"Los escritores buenos son escasos"
Antoine Gallimard (París, 1947), presidente de Éditions Gallimard, la mítica editorial que nació de la Nouvelle Revue Française (NRF), fundada por André Gide y Jean Schlumberg, entre otros intelectuales, en 1909, ha estado en Barcelona para dictar la conferencia de clausura del Master de Edición de la Universitat Pompeu Fabra. Y habló de Gallimard, la editorial entre el mito y la empresa. Tiene tras sí casi un siglo de historia de la literatura y ante él importantes retos.
Gallimard, "casi un grupo", como la define su presidente y propietario, tiene en este momento seis editoriales: Denoël, Mercure, Nouveaux Loisirs, Gallimard Jeunesse, POL (el 88%) y Éditions de la Table Ronde; tres empresas de distribución; seis librerías; y cuatro filiales en el extranjero: Foliade (Bélgica), Cinq Frontières (Suiza), Gallimard Limitée (Canadá) y Schoenhof's Foreign Books (Estados Unidos).
"En Europa tenemos suerte. Gracias a las librerías, aún logramos vender calidad"
"Intento mantenerme en la línea que fijaron mi abuelo, André Gide o Paul Valéry"
"Actualmente, nuestro principal problema es la renovación generacional"
Factura 225.600.000 euros (2002), emplea a un millar de personas y en 2003 publicó 1.418 títulos, de ellos, más de 700 fueron editados por Gallimard. Su catálogo sigue siendo impresionante. De André Gide a Milan Kundera, Malraux, Proust, Saint-Exupéry, Sartre, Camus, Sollers, Aragon, Mallarmé, Breton, Artaud. Los rusos, los alemanes, los estadounidenses...
"De La mancha humana, de Philip Roth, vendí el año pasado 270.000 ejemplares. Increíble, porque es un buen libro". De sus españoles, le funcionan muy bien, repite a lo largo de la entrevista, Javier Marías y Manuel Rivas.
Pregunta. Se dice que Gallimard es la historia de la literatura francesa del siglo XX. ¿Lo seguirá siendo en el XXI?
Respuesta. Para responder a su pregunta habrá que esperar 30 años. Lo que le puedo decir hoy es que intento mantenerme en la línea que fijaron mi abuelo [Gaston Gallimard], Gide o Valéry a principios de siglo, es decir, publicar siempre libros en los que creemos. Hoy somos una gran editorial, una empresa, casi un grupo que todavía puede desarrollarse, pero nuestro oficio es realmente la literatura. Cuando no creemos en un libro, no lo publicamos. La filosofía es la misma, a pesar de las obligaciones comerciales. De vez en cuando también publicamos necesariamente libros comerciales.
P. ¿Es posible el equilibrio entre calidad y rentabilidad?
R. Totalmente. La diferencia que hay entre las editoriales independientes como la mía y los grandes grupos se establece exclusivamente en relación a los compromisos financieros. Mi obligación es alcanzar unas cuentas equilibradas, aunque sólo obtenga un 10% o un 15% de beneficios. En Europa tenemos suerte, gracias a las librerías, todavía conseguimos vender calidad.
P. El Grupo Lagardère (Hachette) ha comprado las editoriales de Vivendi Universal Publishing. ¿Es cada vez mayor la concentración editorial en Francia?
R. Aumenta día a día. Lo que preocupa de la concentración es que estos grandes grupos meten la mano en grandes centros de distribución. Hemos visto recientemente como editoriales familiares tradicionales como Flammarion y Le Seuil han cambiado de propietario. El panorama cambia. En España, el fenómeno ya se produjo, pero lo positivo de su país es que emergieron pequeñas editoriales que son como un vivero. En Francia había un equilibrio, pero no se sabe lo que va a ocurrir.
P. ¿Intentó comprar alguna de las editoriales de Vivendi?
R. Hace unos años quise comprar, Hatier, una gran editorial escolar, pero Hachette tenía más medios que yo y se la quedó. En cuanto a las editoriales de Vivendi, que ahora se llaman Editis, hice algunas propuestas. Estaba muy interesado en algunas editoriales, como Le Robert, pero se vendía todo el grupo en bloque y era demasiado para mí, porque me obligaba a buscar un socio. Mi prioridad es mi editorial y lo que representa mantener mi mayoría y no contraer deudas que la amenacen.
