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Columna
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Lo que nos vuelve tontos

Soledad Gallego-Díaz

Las cosas son como son porque fueron como fueron. Pero no es verdad. Los sindicatos, por ejemplo, fueron otra cosa. Antes, sus dirigentes eran los primeros en pedir que se investigaran las acusaciones de mal uso de dinero público o de malos tratos en comisarías o en cárceles. Ahora no. Ahora UGT está enfadadísima porque el Departamento de Justicia de la Generalitat de Cataluña ha abierto una investigación para saber si son ciertas las denuncias de ocho reclusos de la cárcel de Quatre Camins, según las cuales un grupo de funcionarios les propinó palizas en los días posteriores al motín en el que fue gravemente herido un subdirector de la cárcel.

UGT considera que el responsable de las prisiones catalanas ha cedido a las presiones de los abogados de los presos. Ahí es nada. Atreverse a investigar si unos funcionarios sindicados han pegado a los reclusos porque así lo denuncian sus abogados. ¿Ningún dirigente nacional de UGT ha pedido explicaciones a sus colegas de Barcelona para saber por qué les enfurece tanto una simple investigación?

Es cierto que, como denuncian los sindicatos, la situación en las cárceles es cada día más insostenible por culpa de la superpoblación. Y que la responsabilidad por los fallos de seguridad es de quienes dirigen el sistema penitenciario. Y también es muy probable que algunos de esos presos amenacen a los funcionarios y que sean delincuentes muy peligrosos. Pero nada de eso tiene que ver con las denuncias por palizas. Quienes dan palizas tienen los mismos motivos en España que en Estados Unidos o en Irak.

Y debería dar igual que esas personas estén sindicadas o no. Salvo que los sindicatos se hayan convertido en lo que denuncia la película canadiense Las invasiones bárbaras: simples grupos de defensa corporativa. Como los colegios profesionales: el de Abogados de Cádiz justifica que algunos abogados de turno de Algeciras facturen al Estado más de 4.300 euros (700.000 pesetas) por "asistencia letrada a inmigrantes" cuando lo único que han hecho ha sido presentar fotocopias de un impreso en el que se limitan a cambiar el nombre del inmigrante cuyos derechos presuntamente garantizan.

Los letrados no son literatos, dice el Colegio. Cierto; está claro que este grupo de abogados de Cádiz no tiene la menor costumbre de escribir: le basta con el dificil arte de la fotocopia. Al Colegio le parece normal. Lo que de verdad le irrita es que el Defensor del Pueblo haya hecho público el asunto y que los medios de comunicación hayan informado del mismo. Transparencia en asuntos relacionados con sus afiliados. Lamentable, sentencian.

Lo que de verdad resulta cada día más lamentable es ese corporativismo que va a terminar por volver tonto a este país. Lo que haría falta es justo lo contrario: el nombre completo, y no sólo las iniciales, de los letrados que se demuestre que se han aprovechado de los más débiles a su cargo. Conviene saber si es verdad, o no, que el subdirector médico de una cárcel ha ocultado malos tratos. Porque si no es verdad, es una acusación infame. Y si lo es, el infame es el médico y no hay razón para ocultar su nombre. Sabemos cómo se llaman los protagonistas de las fotos de Abu Ghraib, ¿no?

Se podría decir que la política es el único oficio en este país en el que no existe el corporativismo. Ahí no se trata de la defensa de un gremio, sino del simple, y muy difícil, encomio de tu propio jefe. El resultado de ese ejercicio de exaltación es, a veces, digno de atención. Como el esplendoroso preámbulo del decreto de la Presidencia de la Junta de Castilla-La Mancha por el que se concede la medalla de oro a José Bono: "Como el caminante de Antonio Machado, hizo camino al andar. Hizo Castilla-La Mancha. Hizo castellano-manchegos, consolidó la región y la defendió con acierto. Si somos lo que nos atrevemos a soñar, hoy Castilla-La Mancha es una realidad preñada de futuro porque un gran cumplidor de sueños se puso en marcha en 1983. Pero de manera realista, no iluminada. De forma inteligentemente pragmática, no voluntarista. Bono ha hecho realidad un sueño contando con todos. Con Don Quijote y Sancho. Con el cura y el barbero. Con el ventero y el cabrero. Con Dulcinea y la sobrina". Fantástico. solg@elpais.es

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