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Columna
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Schröder en Perpiñán

Hay ocasiones en las que con mera mala fe o buenas dosis de estulticia se consiguen colmar máximas expectativas. Como el derribo de monumentos de la civilización más culta y piadosa. Eso sí, siempre ayudados por la buena fe recurrente de aquellos que dicen que no pasa nada cuando tiembla el suelo y los muebles se deslizan violentamente hacia las esquinas de las habitaciones. "No es un terremoto amigos, solo es talante innovador. Estamos renovando decoraciones". El Partido Socialdemócrata más antiguo del mundo, el SPD, el partido que más bienestar, seguridad, prosperidad y autoestima ha logrado en su historia para un maltratado y humillado pueblo alemán, puede estar al borde de la extinción, agotado en la incompetencia, la vanidad y la mezquindad de sus dirigentes y peor aún, sobre todo talantes de sus militantes.

En los años veinte y treinta del siglo XX como a finales del siglo anterior, los individuos que se consideraban libres o querían serlo sabían que había una palabra sagrada que nadie podía pronunciar en vano pero todos debían cultivar como el bien que tejía la emoción entre los individuos para forjar un mundo soñado pero posible en el que nuestros hijos y nietos fueran mayores y mejores, más sanos y mas cultos, más conscientes de sus derechos y más compasivos con todo lo ajeno, era la palabra solidaridad. Ayer se anunció que el SPD, en Alemania -ese gran ejemplo político para actuales congresistas españoles y locomotora europea tísica actual- va a tener su primera gran escisión desde la ruptura que demócratas y lacayos de la dictadura tuvieron después de la patética orquestación del experimento social criminal bolchevique.

Buena suerte a todos. El señor Franz Walter, profesor de la Universidad de Göttingen y uno de los líderes de la escisión en el SPD no es peor militante de ese gran y noble partido que es el SPD que su hasta ahora máximo dirigente Gerhard Schröder, canciller a la sazón de Alemania y uno de los grandes problemas objetivos que Europa tiene hoy en día. Si la izquierda alemana tiene otra vez necesidad de encontrarse con caracteres nulos como Oskar Lafontaine es porque tiene líderes como Schröder y disidentes como Walter y gentes con un mínimo carácter como Franz Münterfering que intentan con obstinados fracasos hacer entender a los votantes de la izquierda que la fiesta se ha acabado y que aquel término tan en desuso de la solidaridad es el único que puede hacer de Alemania -también de Francia por cierto- un mar de individuos que no sean unos meros fracasados que se lamen sus heridas en el rencor y la impotencia como hicieron alemanes y franceses, unos en Weimar y otros en Vichy, echando la culpa de sus miserias a los "sabios de Sión" entonces o a los trotskistas del Pentágono ahora.

Comenzamos a leer divertidas disquisiciones de aquellos que sugieren que la ampliación no ha sido sino la ofensiva masiva de la quinta columna atlantista en el cuerpo incorrupto de la Europa europea y europeísta. Europa nunca ha sido el club elegante que regala cargos a ciertos intelectuales más o menos pelmazos sino un proyecto que recondujera desde la tragedia insólita e incomprensible de dos grandes guerras a una vida en común de quienes somos europeos porque sí, no porque lo diga alguien en el Elíseo o en alguna cátedra de la Jean Monet.

Alemania está a punto de convertirse en un país fracasado del que solo surgirán rencores y gentes sin otro aprecio en la vida que la revancha y ese triste recurso de echar la culpa a todos los demás de las tragedias y los sinsabores propios. El SPD roto, un partido postcomunista como el PDS que sigue siendo una banda de cuadros de una dictadura que se remueve y no descansa en el basurero de la historia no son realmente lo que nos mueve al optimismo histórico a quienes sabemos de las miserias del pasado. Unos partidos socialistas enfermos de corrupción, enfermos con ansias de armonía o galopantes en su entusiasmo de arreglarlo todo con quienes quieren destruir su propio espacio histórico territorial o político son felices en sus citas sociales y nos prometen un buen amanecer. Paces por separado para todos y Schröder en Perpiñán. Nos destruyen pero prometen no matarnos. Por ser nosotros.

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