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Columna
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Una política estéril

Sin dinero y sin ideas. El Consell que preside Francisco Camps acaba de cumplir un año y anda tan pobretón de ingenio como escaso de fondos económicos. Tal es su indigencia que alguna mente preclara ha decidido disfrazar la paramera cubriéndola con el raído manto de la polémica lingüística. Así, Camps, que en sus mocedades sentó las bases para apartar el valenciano del debate político con la puesta en marcha de la Acadèmia, ha cogido la institución por el pescuezo arrastrándola hasta las Cortes Valencianas para someterla a juicio sumarísimo por sospechosa de catalanismo, ¿por qué si no? Que los orígenes y la denominación del valenciano vuelvan a ser objeto de manipulación partidista e ideológica da la razón a quienes se opusieron desde el principio a la creación de la Acadèmia con el argumento de que el PP volvería a reabrir la batalla del idioma cuando conviniera a sus intereses partidistas.

A la recuperación del anticatalanismo filológico como banderín de enganche se ha sumado el agravio victimista. Ens ho volen furtar tot! proclama el presidente, atrincherado en palacio. Desde allí todos los días, sin faltar uno, explica a los valencianos lo malvado que es Pasqual Maragall, lo insolente que es Marcelino Iglesias y lo vendepatrias que son Teresa Fernández de la Vega, Pedro Solbes y Jordi Sevilla, empeñados como están en negarnos el agua del Ebro, paralizar las inversiones en infraestructuras, hundir la Copa del América y estrangular financieramente al Consell. El presidente Camps propone un discurso que recuerda mucho al de CiU cuando gobernaba Cataluña y sus votos garantizaban la estabilidad política en España. Por desgracia para él, los votos de su partido no tienen ningún valor como moneda de cambio. Y su estrategia de barricada puede conducir a la frustración si no consigue sus objetivos. Su presencia en el "eje del progreso" con Madrid y Baleares para ser ariete de desgaste de Rodríguez Zapatero se compadece mal con sus quejas por el maltrato que recibe. En cualquier caso, es el camino que ha elegido y que puede serle rentable a corto plazo: se gobierna mejor desde el agravio permanente y el victimismo; pero no se solucionan los problemas. Su política es estéril en la medida que no conduce a ninguna parte.

Camps no está solo en esta estrategia. Le acompañan los representantes de las organizaciones empresariales, tan vindicativos ahora como silentes hasta el pasado 14-M (igual que el mismo presidente, dicho sea de paso) y tan originales como de costumbre. Véase. Ayer el presidente de la autoridad portuaria de Valencia dijo estar dispuesto a hacerse cargo del coste de la ampliación del puerto. Es posible que así sea, pero los antecedentes no invitan al optimismo. Todavía está por ver que los empresarios inviertan un euro en el AVE Madrid-Valencia, pese a las declaraciones que hicieron en su día, y es claro que no pondrán un céntimo para el trasvase del Ebro porque es imposible de llevar a cabo; pero lo que resulta extraño del todo es que se nieguen a invertir en la Copa del América cuando todos los estudios dicen que será un evento rentable. Raros sí que son. Incluso cuando dicen que el Gobierno paraliza inversiones. Deben ser tantas que ni ellos son capaces de decir cuáles.

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