P. ¿Se opuso a la operación Lagadère?
R. Junto a otras dos editoriales independientes, Le Seuil y La Martinière, advertimos a las autoridades de Bruselas en materia de competencia de que, si Hachette se hacía con Editis, iba a controlarlo todo: la edición escolar, los diccionarios, la distribución, los libros de bolsillo, todo. Trabajé mucho para que esta operación no se llevara a cabo y no se realizó o sólo se hizo en parte, no como Lagardère había planificado.
P. ¿Cómo acabará?
R. No lo sé. Estamos al principio de todo. En Francia el volumen de negocio de la edición es de 2.500 millones de euros, lo que no es mucho. Cuando se produce una operación de este tipo es como tirar una piedra en un acuario y que todo empiece a moverse.
P. Gaston Gallimard, su abuelo, creó con Gide y Schlumberg Éditions de la NRF, que luego se convirtió en Librairie Gallimard y más tarde en Éditions Gallimard. En los años cincuenta, inició la expansión de la editorial. Su padre, Claude Gallimard, rompió un acuerdo de más 30 años de distribución y coedición con Hachette y creó su propia distribuidora y nuevas colecciones. ¿Cuál es su papel?
R. Mi responsabilidad, de la cual estoy orgulloso, ha sido conservar el carácter familiar de la empresa. Se produjeron disputas de sucesión. Gran parte de la familia vendió su parte. Yo pude conservar la editorial y comprar las acciones de mis hermanos.
P. ¿Fue difícil?
R. Sí. Después de las disputas por la sucesión en los noventa, hubo gente que quiso comprar la editorial, como el famoso magnate Maxwell o Francis Bouygues, el constructor francés, que había comprado TF1 y que quería quedarse también con mi editorial. Pude, con ayuda de los bancos, comprar las acciones de mis hermanos y el año pasado compré a un banquero las acciones restantes, lo que me permite controlar actualmente el 98% de la sociedad. Es bastante atípico. En general, las generaciones siguientes acaban vendiendo pero yo, por el contrario, he vuelto a comprar y, así, he podido proteger la editorial de posibles ventas sucesivas..
P. También la ha hecho crecer.
R. Con Folio he desarrollado mucho el libro de bolsillo. He comprado fondos editoriales para completar mi catálogo y también algunas editoriales, como Les Éditions de La Table Ronde o POL.
P. El comité de lectura de Gallimard, en el que estuvieron autores como Gide, Camus o Malraux, tuvo un peso enorme. ¿Lo sigue teniendo?
R. Ahora es menos importante porque la edición ha cambiado. Es necesario tomar decisiones con rapidez. Puesto que los escritores buenos son escasos y difíciles de encontrar, es necesario ser rápido. El comité de lectura es más bien como un consejo que debe velar por la línea de la editorial y la calidad de ésta.
P. ¿Realmente es tan difícil encontrar buenos autores?
R. Sí es muy difícil. Es cierto que en Europa los grandes escritores surgieron en el período de entre guerras y en la posguerra mundial. Hoy en día hay buenos escritores, pero creo que se ha producido una especie de transición a la música y al cine.
P. ¿Está saturado el mercado editorial francés?
R. Sí. Ha habido un aumento enorme de la producción de títulos. Hemos pasado de 30.000 a 60.000. Casi el doble. Es demasiado y los editores tenemos muchas devoluciones.
P. ¿Qué hace Gallimard con los libros devueltos?
R. Desgraciadamente, nos vemos obligados a destruirlos. Reciclamos algunos o de vez en cuando, hacemos donaciones, aunque pocas, a prisiones o a África, pero siempre tenemos miedo de promover una red paralela.
P. ¿Cuánto tiempo duran en Francia los libros en librerías?
R. Dos meses. Son como fruta de temporada. Un libro sustituye a otro. En mi editorial estamos muy contentos porque alrededor del 60% de nuestras ventas procede de nuestro fondo, de todo lo que no es novedad. Los libros se hacen para perdurar.
