Tribulaciones catalanas en la nueva UE
Expertos convocados por la Fundación Catalunya Oberta analizan en un coloquio el encaje europeo de la autonomía
Los recientes acontecimientos políticos vividos en España y en Europa han dado pie a que viejos sueños catalanistas hayan cobrado de nuevo alas. La apertura de un periodo constituyente europeo y la victoria socialista en las pasadas elecciones generales permitieron albergar esperanzas al durante años aparcado reconocimiento de Cataluña en la nueva Unión Europea. A medida que las semanas pasan, no se concretan las expectativas. Y eso requiere diagnosticar qué puede esperarse de un todavía incierto futuro. Con este objetivo, la Fundación Catalunya Oberta -que preside el ex consejero Joan Guitart- reunió ayer a tres expertos en torno a una mesa, bajo la batuta del ex magistrado del Tribunal Constitucional y actual presidente del Institut d'Estudis Autonòmics, Carles Viver Pi i Sunyer, que ayer ofició en calidad de profesor de la Pompeu Fabra (UPF). Con el título Catalunya a Europa: un futur incert, Antoni Bayona, profesor de Derecho Administrativo de la UPF, subrayó que los déficit actuales de la relación entre Cataluña y Europa podrían superarse "en el contexto de la profundización del autogobierno y de la revisión del Estatut".
A juicio de Bayona, hay cierta sensación de frustración, que el Estatut puede corregir si se le dota de los mecanismos oportunos de participación. Klaus-Jürgen Nagel, profesor de Ciencia Política de la UPF, también prefirió esa mirada introspectiva, que parece imponer el dictado de la realidad. "Justamente las regiones con capacidad legislativa son las previsibles víctimas ante un eventual comportamiento centralizador por parte de las instituciones europeas", apuntó. "Si España asumiera la plurinacionalidad como un hecho, muchos problemas desaparecerían, en un momento en que los defensores de la Europa de las pueblos ceden terreno a los que tienen una visión estatalista". Ramon Torrent, director del Observatorio de la Globalización de la Universidad de Barcelona, introdujo su dosis de realismo al asegurar que "equiparar Cataluña a un Estado equivale a frustrar sus intentos de proyección exterior y a malgastar esfuerzos y recursos". La proyección de Cataluña convendría plantearla como una operación que debe integrar también la acción exterior del Gobierno central, agregó.
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