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Reportaje:

Límites trágicos del capitalismo chino

El automóvil es el nuevo símbolo de estatus social en China, pero la anarquía del tráfico causa 104.000 muertes al año

"¿Si se encuentra con un accidente de tráfico y ve a una persona inconsciente con los órganos internos sobre el asfalto, debe recogerlos y volverlos a poner en el interior del cuerpo del accidentado?". Muchos extranjeros recuerdan con aprensión esta pregunta del examen de conducir en China y esperan no encontrarse nunca con esta situación, pero a lo que sí tendrán que hacer frente es a las caóticas carreteras chinas (las más mortales del mundo), donde la sorpresa está a la vuelta de cualquier curva y la ley que impera es la de la jungla.

Camiones que se saltan la mediana y cambian de sentido en medio de la autopista, coches que circulan sin luces traseras, conductores que adelantan a gran velocidad por el arcén, transportistas que ruedan en punto muerto para ahorrar gasolina, obreros que viajan encima de la carga de las camionetas... Son sólo algunas de las prácticas que contribuyen a que China registre el 15% de las muertes de tráfico mundiales a pesar de que sólo tiene el 2% del parque automovilístico. Según el Gobierno, 104.000 personas perdieron la vida en el asfalto el año pasado (casi 300 al día), 1,5 veces más que hace una década y más del doble que en países como Estados Unidos, donde el número de vehículos es muy superior. Y la cifra sube a una media del 10% anual.

Después de la vivienda, el coche es el objeto más deseado de la nueva clase media

El alto índice de mortalidad ha disparado las alarmas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha calificado la situación de "grave crisis". La OMS asegura, además, que el número de víctimas es de 600 al día, el doble del que señalan las autoridades. La diferencia estriba, según explica Roy Wadia, portavoz del organismo sanitario en Pekín, en que "las cifras chinas se basan en las muertes que ocurren en el lugar del accidente". "Si la persona resulta herida, es llevada al hospital y fallece en él, a menudo no es incluida ".

Según Daniel Navarro, director de un proyecto de cooperación sobre transporte entre los Gobiernos chino y español, las principales razones de la peligrosidad de las carreteras son "el alto número de conductores noveles [11 millones cada año], la falta hasta el pasado 1 de mayo de una ley de seguridad vial, la inexistencia de un sistema adecuado para perseguir las infracciones y el hecho de que el parque automovilístico ha crecido mucho más rápido que la calidad de las infraestructuras". Las autoridades chinas reconocen que la principal causa de accidentes es la violación de las normas de tráfico.

Hace apenas 20 años, poca gente tenía coche en China. La bicicleta y los transportes públicos eran el único medio de desplazamiento y ciudades como Pekín eran un mar de dos ruedas, que vibraba con el sonido de los timbres. Hoy las bicicletas son un medio en vía de extinción. Y muchos de sus usuarios se han sumado a la vorágine motorista que vive el gigante asiático como consecuencia de la rápida transformación económica y el aumento del nivel de vida. Otros son atropellados en la lucha por el espacio en calles y cruces. Los coches sortean a las bicis y éstas a aquéllos, en un país donde la única regla de conducción válida parece ser: no parar hasta que la carretera quede bloqueada y nadie pueda avanzar.

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"Los automóviles han tomado la ciudad, circular en bicicleta se está convirtiendo en peligroso", dice Zhang Yongxin, de 25 años, que trabaja en una empresa de transporte y acude todos los días al trabajo en ella. "El coche representa poder y un estatus social. Muchos propietarios sólo quieren dar una imagen". Durante mucho tiempo fue una prerrogativa de clase, y hoy, según algunos expertos, muchos conductores se resarcen y se sienten superiores al volante, negando el paso a cualquier peatón y vehículo que sea menor al suyo.

El alto índice de accidentes (667.000 el año pasado, que provocaron casi medio millón de heridos) y los continuos atascos no desaniman, sin embargo, a los compradores, que acuden a veces a los concesionarios con una bolsa llena de billetes para pagar al contado y en metálico. Después de la vivienda, el coche se ha convertido en el objeto más deseado por la nueva clase media.

Liu Tao, un comercial de 27 años, será en breve uno de los flamantes nuevos propietarios. "Me saqué el carné en el año 2000, y voy a comprar un coche porque es muy práctico. Pienso gastar unos 100.000 renminbis [moneda china]", dice en un mercado automovilístico de Pekín. Otros, como Wang Bin, de 30 años, director de ventas en una empresa de maquinaria, va a por su segundo vehículo. El primero, un Hong Qi (bandera roja), lo adquirió en 1997. "Ahora busco uno para mi mujer. El coche te da libertad", afirma. Una libertad que pasa por las autoescuelas, de las que los estudiantes salen sin haber podido practicar en calles y carreteras, ya que no está permitido. Algunos aspirantes, con relaciones, simplemente compran el carné.

Consciente de la gravedad de los accidentes de tráfico, el Gobierno planea mejorar los programas de formación y educación vial y ha puesto en marcha una ley que por primera vez da preferencia a los peatones. Hasta ahora, los conductores no tenían responsabilidad cuando atropellaban a un viandante. "El problema es que la conciencia sobre seguridad no es muy alta en China y la gente no ha tenido tiempo de aprender", concluye Liu.

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