El MOMA crea una ciudad con maquetas de los rascacielos del siglo XXI
La exposición incluye proyectos de Eisenman, Foster, Gehry, Calatrava, Koolhaas y Meier
Nueva York, donde se elevaron los primeros rascacielos del planeta hace ya casi cien años, acoge hasta el 27 de septiembre, en el Museo de Arte Moderno (MOMA), una pequeña ciudad de Edificios altos, los 25 que forman la exposición homónima con la que se ha querido ahondar en los nuevos horizontes de la arquitectura que han marcado la entrada en el siglo XXI. A través de maquetas de hasta tres metros de altura, el MOMA recorre el planeta desde Londres hasta Pekín, pasando por Santiago de Chile o Viena, presentando proyectos reales.
Algunos de los proyectos expuestos no han llegado a construirse, como la Max Reihnardt Haus de Peter Eisenman en Berlín o el proyecto que presentó Frank Gehry para la nueva sede del diario The New York Times en Nueva York. Otros están en vías de desarrollo, como el Turning Torso diseñado por el español Santiago Calatrava, un estilizado edificio de apartamentos y oficinas en el corazón de Mälmo (Suecia) que emula sin serlo una espiral y que constituye la única firma española de la exposición.
No son los edificios más altos del mundo, pero sí quizá los más revolucionarios. Construidos o simplemente expresados en el papel, todos ellos tienen algo en común: son rascacielos donde la tecnología utilizada, su concepto urbanístico, sus estructuras o su finalidad son lo suficientemente innovadoras como para convertirse en modelos a seguir.
Aunque el concepto de edificios altos sufrió una breve crisis tras los atentados contra las Torres Gemelas del 11-S, casi todas las maquetas que se pueden ver en esta exposición proponen construcciones intrínsecamente unidas a la vida de la ciudad. "A pesar de las ansiedades de un entorno global que ha cambiado, los arquitectos de hoy reconocen que un edificio no puede separarse del tejido permeable de la ciudad y de las actividades públicas de la cual nacen", afirma Terence Riley, uno de los dos comisarios de la muestra. El arquitecto mexicano Teodoro González León corroboraba durante la inauguración, el jueves, las palabras del comisario. "El 11-S provocó una crisis sólo momentánea en la arquitectura y esta exposición lo demuestra. La arquitectura no la hacemos los arquitectos, sólo la ejecutamos, es la sociedad en su conjunto la que pide los edificios. Es cierto que desde el 11-S el tema de la seguridad se ha convertido en una prioridad, aunque en sí es una contradicción ya que conseguir un escape rápido para un edificio de 100 pisos es un problema casi imposible de resolver". González León es miembro del equipo de arquitectos que diseñó en 1996 el edificio Arcos Bosques Corporativo de México DF, una estructura de hormigón vaciado cuya maqueta también se exhibe en el MOMA. Su compañero de equipo, Francisco González, se declaraba fascinado con propuestas como la de Rem Koolhaas para la Torre de la Televisión Central China en Pekín, una estructura de 234 metros que sin embargo también se extiende en horizontal y que verá la luz en 2008, o el proyecto de Richard Meier (que no fue escogido) para el nuevo World Trade Center, donde tres columnas alineadas y unidas en ángulo recto a otras dos "se presentan de forma muy diferente al edificio alto tradicional, es un concepto nuevo".
La exposición hace hincapié en la importancia de la tecnología con vistas a la creación de algunas de esas nuevas formas o aproximaciones al concepto de rascacielos. El edificio de Koolhaas en Pekín sería uno de los mejores ejemplos, ya que es una estructura que no habría sido posible construir años atrás sin los programas de ingeniería informática con los que hoy cuentan los arquitectos. La tecnología, además, permite crear rascacielos cuyo consumo de energía es mucho menor de lo que podía ser, por ejemplo, el de las Torres Gemelas, construidas en los setenta y criticadas entonces por su impacto urbanístico y su voracidad energética.
Un ejemplo de la aplicación de esos conceptos es el Swiss Reinsurance Headquarters de Londres, un edificio con forma oval diseñado por Norman Foster y el ingeniero John Brazier. Entre las maquetas presentadas está el edificio 7 South Dearborn de Chicago, que de haberse construido hoy sería el más alto del mundo, con 610 metros, pero también hay uno de tan sólo 57 metros, el Edificio Manantiales, de Santiago de Chile. "En esta muestra no se trata tanto de batir récords de altura como de ofrecer planteamientos nuevos, y supongo que han escogido nuestro edificio por su novedosa propuesta estructural frente a los terremotos", explicó Luis Izquierdo, uno de sus arquitectos.
Babelia
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