Viajar es arriesgado

Hace más de un mes reservé unas vacaciones que comenzarán, si el petróleo no lo impide, el 25 de julio. Cerré la operación al precio que en el catálogo de verano tiene ofertado el tour-operador de turno a través de una agencia de viajes, y la semana que viene pensaba pasarme a recoger los billetes y a pagar el resto de mi viaje, según lo acordado.

Todo en orden hasta que esta tarde suena el teléfono y me indican que el precio del viaje se ha incrementado porque los tour-operadores reclaman un importe adicional por la subida del petróleo, en mi caso 15 euros de nada por persona. No cuento mi reacción en caliente (es bastante imaginable por cualquiera), y la pobre muchacha que ha tenido que pasar el trago de darme semejante noticia también se ha visto obligada a tragarse mi indignación.

Si yo anulo la reserva, tengo que pagar una serie de gastos e indemnizaciones. Igualmente, si una vez pagado el viaje me rompo la crisma y no puedo ir, pues o he pagado un seguro de mi bolsillo que me cubra dicha historia o, por supuesto, pierdo el dinero. Ése es mi riesgo cuando reservo, y el de ellos me ha quedado claro que ninguno. ¿Es que no pueden contratar un seguro que les cubra sus riesgos?

Estas grandes empresas no tienen palabra; visto lo visto, te pueden alterar el precio cuando les venga en gana. Distinto es que fuera a reservar ahora y me dieran ya un precio nuevo ajustado al precio actual del petróleo, si quiero lo cojo y si no lo dejo, pero en mi caso el viaje está cerrado ya, y al dinero de mi reserva le habrán sacado un rendimiento que yo le he dejado de sacar desde hace más de un mes. Porque digo yo, si acaso baja el petróleo de aquí hasta que me vaya, ¿me devolverán el dinero? Y si en vez de subir hubiese bajado, ¿me hubieran llamado para decirme que el viaje me salía más barato? Es una vergüenza, sólo que estos gigantes es justo lo que no tienen: vergüenza. Ni ellos ni quienes legislan semejante sangrado.