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Reportaje:EL FUTURO DE IRAK

Los suníes reclaman su cuota de poder

La minoría religiosa a la que pertenecía Sadam Husein trata de organizarse para tener voz propia en el nuevo Irak

Ángeles Espinosa

"Algunos jordanos y sirios detenidos han confesado que al salir de sus países les dieron la dirección de una mezquita donde recibirían órdenes", denuncia el jeque Humam Báquer Hamudi, asesor político de la Asamblea Suprema para la Revolución Islámica en Irak (ASRII), uno de los principales partidos chiíes. Hamudi se refiere, sin mencionarlas, a las mezquitas suníes que, según los servicios secretos, están dando cobertura a los insurgentes. "No es cierto; no queremos a Sadam", asegura el jeque Abdulkarim, imán de la mezquita suní de Omar al Mujtar y que ha tenido problemas con las tropas estadounidenses.

Tras la caída de Sadam Husein, los suníes de Irak se convirtieron en los malos de la película. El hecho de que el dictador perteneciera a esa comunidad religiosa y hubiera favorecido a muchos de los suyos, les hizo cómplices de sus desmanes. El peligro de la generalización se pagó enseguida. Un 20% de la población, los árabes suníes, se sintieron alienados y sin representación en el nuevo Irak. El Gobierno transitorio intenta revisar esa situación y los propios suníes han empezado a organizarse para hacer oír su voz.

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"Nosotros queremos dar una oportunidad a este Gobierno; si cumple lo que está prometiendo, estaremos con él", asegura el imán Abdulkarim. "Sabemos que las nuevas autoridades no tienen la lámpara de Aladino y que en tres días no va a cambiar todo, pero esperamos ver algunos signos", añade sin mucha convicción. ¿Tal vez la prometida amnistía? "De momento han empezado con mal pie porque lo primero que han anunciado es una ley de medidas de excepción y su intención de restaurar la pena de muerte", se queja el clérigo. "Eso sólo puede incrementar el odio; las primeras palabras del primer ministro debieran haber sido de aliento y de paz, de manos tendidas".

Desbaazificación

Uno de los gestos del nuevo Gobierno ha sido reconsiderar la estricta política de desbaazificación que impusieron los estadounidenses. Aunque el Baaz no era un partido exclusivamente suní, los suníes constituían la mayoría dirigente, aunque ahí también hay quejas. "Entre los 4.000 jefes locales del partido había muchos chiíes. Sin embargo, a ellos los americanos no fueron a buscarles a casa como a los suníes", asegura un suní ex baazista. Difícil de probar, pero la primera orden que firmó el ex administrador Paul Bremer fue la de desbaazificación que expulsó a 60.000 funcionarios, entre ellos 10.000 docentes y sanitarios cuya salida debilitó los sistemas educativo y de salud. Desde entonces, el Comité Nacional de Desbaazificación ha readmitido a 12.000 de quienes apelaron la decisión.

Husein, antiguo responsable de España en el Departamento de Europa del Ministerio de Exteriores, es uno de esos afectados. Ha sido despedido por baazista. "Zebari ha llenado el ministerio de kurdos", se queja en referencia al origen del nuevo ministro, Hoshyar Zebari.

En los ministerios dirigidos por un chií, la acusación es que sólo los miembros de esa comunidad, mayoritaria en Irak, resultan promocionados. "He oído esas quejas, pero en mi caso, al trabajar para una empresa privada, no he tenido problemas", asegura Lahib Abdulrazzak, quien, sin embargo, dice no sentirse representada por los nuevos dirigentes. A. al S., un empresario cuya familia tuvo una vida cómoda con el antiguo régimen, ha recurrido a un hombre de paja para tratar de lograr contratos con el nuevo Gobierno. "A mí nunca me los darían", afirma con cierto cinismo.

"Muchos de los predicadores [suníes] pertenecen a la escuela de Izzat al Duri", insiste Hamudi en referencia al que fuera número dos de Sadam y el más importante miembro de la famosa baraja que aún no ha sido detenido. A Izzat Ibrahim al Duri se le atribuyen los contactos con los islamistas en la última etapa, cuando el régimen intentó usar la religión como coartada. "Los mismos que mataron a los iraquíes en Halabya y en el sur del país, los están matando ahora en Hilla, en Baquba y en Bagdad", señala el responsable chií.

Abdelkarim, que aún arrastra secuelas de sus siete días de detención el pasado octubre, ofrece una imagen dialogante que casa mal con la alegación norteamericana de que escondía armas en la mezquita. "Dijeron que habían encontrado una granada, pero ¿para que voy a esconder yo una granada aquí, en un lugar donde juegan mis hijos?", rechaza queriendo pasar página. Volvió a casa con una córnea rota y tras pasar por el hospital debido a un paro cardiaco. "Me pidieron que trabajara con ellos, pero mi padre murió fuera de Bagdad porque se negó a trabajar con Sadam Husein y yo no voy a venderme", concluye.

Líderes tribales suníes, durante una reunión en una mezquita de Bagdad en febrero pasado.
Líderes tribales suníes, durante una reunión en una mezquita de Bagdad en febrero pasado.REUTERS

"Nos gobernaron por la fuerza"

"[Los suníes] no tenemos nada que ver con los treinta años negros que hemos vivido. Nos gobernaron por la fuerza, no por nuestro gusto", defiende el jeque Abdelkarim. "La gente se equivoca cuando piensa que nosotros no padecimos con el régimen anterior, incluso estuvimos peor porque otros líderes se marcharon fuera, pero nosotros estuvimos aquí, prisioneros", asegura, obviando que el más prominente de sus ulemas, el jeque Ahmad al Kubaysi, no ha regresado de su exilio en Emiratos Árabes Unidos y ha declinado ponerse al frente de la comunidad como esperaban muchos de sus seguidores.

"Carecemos de una maryaiya [el liderazgo religioso chií] que nos oriente y defienda nuestros derechos", lamentan muchos suníes consultados por esta enviada. El Comité de los Ulemas, del que el imán Abdelkarim es un miembro destacado, está tratando de llenar ese vacío. "Desde hace algunos meses nos reunimos semanalmente para coordinar el mensaje de nuestros sermones del viernes", confía el clérigo.

"También estamos tratando de elegir un ulema que actúe como guía y portavoz", declara esperanzado. Mientras, facilita su móvil a la periodista como salvoconducto "en caso de que, Dios no lo quiera, alguien la secuestre".

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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