Modelos de urbanidad
El paisaje europeo se mira hoy en un espejo español de dos caras: en una aparece un óvalo de piedra con una puerta de dimensiones bíblicas, y en la otra, un valle esculpido en bancales de detritus y tierra. Entre la revitalización de la ciudad histórica y la restauración de los paisajes naturales degradados por la colonización urbana, los 169 proyectos presentados a la tercera edición del Premio Europeo del Espacio Público Urbano reflejan una preocupación común por transformar el espacio físico en espacio social. Precisamente para reivindicar este rasgo distintivo de la cultura urbana del viejo continente se creó el galardón en el año 2000, de la mano de varias instituciones dedicadas a la arquitectura: el Architekturzentrum Wien, el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, el Nederlands Architectuuristituut, la Architecture Foundation y el Institut Français d'Architecture. De carácter bienal, no sólo premia a los arquitectos y urbanistas responsables de las intervenciones, sino también a las instituciones promotoras de las mismas. Este año se han distinguido ex aequo dos obras: la remodelación del paseo del Óvalo y su entorno en Teruel, y la transformación en parque del depósito controlado de la Vall d'en Joan en Begues, Barcelona.
Los 169 proyectos presentados a concurso reflejan una preocupación común por transformar el espacio físico en espacio social
En 2001, la Diputación de Aragón convocó un concurso para la remodelación de la cornisa monumental de Teruel, un amplio balcón sobre la vega del río Turia. Se trataba de facilitar la conexión peatonal entre la estación de tren y el centro histórico, primer paso de una transformación más ambiciosa de toda esa fachada. El británico David Chipperfield, que concurrió con el estudio barcelonés b720, se impuso al resto de los equipos convocados con un proyecto casi invisible: desde la estación, una cinta pétrea conduce los pasos del transeúnte hasta el hueco vertical abierto en la muralla para alojar los ascensores que suben hasta el paseo del Óvalo, cuyo pavimento se ha unificado con un adoquinado de piedra. En el mismo tono casi imperceptible se ha reordenado el estacionamiento de vehículos, además de renovarse la iluminación y el arbolado. A los pies de la muralla, una austera plazoleta realza la escenográfica escalinata neomudéjar que Carlos Castel y José Torán construyeron en 1920 para unir la ciudad con la estación. Empeñado ahora en la "restauración blanda" del Neues Museum de Berlín, Chipperfield materializa en Teruel su discurso acerca de la continuidad urbana y de la necesidad de no comprometer la autenticidad de los elementos originales.
La decisión de clausurar el depósito controlado de Vall d'en Joan, que daba servicio a todo el área metropolitana de Barcelona, fue paralela a la de ampliar y mejorar las instalaciones de la depuradora y la incineradora del Besós, uno de los proyectos vinculados a las actuaciones del Fórum. Habitualmente, este trabajo de sellado se lleva a cabo por empresas especializadas, pero sus promotores -la Diputación de Barcelona y el Consorcio Área Metropolitana- decidieron recuperarlo con un proyecto paisajístico que ha llevado a cabo la ingeniería Proser, con el estudio de arquitectura de Enric Batlle y Joan Roig -que posee una amplia experiencia en la diseño de parques-, y la paisajista Teresa Galí. Hasta la instalación del depósito en la década de 1960, el lugar había sido un valle natural, que ahora se reintegra al parque del Garraf tras un espectacular modelado en terrazas de las capas de porquería y tierra acumuladas, y su plantación con tres tipos de vegetación de la zona, conduciendo los gases para aprovechar su energía en el bombeo de agua de riego. El camino zigzagueante que conduce desde el punto más bajo hasta el más alto de la intervención es un recorrido pedagógico punteado por muretes de material orgánico -sobre los que crecerá vegetación- o prismas de mallazo rellenos de recipientes de plástico que explican al visitante la transformación llevada a cabo. Como una metáfora de curación que quedará oculta cuando crezca la vegetación, sobre los terrenos en pendiente se extendieron unas bandas de tela como vendas para evitar que con el movimiento de la tierra no arraigasen las plantas.
Además de estas dos obras, el
número de intervenciones españolas en la presente edición es abrumador: 61 frente a 28 de Alemania, 13 de Italia, 9 de Francia o 7 de Austria, los Países Bajos y Portugal. Es fácil constatar que Cataluña tiene una cultura urbana más desarrollada que el resto del país, porque son mayoría las obras llevadas allí a cabo por equipos catalanes (cuatro entre los diez finalistas), aunque una de las menciones especiales la haya obtenido una realización canaria: el lote 9 de Tenerife Verde en Buenavista del Norte, de GPY Arquitectos. Del tipo de proyectos que han optado al premio se deduce que el "espacio público urbano" es un concepto tan amplio como se quiera; aquí se entienden como tales desde un campo de fútbol a la sede central de un banco, pasando por un conjunto de viviendas. Y pueden verse pequeñas realizaciones de jóvenes arquitectos, como la placita de los británicos Caruso & St John en Kalmar, Suecia (otra de las menciones especiales), junto a otras de mayor escala o importancia simbólica a cargo de veteranos, como la de su compatriota Norman Foster en Trafalgar Square y alrededores. Y varias actuaciones de españoles fuera de España: las de los sevillanos Cruz y Ortiz en la estación de Basilea, la del navarro Francisco Mangado en la plaza bordelesa de Pey Berland, y las de los catalanes Manuel de Solà-Morales, Beth Galí y Miquel Batlle en el paseo Atlántico de Oporto, en la St. Patrick Street de Cork, Irlanda, y en la Rue Pams de la localidad francesa de Port Vendres, respectivamente. Entre los estudios más reconocidos por sus proyectos paisajísticos, los barceloneses de Torres y Martínez Lapeña, y de Miralles y Tagliabue, y el zuriqués de Günther Vogt. Con las mejores obras que concurren a cada edición se está creando un Archivo Europeo del Espacio Público Urbano.
Hasta no hace mucho, el interés por proyectar ámbitos urbanos era sobre todo un interés por caracterizar el espacio, de ahí la proliferación de proyectos que han llegado a saturarnos con superabundancia de geometrías, profusión de materiales y mobiliario de autor. Sin embargo, hay algunos síntomas de que esta tendencia empieza a remitir poco a poco, en beneficio de una idea menos rígida y, sobre todo, más preocupada por los futuros usuarios. Al escoger las obras premiadas, el jurado de esta edición -en el que han participado Oriol Bohigas, Dietmar Steiner, Aaron Betsky, Rowan Moore y Elena Cánovas- parece haberse hecho eco de esa sensibilidad que trata no tanto de diseñar la ciudad como de humanizarla, para devolvérsela a la gente. Esta orientación social de la actividad profesional, el respeto por el legado histórico y la búsqueda de fórmulas menos agresivas de relación con el entorno son los mensajes implícitos en los premios, que serán entregados en el Centro de Cultura Contemporània de Barcelona el 7 de julio, en el marco de un ciclo de debates que lleva por título Traumas urbanos; ojalá que el acto tenga efectos terapeúticos.
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