P. En 1990, Gallimard y Tusquets anunciaron que coeditarían en España La Pléiade. Nunca se hizo. ¿Por qué?
R. Al final, Beatriz de Moura renunció a ello. Pensaba que era muy difícil introducir La Pléiade en el mercado español. Se trataba de ediciones con un sistema de notas difícil para el mercado español. La Pléiade se consolidó en Francia con el tiempo, porque, en principio, se trataba de una colección para viajes y luego se convirtió en una colección de referencia muy singular, un poco lujosa. Cuesta exportarla. Sacamos una Pléiade en Italia que cuesta vender. Creo que es una colección muy francesa.
P. Fue necesario que se celebrara el centenario de Simenon para que lo incluyeran en La Pléiade. ¿Por qué tardaron tanto?
R. Porque fue una operación comercial. El sueño de Simenon era publicar en La Pléiade. Hubo un gran debate en la editorial en aquella época: Gide consideraba que era un gran escritor pero el resto de miembros del comité estaba en contra y consideraba que era demasiado popular. Yo he creído que es importante publicar dos tomos de su obra. Quizá en aquella época no fue posible.
P. El comité de lectura rechazó Por el camino de Swann, de Proust.
R. Sí, pero rápidamente reconocieron que fue un error y lo incorporaron a la editorial. En otras ocasiones, fueron muy valientes. En los sesenta publicaron a Céline en La Pléiade cuando, después de la guerra, se lo consideraba un diablo.
P. Gaston Gallimard lamentó no tener en su catálogo a Julien Gracq o a François Mauriac, ¿a quién quisiera tener usted?
R. A García Márquez, porque tenemos los escritores latinoamericanos más importantes. Entre los franceses, lamento que Pascal Quignard me dejara. Pensaba que volvería. Lo apreciaba mucho. Un editor es como un coleccionista, siempre está pensando en ampliar su catálogo.
P. Es usted un acérrimo defensor del precio fijo de los libros.
R. La edición es como un ecosistema. Por eso yo he trabajado mucho, con Jérôme Lindon de Minuit, para protegerlo mediante el precio fijo. Lo pudimos conseguir gracias a Jack Lang y a Mitterrand y nos ha permitido salvar muchas librerías. Si no hubiera precio fijo yo no podría llevar adelante mi política editorial.
P. ¿Qué hay que hacer para promocionar los libros?
R. Creo que es muy importante que haya programas literarios de calidad en la televisión. Por ejemplo, en Francia hay una publicación sobre televisión, de carácter familiar, que tiene mucha influencia en la compra de libros. Se llama Telerama y la ha comprado Le Monde. Por otra parte, está la prensa escrita, pero el problema, al menos en Francia, es que siempre habla de los mismos libros y de los mismos autores. Es muy difícil para un escritor desconocido llegar a prensa escrita.
P. ¿Es necesaria la promoción de la lectura en Francia?
R. Debería promoverse con todo tipo de medios: organizar juegos, concursos en las escuelas, en los institutos para que los alumnos puedan ganar premios, viajes. Una vez organizamos un tren de la lectura con la SNCF [los ferrocarriles franceses] que recorría las grandes ciudades y mostraba cómo se fabrica y se distribuye un libro. Fue un éxito. Encontramos lugares, espacios que resultaban cercanos a los jóvenes, que les estimulaban a la lectura.
P. ¿No leen los jóvenes?
R. No les gusta ir a las librerías porque se sienten intimidados, a menudo se sienten perdidos. Nuestro principal problema actualmente es la renovación generacional. Si hablamos de La Pléiade hace 10 años vendía 400.000 volúmenes al año, lo que no estaba mal. Actualmente, sólo vendemos 300.000. Hemos perdido lectores. Me pregunto si la próxima generación será una generación de lectores de colecciones. No es seguro. Existe un problema de pérdida de lectores.
P. ¿Y Harry Potter?
R. He vendido en Francia dos millones de ejemplares de la quinta entrega pese a que es un libro caro, que cuesta 28 euros. En Canadá, en Québec, he vendido 270.000. La cuestión es saber si los adolescentes que leen Harry Potter van a leer después otros libros.
Babelia
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