado ruinoso cuyos dueños se niegan a rehabilitarlos desde hace 20 años. El jueves iniciaron los trámites de expropiación forzosa, trámites largos y engorrosos en los que, además, el gobierno municipal debe dar una solución decente a todos los inquilinos que están allí. Intervenir así o de cualquiera otra forma en cientos de edificios de la capital requiere no sólo determinación, sino también dinero, así que van a tener que sacarle mucho brillo a los 219 millones de euros que han presupuestado inicialmente. Es, por añadidura, un trabajo ímprobo para una concejalía que está de por sí bastante cargada de tarea. Personalmente albergo serias dudas de que logren ser tan contundentes como aseguran pretender.

Han dicho que el Ayuntamiento contempla la expropiación de algunos edificios infrautilizados que son propiedad de instituciones religiosas. Ya me cuesta creer que los ecónomos de Rouco Varela, cuya capacidad de sacar dinero a los alcaldes han sabido acreditar sin misericordia alguna en tantos municipios de Madrid, se dejen birlar un solo ladrillo por algo tan asquerosamente terrenal como la utilidad pública. Precisamente, uno de los aspectos más sofisticados del plan de Ruiz-Gallardón es el relativo a los locales vacíos o sin pretensión de uso comercial. Se trata de definir la llamada "vivienda estudio" en la que los artistas pueden vivir y, a la vez, exponer su obra al público.

La idea es bonita, aunque esos procesos de revitalización suelen funcionar mejor si surgen de forma espontánea, como ocurrió cuando a los gays les dio por irse a Chueca y convirtieron un barrio degradado y peligroso en uno de los más atractivos y cuidados de la ciudad. El centro de Madrid está lleno de posibilidades, es cuestión de poner recursos, imaginación y encontrarle el punto.

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