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RELEVO EN LA COMISIÓN EUROPEA | Adiós a Prodi

Prodi, el hombre que metía la pata

El actual presidente será recordado por sus éxitos, pero también por sus patinazos

Gabriela Cañas

Sus defensores dicen que no es un líder carismático, pero sí un hombre honrado que ha cumplido las tareas que le han encomendado. Sus detractores le acusan de presidencialismo, de no haber sabido estar en su papel. Con todas sus capacidades y deficiencias, lo objetivo es que Romano Prodi abandonará Bruselas en octubre después de cubrir un mandato de intenso legado: el acuerdo sobre la Constitución, la entrada del euro, la mayor ampliación de la historia de la UE y la profunda reforma de la Política Agrícola Común.

Prodi llegó a la presidencia de la Comisión Europea de la mano del canciller alemán Gerhard Schröder, que lo impuso con el apoyo del entonces Gobierno socialista francés, frente a la mayoría del Consejo, en el que lamentablemente para il professore, como entonces se le apodaba, fueron cayendo como fichas de dominó los Gobiernos de centro izquierda para dejar paso a los conservadores.

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Prodi (Scandiano, Reggio Emilia, 1939), licenciado cum laude en Derecho y profesor en las Universidades de Milán y de Bolonia, así como de la London School of Economics, de Harvard y del Instituto Stanford Research, es un experto en economía industrial. Tras ser ministro de Industria y director del Instituto para la Reconstrucción Industrial de su país, fundó en 1995 la coalición electoral de centro izquierda del Olivo que le llevó un año después a la presidencia del Consejo de Ministros, cargo que ejerció durante dos años.

Una vez nombrado presidente de la Comisión, logró el respaldo del Parlamento Europeo, también de mayoría conservadora, una institución que siempre le ha apoyado frente a un Consejo adverso que, para colmo, dio cabida en 2001 a su peor enemigo: Silvio Berlusconi. Pero el error de Prodi, según sus críticos, fue creerse un auténtico jefe de Gobierno, capaz de tomar sus propias iniciativas sin encomendarse ni a sus comisarios ni, lo que es más grave, a sus auténticos jefes: los presidentes de los Gobiernos o Estados europeos. Cuatro meses después de acceder al cargo, cursó una invitación al coronel libio Muammar Gadafi que tuvo que retirar inmediatamente, y no había cumplido un año en el cargo cuando Jacques Chirac le humilló al pedir Prodi firmar un documento junto a Los Quince sobre Oriente Próximo. "Romano, por favor, ¡estamos hablando de política exterior!", le espetó.

Prodi nunca se conformó con el papel subsidiario de Bruselas. Desde el principio pidió más poder para la Comisión, reclamando la política exterior y la dirección exclusiva de la política económica. Aspiraciones que han quedado, a muy bajo nivel, plasmadas en la Constitución. Pero la ausencia de credibilidad (fomentada por los líderes) y su nefasto poder de comunicación le han perseguido, aunque exhibiera aciertos evidentes, como el de apostar ya en 2000 por celebrar las elecciones europeas de 2004 con la UE ampliada, lo que fue recibido con escepticismo.

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Uno de sus más inolvidables tropiezos tuvo lugar en octubre de 2002, cuando tildó de "estúpido, rígido e imperfecto" el Pacto de Estabilidad y Crecimiento sin tener previsto recambio alguno. Presentó un proyecto de Constitución europea que motivó la chanza de Giscard d'Estaing. "Penélope ha sido repudiada", dijo el francés aludiendo al nombre con el que fue bautizado el anteproyecto del italiano. Pero quizá el más grave error de su mandato ha sido el de defender a ultranza un comisario por país en una Europa ampliada, algo que la Constitución ha dejado fuera. Prodi ha mantenido hasta el final su enfrentamiento con el Consejo y ha reclamado a los líderes mayor coherencia para cumplir con su propio objetivo del pleno empleo y mayor competitividad para 2010.

La victoria de los suyos en Italia en las recientes elecciones europeas y municipales le coloca en una inmejorable situación para volver a la política nacional, donde se ha convertido en la gran esperanza para derribar a Berlusconi. Antes deberá afrontar su último reto: dar una opinión, crucial, sobre si hay que dar a Turquía una fecha para su adhesión al club europeo.

SCIAMMARELLA

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Sobre la firma

Gabriela Cañas
Llegó a EL PAIS en 1981 y ha sido jefa de Madrid y Sociedad y corresponsal en Bruselas y París. Ha presidido la Agencia EFE entre 2020 y 2023. El periodismo y la igualdad son sus prioridades.

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