_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Weyler

A propósito de la publicación de las memorias del general Weyler, que todavía no he leído, personas de prestigio afirman que con este motivo podrá someterse a revisión la figura de este ilustre militar mallorquín, sobre la que recae lo que ellos califican de leyenda negra. Enviado a Cuba a finales del siglo XIX a sofocar la insurrección, el general Weyler tuvo la idea de encerrar a la población nativa y así evitar que prestara su colaboración a los rebeldes. La idea y su desarrollo no evitó la independencia de Cuba, pero dio origen a los campos de concentración. Puesto a tener mala fama, más vale que el motivo sea de bulto. Por supuesto, el general Weyler no podía prever el grado de perfeccionamiento que unas décadas más tarde alcanzaría su invento. Es más, hay quien afirma que actuó movido por las mejores intenciones; que en realidad recluyó a los indígenas para ponerlos a cubierto de las incursiones rebeldes.

Podría ser. Las peores barbaridades se han cometido bajo capa de buenas intenciones. Franco se pasó 40 años convencido de que nos estaba haciendo un favor y no hay tirano depuesto a quien no sorprenda y entristezca la ingratitud de sus víctimas. Pero esto es lo de menos. El campo de concentración es una creación nefasta porque ignora la conducta individual y la subordina a una presunta culpabilidad genérica y, sobre esta base, cataloga, agrupa y priva de la libertad a los miembros de una comunidad. Lo que luego se haga con los internados ya depende de la buena o la mala voluntad de los guardianes. Durante la II Guerra Mundial, el Gobierno de Estados Unidos dispuso que fueran internados en campos de concentración los ciudadanos de origen japonés. No fueron maltratados, pero la medida fue una infamia, porque establecía una presunción de traición sin más indicio que el origen racial.

La esencia misma de nuestra concepción de la justicia y la libertad está basada justamente en lo contrario, pero en la práctica no faltan las excepciones: colectividades encerradas en una cerca real o virtual y lo contrario: grupos a los que colectivamente no se permite la entrada en el redil. Y como el mundo tiene mal arreglo, paz a la memoria del general Weyler, pero maldición eterna a su funesto invento.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_