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Los afectados, la mayoría ancianos, intentan recordar tres décadas después de los hechos

"¿Podría hablar más alto? Es que no oigo muy bien", grita una anciana en la sala cero de la Audiencia Provincial. "¡Que cómo se llama y a qué se dedica!" responde la juez gritando al micrófono de la sala. La magistrada sonríe, ya que no es el primer caso, ni el último, en el que las formas habituales de un interrogatorio no pueden ser respetadas durante el juicio del caso Promocisa: la mayoría de los testigos son ancianos que a duras penas han llegado hasta el juzgado, muchos sin sospechar para qué han sido citados.

Es el caso de los 36 testigos que comparecieron ayer en la Audiencia a petición de la fiscalía. Habían invertido sus ahorros entre 1976 y 1977 en la compra de un piso de la promoción Parque La Coruña, en Collado Villalba. Ninguno de ellos recibió su piso ni recuperó el dinero (una media de un millón y medio de pesetas de la época) hasta por lo menos una década después. Fue necesario que los afectados crearan una cooperativa propia que terminó de construir las viviendas (a cambio de una cantidad mucho más elevada que el precio fijado por Promocisa) o que se encargara de devolver el dinero, en este caso nunca la cantidad completa.

Ninguno de los testigos sabía el por qué de su comparecencia, la mayoría incluso desconocía que se estaba celebrando el juicio. A medida que iban llegando, muchos se reconocieron de los tiempos en los que participaron en las movilizaciones de principios de la década de los años 80, y comenzó a aflorar el enfado por lo que consideran "una falta de vergüenza" porque el juicio se celebre casi 30 años después.

Los interrogatorios eran breves: cuatro preguntas del fiscal jefe, Manuel Moix, siempre las mismas, y dos cuestiones de un letrado de la defensa, también las mismas. Los testigos iban desfilando de forma mecánica, uno a uno, pero muchos aprovecharon para desahogarse tras 30 años de olvido. "Exijo que se nos indemnice por el infierno que hemos pasado", decía angustiada una mujer, de pie y mirando al tribunal. "Mi hija sufría de poliomelitis y queríamos el piso porque tenía piscina. Al final ni piscina ni piso y mi hija sufriendo", concluyó antes de dar media vuelta y dejar paso al siguiente testigo.

Todos ellos sufrieron las consecuencias del caso Promocisa. Más de 3.000 familias de toda la región, en Madrid, Móstoles, Torrejón de Ardoz y Collado Villalba, se quedaron sin piso y sin dinero cuando la empresa quebró hace casi 30 años. Ayer declararon los primeros 36. A partir de septiembre seguirán compareciendo.

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